El instante de tinta y sangre

Tormenta marcada

Entró al estudio un chico desesperado que se acercó al tatuador. -Quiero que desaparezca mis demonios. -El tatuador le respondió. -Dudo si serás capaz de soportarlo. –El tatuador carecía de anestesia y mientras le aplicaba la tinta con la aguja que sostenía el chico se retorcía de dolor, sentía su alma agotada. -Apenas acabas de empezar a sentir mis agujas.

El chico sintió cómo pinchó su propio corazón y a pesar del dolor que fue sintiendo su cuerpo poco a poco las marcas del tatuaje comenzaron a borrar los pigmentos del sufrimiento.

Cuando el tatuador terminó su servicio el chico pensó que eso sería todo, pero en cambio sólo era el comienzo, para borrar el rastro que dejó el sufrimiento el tatuador sumergió el cuerpo del chico en una tina de agua hirviendo él se desmoronó, su piel que estaba sensible porque literalmente la habían perforado, se sentía como una herida abierta que al estar expuesta con agua en una temperatura muy alta era como quemar cada fibra de su ser, su cuerpo ardía, el chico gritaba de dolor.

Cuando el tatuaje realzó su forma dejando el contorno más brilloso el tatuador lo ayudó a salir de la tina porque el chico ya no tenía fuerzas. Al día siguiente él despertó y se dio cuenta que el tatuaje había reemplazado al sufrimiento duradero por otro sólo del momento porque en el mismo infierno que lo rompió el sufrimiento se cansó de ser grito y se convirtió en un recuerdo efímero.




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