El internado, La colmena

Capítulo 11. No sé

¿Cómo puedo explicar mi frustración?

La verdad que al no poder hacerlo lo primero que decidí, es tomar mi portátil, sentarme en la cama, y escribir, por que no tengo ganas en absoluto de ponerme a hablar con nadie. 
 

Mis dedos se movían sobre el teclado y no tenia ni puta idea de lo que salia, simplemente salia, fluía, palabra tras palabras. Mi enojo se reflejaba en cada letra que tecleaba.

La puerta de la habitación se abrió y veo a Iracema ingresar, ella en verdad se veía cansada, herida, y confundida.

Volví a mi portátil e intente ignorarla mientras escribía, pero debo confesar que desde que ingresó a la habitación estoy más pendiente en su aroma, en lo que hace, que en desahogarme, quizás y es la incomodidad de tenerla aquí en un momento que es tan intimo para mi.

De todas maneras sigo escribiendo, lo que salga, cuando escucho que se caen cosas. Giro a verla y de nuevo la chica hizo un gran desastre. ¡Por favor! Y ella es la más lista, no puede ser.

Cierro mi computadora, mientras ella comienza a levantar lo que está en el suelo. En eso voy hasta mi escritorio para guardar la computadora y de esa formabppder retirarme, quizás al patio.

Voy por mi armario, podría ayudar a la chica, pero no, hoy no voy a ser nada amable con nadie. Le vuelvo a ofrecer una mirada mientras tomo una campera, camino hasta la puerta, y cuando intento abrir la puerta de nuevo escucho el ruido de cosas cayendo.

Estaba por llamarle la atención y decirle que debe ser más cuidadosa, hasta que la vi de rodillas llorando desconsoladamente. ¡Carajo! ¿En serio?  Llevo mi pulgar y mi dedo indice hasta mis ojos, los presiono suavemente, mientras me debato entre dejarla o ayudarla... ganó el sentido común.

Cierro de nuevo la puerta, camino hasta ella, le paso una mano, la cuál ella mira desconfiada, pero finalmente me pasa su mano.

La estiro para ponerla de pie, en lo que ella con la otra mano se seca las lágrimas.

—¡Perdón!—dice y va a tirarse a su cama. En el suelo estaba el frasco de perfume roto. Y por precaución no lo iba a dejar allí. Recogí los pedazos, y lo arrojé a la basura, fui por la escoba y la palita para asegurarme que no queden esquirlas que pudieran dañarnos, Yara solo anda descalza no quiero que se corte.

—No te preocupes, supongo que debe estar agotada, y lo mejor que puedes hacer es dormir...

De nuevo camino hacia la puerta, pero su voz me detiene.

—Yo, lo decía por lo de anoche, siento que fue mi culpa, que ustedes también hayan terminado en la misma bolsa que yo, si no hubiera corrido hacia ti... ustedes no estarían metidos en este lío.

—Iracema, no creo que seas demasiado relevante, para determinar con un simple gesto algo que el universo nos puso en frente, me parece un poco arrogante de tu parte.

Iracema no me mira, sólo aprieta sus manos en puños, yo espero a que me responda, de una forma poco amigable, como estamos acostumbrados, pero ella guara silencio.

Entonces veo que de su rodilla sale sangre. Lo más sensato sería llamar a alguien de enfermería... pero me siento culpable por haber respondido de una forma tan fría, así que voy de nuevo hasta mi armario, quito el botiquín y sin preámbulo alguno me arrodillo frente a Ira, ella se sobresalta al verme, y creo que realmente está afectada aún por los hechos de anoche, y por la noticia de cuál es nuestra misión a partir de ahora.

Las lágrimas caian casi como si sus ojos sono fueran un grifo, ella no sollozaba, parecía que hacia un esfuerzo inmenso para que dejaran de caer, pero eso no pasaba.

Preparé el algodón con alcohol, yo esperaba que se sobresalte, pero ella sólo me mira, quita, apacible, con paz absoluta.

—No es un corte profundo —Le aseguro—.Pero sangras demasiado — ella continúa en silencio, así que decidí volver a desinfectar con algo de mercurio cromo.

Entre nuestro silencio preparé una pequeña compresa de gasa, como nos habían enseñado en la clase primeros auxilios y lo coloqué sobre su herida, pegando un poco de leucoplas en los bordes.

—Gracias —dice y noto que sus ojos están rodeados de una ojeras  profundas.

—¿Y tus anteojos?—pregunto mientras me levanto y guardo las cosas.

—Creo que lo dejé en la habitación de Katú e Yrupé...—ella vuelve a bajar la cabeza, y creo que siento compasión por como está, sin embargo... estoy molesto.

—Mmmm, ¿Y por qué no volviste a su habitación?

—Por que no es la mía —Ella sigue ida.

—Deberias recostarte, descansa un rato.

—¿Te molesta que haya venido aquí?

La pregunta me descoloca, porque, la verdad es que... no lo sé. Abro la boca para hablar, pero ella se apresura en decir algo más.

—Elsa me dijo que puedo mudarme si lo deseo... —el comentario me hizo eco — Le dije que no quería... yo supongo que es porque ya me organicé, ya me hice la idea de cómo convivir 3 años contigo, y muy en el fondo me imaginé, como seria  nuestra competencia estando juntos... no lo sé, sé que es una estupidez, y que ahora hay otras cosas que pensar, pero yo no estoy interesada en desprenderme de eso... ¿Y tú?

Sentí alivio ante su respuesta, y no pude ocultar la sonrisa que se formó en mis labios, miré arriba, metí mis manos al bolsillo, y antes de retirarme definitivamente, solté el aire de mis adentros.

—No me molestas, si te refieres a mi comportamiento actual... sólo,  necesito tiempo ahora mismo, para encontrarme, es mucho que procesar... y en cuanto a nuestra competencia... creo que nada me daría más gusto Ira... va a ser lo único que le de normalidad a mi día a día.

>>Sí, ayer quería que te mudaras o yo hacerlo, sin embargo...hoy es diferente. Por mi, la respuesta es... ¡Quédate! Pero, sólo tú sabrás si quieres o no continuar aquí.

>>Nos vemos Ira... mejor duérmete.

—Gracias Luriel, voy a dormir, luego, ya comenzaré a prepararme, porque en verdad, este año te quiero... ganar en todo.

—También... te quiero... ganar en todo.




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