El instante de tinta y sangre

Tatuajes y cicatrices

En la cueva tan oscura y silenciosa había una chica que escribía en la pared con su propia tinta, con la sangre que derramaba su cuerpo pidiendo ayuda, con cada paso que daba terminaba desangrada, estaba desesperada, angustiada, quería que una persona la encontrará y ayudará, pero nadie sabía dónde estaba, poco a poco la chica tuvo fobia a la cueva y por tanta sangre derramada terminó desmayada.

Cuando despertó se dio cuenta de que le quedó la marca en cada muñeca, ya no se borrada con cada día que pasaba, la marca le quedaría para que cada que la viera recordara la escena de la navaja.

La chica terminó arrepentida que ahora usaba una rama y la pasaba por cada marca lastimándose a ella misma, la marca impedía que la tinta se desbordara por cada muñeca y el alma lo sacaba en cada lágrima sangrada que resbalaba por su cara.

Una noche la chica estaba exhausta y devastada que caminaba sin ruta alguna, la cueva estaba muy oscura ya no distinguía cada huella que dejaba y sin darse cuenta sus cicatrices brillaban e iluminaban la cueva acercándola hacia la salida.

Moraleja: los tatuajes son como las cicatrices que ocultan los dolores en las raíces.




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