Luz...
Cámara...
Acción...
Kennedy.
Siempre sentí envidia del viento.
Deseaba ser igual de libre que el, elegir a donde ir. No ser obligada por otros, que me desechan como un objeto en cualquier lugar. El viento no tiene lugar, es espontáneo surge de la nada y viaja a donde sea. En cambio yo, no tengo elección, no tengo un lugar único al cual pertenecer. Sé que si me voy dejaré sola a mi pequeña hermana y es lo que menos deseo. Solo por ella estoy aquí, de no ser así, ya hubiera huido hace mucho, se perfectamente que no representaría nada para nuestros padres. Ellos tienen sus familias y sus hijos.
Ambas estamos solas, bueno, no, nos tenemos entre ambas.
Nosotras para ellos sólo representamos un mal bache del pasado, con el cuál no saben que hacer. Desde que tengo uso de razón no hacen más que discutir por ambas, no luchan por quién se quedará. Sino por quién no quiere quedarse, en sus miles de escusas para justificar porque no quieren, ninguna ha sido más convincente que el 'aprendizaje'. Y ahora por eso, me encuentro rumbo a un internado en Alemania, junto a mi hermana.
Estaba arta, cansada de todo esto, era una rutina continúa de abandono de parte de mis padres. Ha ninguno le interesaba ni mi hermana, ni yo, nos dejaban como si fuéramos cosas. Su atención no estaba realmente en nosotras, nunca lo estuvo.
Se podría decir que éramos niñas huérfanas. Íbamos de casa en casa en busca de un hogar, pero había ocasiones que ni la familia nos quería con ellos. Por suerte nuestros gastos son pagados por ellos, y vivimos en un buen lugar, solas pero con atenciones de nanas y servidumbres.
Lo peor que nos pudo ocurrir fue la visita de nuestros abuelos maternos, y lo más grave fue enterarnos que estamos obligadas a estudiar en un instituto en Alemania, no quería ir. Por mas que reusé, no sirvió de nada, ya la decisión fue tomada. Por desagracia aún soy menor de edad, no puedo negarme, así que tendré que estar junto a mi hermana en ese lugar.
Será horrible y aburrido este internado, lo tengo claro.
Por el momento debo guardar la calma por mi hermana, solo de ese modo lograré tranquilizarme.
—Kennedy—Me llamó Molly que estaba a un lado de mi.
Dejé de observar por la ventana del auto y enfoque mi vista en ella.
—¿Qué pasa? ¿Te encuentras bien?—pregunté un tanto preocupada ya que suele ser muy delicada.
Bajó la mirada a sus dedos con los que comenzaba a jugar.
—Tengo miedo—admitió en un tono de vergüenza—¿y si nos mantienen encerrados para siempre? No quiero quedarme ahí.
Negué ante sus palabras.
— No será así, tranquila— Apreté su mano—los fines de semana podremos salir, esta permitido. Así que conoceremos lugares nuevos, te lo prometo—besé su frente.
Asintió con un poco mas de ánimo.
—¿Crees que nuestra madre nos extrañé? No la he visto en persona desde la fiesta navideña
Oh, no otra vez.
Recordé perfectamente esa fiesta ya que tuve que investigar donde estaría mi madre ese día, para así llevar a Molly que la extrañaba y quería verla, no me gusta mentirle. Pero lo he preferido, en lugar de tener que verla triste y llorando.
A pesar de tener dos años de diferencia, prefiero ser yo, como hermana mayor, la que vea como son las cosas en realidad. No quiero en lo absoluto quitar eso de la vida de Molly, sé que estos engaños no dudarán para siempre pero al menos deseo hacer que los tengo mientras pueda llegar a sostenerlos en ella.
—Si, ella lo hace, debe estar ocupada aún. Sabes que quiere que tengamos lo mejor, al igual que nuestro padre.—Aseguré.
— ¿Crees que conozcamos a nuestro hermano? Me pregunto a quién se parecerá.—se preguntó mientras sobaba su mentón pensativa.
—Puede que si lo conozcamos, y con respecto a quién se va a parecer, no lo sé. Pero si hereda tus azules ojos ese bebe será un ángel.
Di un leve toque a la punta de su nariz, ella cierra sus ojos y rio.
Nuestro padre había decidido iniciar una vida sin incluirnos, tenemos un medio hermano que si esta con él en este momento. En cambio nosotras solo fuimos un error del cuál se están deshaciendo.
Ahora, ambos pretenden encerrarnos en una escuela. Por suerte, contaremos con la autorización de salir todos los fines de semana.
Bajamos ambas del auto, cada una tomo su maleta y caminamos a las amplias torres del internado. Un anciano con decadencia dental y una mujer de uniforme negro nos esperaban, para nada se mostraban agradables.
Solo espero que no sea tan complicada nuestra estancia aquí.
—¿Molly y Kennedy Hofmann?— Preguntó la mujer mientras observaba una hoja en sus manos.
Asentí en forma de afirmación.
Abrieron las rejas y seguimos a la mujer de traje. El señor se quedó en el mismo lugar, su mirada era perdida por el sitio en el que estábamos.
Daba escalofríos, me asustaba el simple hecho de estar aquí. El lugar era atemorizante, estaba todo opaco y sin color alguno, los edificios eran altos como torres antiguas. El césped estaba en excelentes condiciones, pero parte de los árboles que estaban aquí, parecían sin vida, con las hojas caídas y las ramas secas.
Detuvimos nuestro andar al ver a un hombre de esmoquin en la puerta, su expresión es seria y su cuerpo estaba fornido, sus cejas estaban fruncidas. Nos miro con superioridad a ambas.
— Preséntense niñas— ordenó con un tono áspero y ronco.
No me agrada este sujeto.
— Soy Kennedy Hofmann.— Me presenté— y ella es,—
Su mano detuvo mis palabras.
— Ella puede hablar ¿no es así? Habla niña.— decretó con exigencia.
Asentí para que lo hiciera
— Soy Molly Hofmann.—habló en un tono bajo y nervioso.