El internado, La colmena

Capítulo 42. Irreverencia

—¡De verdad todo esto es Genial!—Betania agita los brazos con exacerbada energía—. ¡Qué emocionante seria estar en su colegio!

Gustavo prácticamente escupe el agua que estaba bebiendo al oír eso, Juanjo ríe y yo solo niego.

—Sí, podría ser genial—Intento decir—Si no fuera por las largas horas de clases, pero bueno, nos acostumbramos.

—¿Es así como dicen?— Jorge habla mientras sorbe de su popote de metal la bebida gaseosa—. Largas horas de clases y clubes obligatorios.

—Eso y más —Juanjo habla mientras su vista sigue al balón que Zunú acaba de arrojar al aro de basket—. Pero con el tiempo te acostumbras.

—Mmmm—Jazmín estaba tomando una cocacola directo de la Lata, y ese acto me parecía algo sexy... ayyy si, de nuevo el flechazo—. Su colegio es muy genial, en verdad esto se ve de puta madre— abre los ojos bien grande al decir eso, pero luego reimos todos—. Lo siento, soy muy espontánea, no me sale la formalidad.

—Nos encanta la formalidad...

Miramos de nuevo el partido, cuando escuchamos unos vítores, y las porras de las hinchadas de nuestro colegio y del San Diego.

En este sector estamos concentrados casi todos, otro poco está preparándose para las siguientes actividades que incluyen danza, canto, fútbol de salón, fútbol de campo, y Volleyboll.

—¿En qué deporte están ustedes?—Pregunta Sara mientras se inclina sobre ella para vernos a la cara.

—Casi todo—responde Gustavo apresuradamente—Hasta en danza, estamos prácticamente obligados.

—Son muy exigentes con ustedes—Jazmín arroja la lata y enboca el basurero, mientras se cruza de piernas y sonríe.

Ese aire de rebelde bien portada le queda muy bien. 
 

—El punto es que seguramente nos enfrentaremos en algún momento en la cancha, y la verdad eso estaría emocionante—Digo también terminando de beber de mi lata de coca.

De nuevo los vítores de nuestra hinchada nos anuncia que el equipo ha realizado otra anotación. Aplaudimos el hecho, cuando me fijo que Iracema, Yara y Jose van caminando al borde de las gradas.

Las sigo con la vista, y ¡Oh sorpresa! Iracema tropieza, pero antes de ir al suelo, un chico la sostiene. Ella le ofrece una mirada de agradecimiento, y le dice algo, el chico, se lleva la mano a la cabeza, y es evidente que comenzó a coquetearle. Puse los ojos en blanco, ¿Me molesta? ¡sí! ¿Puedo hacer algo? ¡No!

Así que mejor dejo de ver allí.

El partido acabó, y bajamos de las gradas, hablando de sandeces, la verdad muy entusiasmados, mostrando, presumiendo en el caso de Gustavo.

La música sonaba fuerte, que prácticamente ellos tenían que gritar para entenderse.

Yo sigo con la lata de coca cola en la mano, hasta que veo el basurero en donde Jazmín arrojó su lata, voy hasta ella para arrojar la mía, y en el camino choco contra alguien.

Mi cuerpo sintió una mala vibra, y más al verlo, el sacerdote estaba observándome, con esa misma expresión de asco, con la nariz arrugada, como si algo apestara en el lugar.

—Disculpe  señor— me esfuerzo en que las palabras salgan con amabilidad, e intento seguir mi camino.

—Definitivamente este colegio está lleno de jóvenes atarantados—Suelta y su voz sale igual de asqueada que su expresión.

—¡Quizas! Pero así como somos atarantados, somo educados.

Él rie, y puedo escuchar como el catarro de sus pulmones se mueven con su gesto, eso si da asco, estoy seguro que es consecuencia del cigarro.

—No creo que ustedes puedan ser realmente educados, sólo son un montón de niñatos que saben de etiqueta.

Ofendido, sí, así me sentía, ¿Qué se creía él para hablarme así? Nosotros no somos niñatos, y el tampoco es una persona educada para llamarme la atención.

—¿Y acaso usted lo es? ¿Al rebajarse a discutir con un niñato? Sólo demuestra que no tiene autoridad.

—Y aquí está la irreverencia de las abejas, que se creen superiores al mundo. Sólo son un enjambre de impuros, mundanos avariciosos.

—¡Interesante! Piensa eso de nosotros, sin embargo asiste a una actividad organizada por estos impíos mundanos... espero que disfrute de su estadía... padre.

Él iba a seguir, pero lo rodee, para ir hasta el basurero, arrojé la lata de gaseosa, y caminé con las manos en los bolsillos.

El logo de su insignia es del Saint Carlos, eso quiero decir que es del colegio de Jazmín y compañía.

¿Y si es una trampa haber conocido a la chica en estas condicione?

Quizás deba ir junto a Orkias e informar lo que mi instinto me advierte.

La espalda comienza a arderme  al igual que el cuello, la vista se me hace borrosa, pero la música sigue sonando en mi cabeza. Aún escucho la risa del hombre, y su conversación se me hace nítida.

—Estas abejas son un fastido—Escucho sus dientes chochar, mientras sigo caminando alejándome, arrastrado por la masa de personas que van en mi misma dirección.

—Lo son padre—habla una mujer joven, la voz es muy seductora y tiene un acento extranjero—Pero debemos tener cuidado, ni nuestros estudiantes ni ellos deben sospechar, necesitamos entender como funcionan, o esto será en vano, por favor, intente ser menos odioso.

—No puedes darme órdenes... —Reclama, mientras mi respiración se va haciendo más pesada y la conversación se me mezcla con otras de los que están caminado y charlando.

—No es una orden, es un favor... esto es importante para la reina, y ambos lo sabemos.

—Bien, busquemos a nuestros críos.

Mi pecho comenzaba a apretarme, y el olor a cigarro, caña y miel se intensificaba, era como si intentara solapar un aroma más fuerte que venia de afuera.

Pasé mi mano sobre mi cuello, intentado de esa manera recuperar mis sentidos por completo, pero no, parecía como si estuviera al fondo de la piscina ahora mismo, y escuchara todo a través de un gran tubo.

—¿Estás bien Lurie?—Iracema se pone delante mío.

—Sí —miento y la aparto con mis manos para seguir mi camino, no estaba de humor para enfrentar mis dolores, porque a pesar de estar medio ido, medio desvanecido no necesito sumar a todo esto sentir rabia, o celos.




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