No hay belleza sin grietas
ni alma sin huellas.
Dentro del castillo vivía la princesa de nuez, la cual convivía con su propia compañía, se la pasaba en la biblioteca leyendo y escribiendo. Un día su taza favorita de porcelana yacía rota, todos los trozos estaban tirados hechos pedazos, se la llevó al artesano, el cual pegó, junto, ensambló cada pedazo tapando el hueco con un dibujo.
Por fuera la taza parecía tatuada, no había rastro de ninguna fisura, estaba como nueva. La princesa estaba atónita buscando el rastro de lo que alguna vez estuvo roto. -¿Cómo tapó el hueco sin dejar rastro?
-Incluso el objeto puede ser tatuado.- Cada dibujo en la taza representaba cada herida que tenía la princesa. -Ahora cada que beba de esa taza recordara que la grieta que estaba oculta muestra cada marca.