Los poetas sangran letras, escriben para no ahogarse para que el mundo los escuche, en cada línea dejan una grieta por donde se asoma la herida.
Los escritores sangran mundos, con los dedos lastimados tejen costuras diminutas intentando cerrar el hueco y siempre desde donde más duele.
Los tatuadores sangran tinta porque dejan un pedazo de su alma en la piel del otro, en cada trazo dejan una herida como marca y con el paso del tiempo se van borrando a sí mismos como si la aguja repartiera fragmentos grabados en desconocidos.
Los pintores sangran colores mezclan dolor con amor, recuerdos con pinceladas y hacen del lienzo un espejo.
Los fotógrafos sangran luz, dan claridad a costa de su propia oscuridad, se quedan con sombras que ninguna persona nota.
Los psicólogos sangran silencios, ese espacio donde el alma del otro se atreve a abrirse, acunan los vacíos dónde otros desbordan y aunque nadie lo note ellos tiemblan por dentro porque al final el mundo entero sangra un recuerdo y un miedo.
Metáfora: ahí donde puede dolerse y curarse en el mismo acto, ahí donde la herida no es castigo sino refugio donde uno mismo puede romperse y que, aunque duela, aunque arde pero que cure porque cada metáfora es una forma dulce de desangrarse, es ahí donde la poesía existe.