Ardiendo en fuego,
conociendo el cielo,
cada beso se convierte en deseo.
El diablo lanzó un hechizo al pueblo dónde todo cuerpo ardió en fuego, el pueblo estaba cegado tan lleno de deseo por el físico del otro que el acto mismo se volvió placentero. Con el paso del tiempo el lado oscuro se volvió peligroso y adictivo que el deseo dejó de ser un impulso y se convirtió en un castigo.
Los ojos ya no miraban, sino que devoraban, los abrazos ya no curaban, sino que lastimaban porque las caricias dejaban marcas tan profundas que eran notorias.
Mientras tanto el cuerpo de un humano estaba marcado con fuego, no le tenía miedo al incendio. -Yo mismo me hago daño.- Se acercó al peligro y poco a poco despertó del deseo comprendiendo porque el diablo tentó al pueblo.