Alemania-Ciudad: Múnich.
Desconocido
Observar.
Una de las cosas que más he disfrutado en los últimos años. Tener una vista clara de todo lo que he obtenido, de tantas muertes que se han provocado y disfrutado efectuar, sin remordimiento alguno dejo que sigan sucediendo. Pienso, que no hay nada mejor que una dulce venganza, una que carga con la destrucción de tantos al mismo tiempo.
Nadie, ni siquiera ellas lograron ir en contra de mis planes.
He tomado más astucia y agilidad que cualquiera. Nadie, puede llegar a destruirme, soy intocable y poderoso, ante los ojos de los demás siempre seré el ejemplo, la autoridad y la ley de este lugar.
Momentos de dolor acumulados en mi alma han cobrado frutos, y he ido a hacer cobrar a aquéllos que me han producido un interminable daño, no le interesó a mi padre dejarme, porqué sabía bien que mi sola presencia mancharía su apellido. No ser reconocido por él, fue lo que hizo que viviera tanta hambruna y necesidad. No pudo arrepentirme de aquello que provoque, ya que siento que hice bien al vengarme, y destruir poco a poco a esa familia de monstros.
Pero, mi sed de acabar con todo no está saciada aún, por desgracia, esa sangre aún corre por mis venas y por esas esos engendros del pecado. No planeo detenerme hasta acabar con ellos, mi alma no descansará hasta lograr la eliminación total de los demonios que se continúan escondiendo en sus máscaras.
Y, puede que aún recuerde las circunstancias que hicieron aumentar mi despreció. Pero, he de admitir que, lo que mas he odiado es lo que mejor que me trato en la vida que he llevado desde ahora.
Recuerdo esa tarde, mis clases finalizaron antes, me había preparado trabajar para esa boca. Cuando al fin la obtuve, no renuncie hasta llegar a mi verdadero propósito, y por supuesto lo obtuve. Estaba a finales por la época navideña que se acercaba, no pensaba nada al respecto, conocía perfectamente que pasaría en esta Navidad.
Siempre un paso adelantado a todo.
—¡Oye, no tienes porque gritarme..! —pidió en un tono de súplica.
Mis pasos se detuvieron y miraron la escena de dos niños más grandes, molestando a una niña del misma uniforme, tanto de ellos como el mío. Me extrañaba, es la primera vez que veo a esta niña en la escuela. Pero he de admitir que luce un poco menor a los demás, puede que este en la primaria por su altura.
—¿Vas a acusarnos? ¡Llorona! —comenzaron a burlarse de ella mientras tiraban de sus coletas.
A simple vista, luce hasta a aburrido para mi, no encuentro razón para agredir a una niña débil e insignificante, cuando hay bestias mucho peores.
—¡Déjenme tranquila! —rogó con el llenado en su tono de voz.
—¿Por qué he de hacerlo? —se dirigió uno de ellos con una sonrisa perversa en sus labios.
Ambos detuvieron sus pasos al notar que me encontraba allí. Acomodaron las mangas de sus uniformes dispuestos a buscar problemas, sólo permanecí ahí sin decir nada.
—Acaso, ¿buscas defender a una princesa y hacerte ver como héroe?
Lo miré sin nada que expresar o decir.
Uno de ellos caminó a mi, tomó mis libros y los tiró a la nieve. Una sonrisa adorno su rostro, restregando su arrogancia y superioridad. Miré por un segundo a la niña de coletas que me miraba con atención.
Suspiré con pesadez.
—Recoge mis libros y no saldrás lastimado.
Se carcajeó junto al otro chico.
—Pertenezco a la familia Schneider, y a menos que no seas de aquí no sabrías quienes son. Tengo poder, niño. Así que,—se acercó a mi cortando distancia hasta llegar a mi oído y susurrarme:—Si deseas evitar problemas con alguien como yo, esfúmate de aquí.
Mi sonrisa como mis ojos se oscureció retorcidamente. Vi como ambos comenzaban a tomar temor de mi expresión, me llenaba ver como un verdadero monstro hacia sentir mal a sus presas.
Tomé la manga de su camisa y lo alcé a mi.
—Ahora.
Ellos lo hicieron, sin protestar, conocían quien era y lo que parecerían si no me obedecían. Creé un monstro, en cierta parte si que he serlo, no me enorgullecérselo, pero es lo que debo hacer para cumplir mi deseo y mayor pecado.
Observé por cortos segundos a esa niña que dejaba de verme con tanta intriga. En cierta parte encontré admiración por su mirada, no puede ser mas predecible alguien como ella.
Me di media vuelta y caminé a donde me dirigía hace un momento. Escuché con claridad sus pisadas encaminarse a mi. Mi cuerpo se tenso al sentir contacto su piel en la mía.
—Gracias.
—No lo hice por ti, no me gusta que toquen mis libros.
—Pero de igual modo yo quiero agradecer, —su tono era bajo pero firme.
Me giré a ella y solté su mano de mi muñeca.
—No quiero que lo hagas.
Escuchamos fuertes gritos llamar a un nombre que captó por completo mi atención. Hasta ver, que el hombre de uniforme que la estaba llamando, detuvo sus pasos a donde estábamos.
—Debemos irnos.
Es ella, en esta vida, ella es mía.
Asintió.
Mi miró por última vez con agradecimiento.
—Adiós.
Me despedí con un movimiento de cabeza.
Esta vez, logré conocerla de este modo. Pero, ¿Cuánto más dudará esto? Mi momento de existencia logrará continuar solo por un motivo, una razón que se sacrifica como un pacto de por vida.
Desde ese momento comenzó a familiarizarse conmigo. Sin importar la época o el lugar, algo de mi siempre le gustaba y la hacía acercarse. Producía daño mayormente porque no me importaba, lo sabía, pero igual así me trataba con el mismo entusiasmo.