El Internado

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Kennedy.

Aleph… ¿Qué haces aquí?

Un segundo… Gretchen.

Asher dijo que se encargaría de su cuerpo inconsciente, hasta contaba con la idea convincente para que nadie sospechara.

Entonces… ¿Por qué apareció de esa forma frente a mi?

Mi mirada se enfocó nuevamente al pilar de las escaleras en busca de Gretchen. No estaba ahí. Intenté encontrarla por todo el internado pero habían muchos estudiantes. No podría verla aunque eso quisiera.

—¿Estás bien? —había olvidado por completo que me encontraba aún en los brazos de Aleph. —Kennedy.

Su mirada en conjunto con la mía, me hizo ver qué era honesto al querer saber de mi estado. Da presencia de un chico educado y con un porte de elegancia bastante alto. Me fui acomodando mejor para romper el contacto y la muy poca distancia que nos separaba, solo conseguí que me llevara de manera más cercana a su pecho, estrujándome en sus brazos.

—¿Puedes soltarme? No me es cómodo estar así.

Sonrió y asintió.

—Perdona mi comportamiento, fue algo sorpresivo encontrarte justamente cuando caes.—justificó nervioso mientras rascaba su nuca—Que suerte haber estado ahí para ti.

Le sonreí.

—Debes tener la idea que tropiezo en muchos lados.

—Tal vez,—no mintió y eso lo agradecí. —pero me gusta la idea de estar ahí para rescatarte.

Sus ojos lucían tan brillantes y cálidos. Sin soltar su agarre hacia mi, hizo que quedara estrechada entre su pecho.

—¡Ey, ustedes dos!

Elevamos nuestra mirada a Arnulf que venía hacia nosotros descendiendo las escaleras del lado de los chicos. Tenía la corbata desarreglada el cabello castaño peinado de forma dispersa y sus azules ojos estaban enrojecidos en furia.

—¡No pueden…!—había tomado el hombro de Aleph hasta girarlo frente a él—Ah…

Su semblante y mirada se habían controlado. No pude ver mucho ya que Aleph me había colocado detrás de él, como un escudo hacia mi. Su espalda es ancha y grande, lo suficiente, como para poder cubrir mi vista. Podría decirse que Asher y él tienen el mismo alto y proporción de espalda, al menos para mí.

¿Qué pasa conmigo?

¿Por qué los estoy comparando?

Asher…

—Ella tropezó de las escaleras y solo la sostuve para que no cayera—su tono mostró respeto y seriedad. —Sin embargo, conozco las reglas,—pausó—me disculpo.

Arnulf dio un leve movimiento de cabeza.

—Me retiro,—anunció Arnulf para después irse.

¿Eso es todo? Lucia como para querer llevarnos a ese terrible lugar de castigos. Creo que la fuerte presencia que he de emanar Aleph, lo ha hecho no hacer nada.

Él se giró hasta mi e inspeccionó con su mirada como me encontraba.

—Espero que estés bien, Kennedy.

Estrujé los puños de mis manos y me obligué a mirarlo a los ojos.

—Gracias por ayudarme, Aleph.

Su enorme mano llegó con cuidado hasta la mía y la sostuvo con las suyas, acarició con el pulgar mi dorso, perdiendo así, el firme agarre echa puño que había ejercido yo.

No lo entiendo, simplemente, no comprendo porque con su toque toda la tensión en mi cuerpo pudo disminuir. Era como si un hermoso recuerdo llegara a mi, como una sensación indescriptible pero deseada. Una forma tan especial y única que me hace desear no soltarlo. No le consigo el sentido a la manera de pensar así cuando solo lo he visto dos veces.

¿Qué estoy pensando? Esto es absurdo.

Puede que su atractivo haga que mi inconsciente se esté confundiendo. Pero… no es él quien me hace sentir del mismo modo en el que Asher lo hace.

—Bueno,—miré las escaleras por dónde habían quedado regados los libros—debo recogerlos e iré a estudiar a mi habitación.

Fui hasta los escalones y me arrodillé para sostenerlo, no sin antes, pasar la mano por detrás de mi falda para que no se levantara. Los acomodé y comencé a apilar, escuché sus pasos llegar hasta mi, miré de reojo cómo se ponía a acoplar los libros sosteniéndolos en su brazo. Al tener todo sujetado, me alcé y quedé cara a cara con él.

Él sonrió.

—¿Puedes dármelos? Los chicos no tienen permitido ir al área de chicas.

Aleph negó.

—Ocurriría otro accidente, es algo peor, ¿No crees? —inquirió pasándome por un lado.

Solté un bufido y continué mi andar detrás de él. Las miradas de las chicas no pasó desapercibida, al él ser una representación clara de un alemán apuesto, era claro que llamaría la atención. Sonreí por como los rostros de todas estaba rojo. La expresión de mi rostro cambió de forma neutral al ver a Christa, me miró con cierta oscuridad, para después entrar a su habitación con el número #207.

Cuando cruzamos el segundo pasillo hasta llegar a mi habitación, luché para que no se cayeran los libros y al mismo modo, tomar la llave que tenía en el bolsillo de mi chaleco.

—Déjame sostener los libros, —sugirió, Aleph.

No respondí y solo se los pasé. Tomé la llave y me apresuré a abrir la puerta. Observé con cautela para cerciorarme de que Asher no esté. Me calmé al ver qué todo estaba en orden, pasé y di entrada a Aleph para que dejara los libros en la mesa del escritorio. Se volteó hasta mi e hizo un movimiento con su mano, reverenciando, con su cuerpo flexionado. Sonreí ante su actitud tan distinguida y elegante.

—Debes ser muy aplicada.

No lo creo pero pienso que por los libros puede que crea algo como eso, no lo negaré pero tampoco lo afirmaré.

—Lo mejor será que salgas, si te vieran aquí, nos castigarían.

Afirmó con un movimiento de cabeza, iba a pasar por mi lado pero se detuvo y enfocó su vista a la alfombra, lentamente llevé mi mirada hasta ahí.

No puede ser…

Iba a atreverse a llevar su mano hasta la alfombra pero me apresuré a tomarla, lo acerqué hasta mi pecho haciéndolo voltear, quedando su rostro frente a mi con una sonrisa forzada en mis labios.

—Disculpa, en ocasiones suelo dejar mis cosas regadas, estoy avergonzada.




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