—Una palabra maldita—Dice Cenit, y la piel se me eriza—, es una palabra escrita sobre una piedra, La Colmena, por eso se erige sobre el oro, el bronce y la madera.
>>Pero ¿Qué es La colmena?—Sus compañeros dan un aplauso, y siento de nuevo retumbar mis oídos. El profesor me mira atento al ver que llevo mis manos a mis oídos—. La colmena es una hermandad, una sociedad que como nación se mueve bajo las otras. Una organización, una red que ayuda a sus iguales a alcanzar sus metas y proyectos.
>>Somos una gran familia, que con el paso de los siglos, se posicionó en los mejores lugares del gobierno, de los negocios, de la sociedad en general.
Miro hacia mi prima e Iracema, ellas también miran hacia dónde nosotros nos encontramos, pues es evidente que aún no estamos comprendido mucho, lo único que sé es que esto da mucho miedo.
Cenit ahora se para para continuar su relato, y cuando ella pasa a primera plana en la imagen la pantalla se parte en dos y en un costado comenzamos a ver imágenes del bosque, de aborígenes guaraníes, de símbolos, de mitos y leyendas de nuestro país.
>> Los Tupí Guaraní, conocían los secretos del bosque, lo que este era capaz de dar y quitar.
>>Sus deidades y personajes pasaban como relatos lingüísticos, nos hicieron creer que no eran más que simples cuentos.
>>Pero durante la gran guerra, nuestros fundadores, Eirú y sus hijos, pasaron sus conocimientos a un grupo de mestizos, los que los protegieron de masacres, a sus suelos y a sus hijos, y como recompensa, les dieron la entrada al Bosque de los espíritus.
>>Ese día, en que nuestros fundadores sellaron un trato con los cuidadores del bosque, nacimos, bajo la protección de la luna, y con la bendición del sol.
>>Nuestra recompensa, fue muy grande, y es por eso, que todo miembro de la Colmena tiene la obligación de cuidarse uno al otro y dar su vida de ser necesario, para mantener al Bosque intacto.
>>A fuera de estas paredes, nosotros somos influyentes, persuasivos, dominantes, poderosos y millonarios, nos dieron la fortuna del mundo, a cambio de que ningún hombre, o miembro enemigo llegue hasta ellos.
>>Por más de 200 años, hemos cumplido, y nuestros apellidos siguen siendo respetados, importantes y envidiados.
>>A partir de hoy, van a aprender de etiqueta, protocolo, técnicas de persuasión, ciencias básicas, ciencias políticas, oratoria... y cualquier tipo de arte que se puedan imaginar.
>>Pero lo más importante, van a entrenar para aprender a usar la gloriosa herencia de nuestros padres fundadores, porque como miembros de La colmena, deben aprender a usar el Corpus in corpus... es decir, aprenderán a usar las fuerzas espirituales y místicas que los cuidadores, el bosque, los caciques, la luna, el sol, el agua y el viento nos prestan.
Cenit tomó asiento, y de nuevo un aplauso se hizo eco. Estoy seguro que seguimos sin entender ¿Quizás sea una obra de teatro? ¿Una broma de primer día de clases?
En mi cabeza cuadrada y fría, de cubo de hielo como me dijo Iracema, no cabía de ninguna forma la posibilidad de hablar sobre magia, espíritus, herencia mística ¿Qué carajos?
—Luriel—Habla la rectora que ya no estaba en la pantalla, estaba en nuestra clase.
Me pongo de pie y la saludo cuando ella me pasa su mano. Me hace un gesto y vuelvo a sentarme.
—Déjame... mostrarte algo
Con la mano llama a los nuevos, para ir delante del salón. Los tres levantan las manos a medio cuerpo, el muchacho comienza a realizar un cantico ancestral, y la chica con su melodiosa voz, la completa, de sus manos se expidió una especie de ráfaga de viento, y todo lo que está en nuestras mesas comienza a levitar.
Ok, no hay trucos, o quizás estén imantados... ¡Carajo! Los lápices comenzaron a amontonarse uno sobre otro, y formaron una especie de víbora gigante que se arrastró en el suelo hasta mí.
Todos gritaban de la impresión, yo sin embargo, no podía emitir sonido alguno, mi boca estaba seca, mi pecho me apretaba, y lo único que quería saber era ¿Cómo?
—¿Magia? ¿Es magia?—Pregunta la voz de Yara aterrada.
Cuando la serpiente me sisea, yo sigo inmóvil, mirando a los lápices bien cohesionados, cómo si hubieran sido hechos con ese propósito.
—No...—La rectora y los otros dos soltaron sus manos y la serpiente se deshizo en el piso. —La magia, querida Yara, no es otra cosa que la ciencia del bosque. Yrupe...
—Son las almas que vagan, los espíritus que nos rodean, el poder del mundo, del universo y de los siete— la joven me mira directo a los ojos, y yo a ella, en ese preciso instante sentí como se conecta su ser con mis vísceras, con mi alma, su melodiosa voz volvió a mi para desconectar de nuevo—. La luna, el sol, el bosque, las estrellas nos prestan lo que tienen, y nosotros lo usamos a nuestro favor.
—¿Cuál es el principio de la materia Luriel?— pregunta la rectora mientras acomoda su traje, y con un gesto, un ademán consigue que los estudiantes del cuarto comiencen a poner en su lugar los lápices.
Humedecí mis labios, y no sé porqué regla de tres, miré de nuevo a Iracema, pero finjo mirar a Josefina, quién por cierto lucia aterrada, al igual que mi compañero Gustavo. Pensé un segundo, me calmé, tomé una bocanada de aire y hablé.
—La materia, no se crea, ni se destruye.
—Bien, allí lo tienes... los cuerpos que nos contienen son solo vasijas que terminan vacías, pero cuando deja de existir lo físico, se transforma... y es esa transformación la que usamos.
>>Pero no se crean que les será muy fácil... Katú e Yrupé—los toma del hombro—. Han practicando esto desde niños, y serán sus guías cuando estemos fuera de clases.
>>Sé, que aún hay miles de preguntas... pero las principales han sido contestadas.
Esta vez, Itae es el que se para en la pantalla, la directora se retira de la sala, asumo que regresa a dónde se encuentran filmando.