El internado, La colmena

Capítulo 34. Quiero

—¡No me importa lo que cueste! —Papá hablaba fuerte y tajante en el teléfono, mientras mamá me acariciaba la cabeza y dejaba una taza de té delante de mí—. Quiero 15 guardias más, y absolutamente nadie tiene que poder llegar hasta mi casa al menos que yo lo autorice.
¡Bien! Qué sea en menos de 10 minutos... ya les haré el depósito... adiós.

Papá se acomoda el cabello, guarda el celular en su bolsillo y se sienta a la mesa con nosotros.

—¿Estás seguro que estás bien?—Vuelve a preguntar por enésima ves.

—Sí, padre—Respondo fatigado, son las 00:00 y el interrogatorio parece interminable, y creo que es hora de que yo haga las preguntas —¿Qué te dijo Elsa sobre el chófer?

Mi pregunta fue sin rodeos, mamá alzó la vista hasta Papá, pero al parecer, el considera que es es mi derecho saberlo, por lo que termina hablando finalmente.

—Cariem determinó que el mata abejas estaba dentro del chofer—Eso me dió nauseas, porque ya imagino lo que debió acontecer — No sabe aún cómo, su espíritu recolector está trabajando en ello, pero lo que sí sabemos es que el hombre creció hasta su tamaño normal, descompuso el cuerpo del chófer de adentro hacia afuera, derritiéndo sus huesos y músculos...

—Es por eso que olía a podrido—Intervine recordando el olor nauseabundo que me invadía las fauces.

—¿No es peligroso que sigan las clases Mortel?—Pregunta mamá desesperada, mientras papá se sirve un poco de whisky en su vaso.

—Para mi Solei, lo es, pero Mortel insiste que si suspendemos las clases en el internado el mensaje será que les tememos, sin embargo si no lo hacemos...

—Entenderán que las bestias nos cuidan —Aporté mientras apretaba mis labios y tomaba con ambas manos la taza caliente de té.

—Exacto...—Papá bebe de su vaso .

Se notan los nervios en ambos, yo sé que esta no es la bienvenida que me iban a dar, ni mucho meno el tema principal, sin embargo, aquí estamos los tres, sentados, asustados pensando en que cualquiera podría ser un mata abejas.

Al fin le doy un sorbo al té, y esto hace que mi cuerpo se relaje por fin, estoy seguro que es obra del poder de mamá.

—¿Saben algo de Iracema?— pregunto preocupado

—Está a salvo en su casa,—Papá enciende un cigarro, y su cabello cae sobre si rostro—. También contrataron guardias de más. Los padres de Juan José y Gustavo también.

—El internado también aumentó el nivel de seguridad—comenta mamá mientras sigue jugando con mi cabello, buscando darme cariño y tranquilidad—. Pedimos que más soldados vayan a vigilarlo, así que... supongo que Orkias tiene razón... vamos a lanzar el mensaje de que somos unidos, y que si atacan a uno, nos protegemos entre todos.

El silencio se hizo en la gran sala, esto es lo que tiene esta casa, está ubicada en medio del campo, casi a la mitad de la nada, y cuando el silencio reclama un logar, el sonido del bosque lo llena, de los grillos, de las ranas.

—Bien, debes ir a darte una ducha, e intentar dormir, ese té te ayudará a conciliar el sueño amor—Mamá me da un beso en la frente mientras me habla—. Llevo a Luriel a la cama... ¿Te encargas de los guardias?

—No te preocupes —Papá se levanta de la silla—. Yo me encargo de verificar que no sean intrusos.

Papá se remanga la camisa italiana que lleva hasta los codos, y en sus manos se dibujan como enredaderas de oro, que van desde sus dedos hasta su antebrazo.

Una luz calida salio de sus manos, y con firmeza se dirige al patio, lugar en que se escucha el sonido de un helicóptero aterrizando.

—¿Qué es lo que hará?—pregunto a mamá realmente intrigado.

—Hipnosis —Contesta como si nada—. Los someterá como a una prueba de la verdad y de esa manera sabremos si hay algún impostor.

Eso suena muy cool debo admitir, al igual que debo admitir que es la primera vez que veo a Papá preocupado, trabajando, haciendo algo más que sólo ordenar a la servidumbre.

Llegamos a mi cuarto, mamá me abre la puerta y esta no es la casa que más me agrade, odio que la ventana sea tan grande, aunque por las mañanas me recompense con la vista al cerro, odio las cortinas de tul, porque veo la noche, y me siento expuesto.

¡Carajo! Hablando de expuesto, estoy olvidando mi trabajo.

—¡Mamá!—Digo con algo de desesperación.

—¿Qué pasa?

—Necesito hacer algo antes de dormir. ¿Me permites? Debo buscar algo en la cocina. Espérame aquí un segundo.

Salgo corriendo en dirección a la cocina, dejando a mamá en mi cuarto, sin embargo, soy consciente de que no puedo fallar en mi tarea ni una sola vez.

Cuando llego a la cocina veo a las muchachas preparando el pan para el desayuno de mañana.

—Señoritas—Saludo cortés —¿saben donde puedo conseguir miel? ¿Caña o Ron?

—Falta que pida tabaco y ya estamos—Contesta la mayor de las chicas mientras ríe,  y cuando le hago un gesto afirmativo, la sonrisa se le borra—. ¿Está hablando en serio joven Gianti? ¿Sabe que es peligroso hacer tratos con el señor de la noche?

No es difícil, saber, que la gente del campo cree en estos mitos, que para mi, hace un año no eran más que fantasias, y ahora, es mi realidad desde hace unos días.

—El problema es que el trato ya está hecho y no debo fallar—Contesté, y ambas se miraron con temor, pero sin más se pusieron a juntar las cosas y colocarlo en un pequeño plato.

La mayor me entregó el pedido en mano, y se lo agradecí inclinando la cabeza.

—No debería creer en estas cosas—advierte— Pero lo creo, vi a mi abuelo hacerlo por años... él decía que gracias al señor de la noche nunca le pasó nada en la oscuridad... mi tío, sin embargo, falló una vez y nunca lo volvimos a ver... joven Luriel, tenga cuidado sobre lo que está haciendo.

Me encantaría decir que no soy yo quien buscó el trato, y que no estaba listo para entregar un tiempo de mi, todas las noches a este ser mítico, pero no puedo. Si lo hiciera, faltaría a las reglas de La colmena, así que, solo le ofrezco una sonrisa amable, agradezco y me retiro.




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