La flecha queda clavada,
la apuñalada queda marcada,
la espina queda encajada.
En la niebla tan densa había un alma que llevaba la marca de la batalla que cada día vencía, portaba una barrera dónde cada delgada capa la protegía, pero no fue suficiente porque la persona que amaba dejó clavada una daga que la dañaba, que perforó la armadura que cargaba.
En la guerra por inercia el alma reaccionaba si alguien la atacaba, pero al final terminaba lastimada de la persona que menos se esperaba, con la cual bajaba la guardia, estaba indefensa, nunca se protegía y un día de la nada sintió la daga perforando la coraza, el alma lloraba porque confiaba de una manera ciega. -¿Por qué lastimas lo que más amas?
-Sólo avanzarás si me sueltas.
Ahora el alma portaba una máscara que la protegía de lo que sentía. -Arrastras todo lo que cargas- La sombra era el ancla que la mantenía con vida. -Sólo si riegas las heridas con lágrimas sanaras.