El internado, La colmena

Capítulo 48. Hoy

Juanjo, Gustavo y yo corríamos, alejándonos de la multitud, adentrándonos al espeso bosque, mientras Mirena flotaba desesperada sobre mi, por el rabillo del ojo puedo ver como mira desesperada a todas las direcciones, buscando a alguien, quizás una respuesta a nuestras dudas.

—No hay ni un solo espíritu —dice ella tomándose de las manos y frotándolas— Esto no es bueno Luriel... reconozco este vacío.

Quiero preguntarle cosas, pero Mirena no lee mi mente, y no puedo hablar o me tomarían de loco, o podría al descubierto que ella me acompaña.

Juanjo es el primero en frenar, derrapa sus pies sobre las hojas secas, para quedar con el rostro totalmente invadido de sorpresa y miedo, Gustavo intentó avanzar más, pero mi amigo lo detuvo, tardé una milésima de segundo para darme por enterado de lo sucedido.

Ante nosotros, había un manojo de víboras en el suelo, de todos los colores y formas que alguien pudiera imaginarse, y del otro lado, a unos 30 o 40 metros estaba Jose, atada a un poste, gritando desesperada, porque las víboras rodeaban la roca sobre la que sus pies posaban.

Ninguno se los tres presente tenemos el sello del tercero, por lo que no podemos manipular a los animales, y esto se vuelve realmente peligroso cuando ellas no solo van hacia Jose, sino que vienen también hacia nosotros.

—¡Carajo! Nada de lo que aprendí  nos ayuda en esto —Gustavo habla colérico.

—Igual, pero somos inteligentes... vamos a resolverlo—Juanjo dama pasos hacia atrás mientras decia esto.

Concuerdonxon Juanjo, nosotros vamos a encontrar la forma de resolver esto... el problema, es que no, no es sólo esto, claro que no.

Las ramas de los árboles comenzaron a sacudirse de un lado a otro, y en el aire se esparció el aroma a metal, tam pronto como nos dimos cuenta, tras nuestro cayeron pesadas cadenas plateadas, como si alguien acabara de ponernos en un círculo gigante.

—Es plata—dice Mirena y el miedo se nota en mi espíritu acompañante, que se supone, no debería tener a nada—. Está bañanda  en sangre inocente y sabía de árbol maldito...

—Es para alejar al 7mo...—Digo mientras mis amigos me observan con intriga.

—O sea—Juanjo aprieta la mandíbula— aquí no nos salva nadie.

—Tu amigo, tiene razón —Mirena habla casi temblando—. Y nadie nos oirá, escuchará, o podrá tan siquiera llegar a nosotros, yo tampoco puedo ir a advertir a otros espíritus para llamar a sus dueños... no tenemos escapatoria... yo no la tuve.

No disimulé, mis ojos se clavaron en Mirena al decir esas palabras, al fin y al cabo ella era un alma en pena, y eso, solo pasa cuando mueres muy mal ¿Esta tarde nos convertiremos en sus compañeros?

—¡Vaya! ¡Vaya! Mira nada más qué es lo que tenemos aquí Rigel—La voz de un joven se escapa de entre las copas de los árboles.

—Mmm Sí Daneb hoy es día iluminado por el padre— la otra voz provenia de hacia donde estaba Jose.

La verdad es que estaba colérico al ver colo sus largos y huesudos dedos tapaban la boca de mi prima mientras que con la otra mano, sostenía un cuchillo en forma cruz sobre la altura del estómago de la chica.

—Sí, de esa misma manera me mataron, ambos— Mirena sonaba  furiosa y temerosa a la vez— No hay forma, tu padre y mi hermano no lograron salvarme Luriel, es mejor que pienses como salir de aquí con tus amigo y olvides a Jose.

No, no podría por muchas razones, Jose es mi prima, segundo, es la ninfa, tercero, yo soy el Cario, protector de la colmena, faltaría a mi misión si es que no hago algo.

—¡Mierda!—Gustavo masculla mientras ve como Jose comienza a llorar.

Las lagrimas podían verse hasta aquí, porque estas brillaban como si estuvieran cargadas de purpurina, esa, podría ser una señal de magia, sorpresa y misterio, pero en este preciso momento, sólo significa peligro, acabamos de dar un dato importante a nuestros dos invitados.

—¡Santos demonios del infierno Daneb! ¡Creo que tenemos a una que vale su peso en oro!

—Diablos, padre estará muy feliz, pero es una pena que no la podremos matar aquí ante sus amigos, sin embargo, eso me da una idea... matemos a uno de ellos para que vayan con el alma rota a contar como es que secuestramos a una abejita y destripamos a otra—rió de forma socarrona y ahora sí soy capaz de sentir el miedo.

—¡No crean que les será fácil!—Grito con energia—. Ustedes no se van a llevar a mi prima.

—Awww ya tenemos a la abejita que será destripada—Ragel paseaba el cuchillo sobre el vientre de Jose mientras me observaba con sed, como si la idea de destriparme fuera a exitarlo.

—Deja de provocarlo—Advierte Mirena, mientras seguiamos retrocediendo con mis amigos a causa de las víboras.

El segundo salto de una de las copas de los árboles y caminó hasta donde Ragel tenia a mi prima, no había visto a ninguno de los dos durante el intercolegial, lo que significa que no entraron ni convivieron con los demás.

Estaban vestidos perfectamente de trajes negros y en sus dedos pulgar e índice llevaban como un cuero que cubría su piel, cerrándose en una especie de pulsera sobre la muñeca, del que colgaban algunos objetos que no logro distinguir por la distancia.

—Voy por ellos—Daneb habla al joven que sigue sostiendo a Jose—¿Quieres mucha o poca sangre?

—Hermano, sabes que me encanta la lluvia, hazme el favor de salpicarnos con ella.

Daneb saltó de la roca, o voló, no lo sé, sólo puedo describir que de un impuso llegó hasta frente nuestro. Mi corazón latía tan fuerte que lo escuchaba, así como oia a Jose quejarse de dolor por como Ragel la tenia sostenida.

No pude moverme, bastó medio segundo para que el joven Daned me tuviera acorralado, rodeado de serpientes.

Mis amigos estaban conmocionados, pero con la calma más improvisada que podía hice un gesto para que se queden quietos.

—Debes correr —Ordena Mirena quien ve con desprecio y temor al joven.

—No...—susurré al espíritu quien parecía buscar una salida.




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