El tiempo se detiene,
la tristeza me invade,
el dolor me consume,
la oscuridad me envuelve,
la luz se desvanece.
Mirar todo como a través de un vidrio empañado, que la luz se apagara por completo quedando entonces en medio de la penumbra en una oscuridad espesa y absoluta dónde todo aquello que significa lo mejor de su existir lo había perdido ahogado en el pozo oscuro.
El ángel de los ojos de vidrio tenía un ala rota porque la navaja la clavaba con tal fuerza en la misma herida. El cielo lo había castigado quitándole la vista porque él mismo se había cortado las alas, pero el ángel, aunque fue exiliado y regresado al mundo humano se seguía lastimando, así que el infierno le mando a un demonio, el cual si se acercaba al ángel su alma delicada se esfumaba.
En medio del sufrimiento el ángel estaba atado al pasado, se había perdido a sí mismo, sus ojos de vidrio eran el reflejo en el espejo del miedo que lo consumió y atormentó por mucho tiempo. -Estas perdido en el laberinto dónde eres prisionero de tu propio miedo.
-Debo hacer daño a quienes me han herido porque el peso que llevo dentro es como un hoyo incrustado en el pecho.
-El nudo en tu pecho hay que desenredarlo y no cortarlo porque, aunque te duela y te rompa la cadena sigue unida a la persona que te lastimaba.- Todas las espinas que tenía clavadas se reflejaban en cada lágrima derramada porque el demonio con cada palabra desnudaba su alma.