El instante de tinta y sangre

Dolores tan invisibles

Me quitaste las heridas,

me salvaste de las ruinas,

te enamoraste de mis espinas.

El chico de hojalata tenía el tiempo contado porque el cáncer volvió y se apoderó de nuevo de su cuerpo, llegó y se quedó consumiendo todo a su paso, por eso cada momento era preciado.

Por fuera la chica de tirso irradiaba alegría, pero por dentro escondía un aura suicida. El chico de hojalata era diferente a todos los humanos que ella había conocido, con él se abrió, poco a poco desnudó su alma y le contó su pasado a lo que tanto tenía miedo. Él se enamoró de la chica de tirso porque fue el único que vio dentro y sanó cada espacio dañado.

Con el tiempo el humano tuvo miedo de dejar su cuerpo, aguantó todo lo que pudo hasta su último aliento porque mientras uno quería morir el otro pedía vivir.

-Debo ayudarlo-. La chica de tirso se tiró al suelo llorando. -Lo amo y no puedo perderlo.

El chico de hojalata rogó por más tiempo a su lado, pero el momento tan esperado había llegado. Su alma se separó de su cuerpo, el cual se hizo polvo. Cada recuerdo permaneció en el hueco vacío del corazón.

Ahora, la chica brillaba y resplandecía, su mirada era hermosa, su sonrisa era única porque estaba llena de vida.




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.