Mi respiración ya no da más. Ver a esos que consideraba parte de La Colmena, a pesar de que la sospecha siempre estuvo presente.
Yrupé y Julissa, paradas al frente con la mirada cargada de ego, no me esperaba de la primera, la verdad, pero de Julissa, me surgió la duda cuando Vega la mencionó.
Mis camaradas están suspendidos en el aire, como simples muñecos, incluido Katú, y yo que guardaba con Ansias que él sea parte de los traidores, no lo es.
En una línea, frente a Yrupé y Julissa, están Aline, Florencia, Vega y Atria, con los ojos en blanco, casi como poseídas, evidentemente, siendo manipuladas.
Orkias, Elsa, mamá, papá Thalia y Cariem, encerrados en una especie de jaula de huesos.
En medio del salón, las literas se apartaron y se dibujó un círculo de arena, en el centro una gallina degollada, con la sangre y las plumas esparcidas, imagino que para hacer la invocación de oscuridad de Sangre.
Ira está con su arma en mano, y yo acabo de invocar el Takapé, justo a tiempo, porque las puertas del salón se abren con violencia, seguido de los alaridos de espíritus que sufren, no los veo, pero los oigo. El viento sacude nuestros cabellos, como si estuviéramos en medio de una gran tormenta.
Carina tiene en la mano el bastón de oro, que mueve con agilidad en su mano, como si esta fuera liviana.
—¡Impecable!—Carina rie y los espíritus lloran, haciendo que la escena se vuelva tétrica—. Gracias Yrupé por preparar la cocina, hoy haremos gotas... ¿y adivinen quienes serán los que le darán vida?
—Debemos destruir ese círculo—Ordena Iracema—. No será fácil Luriel, Anastasia, Zunú, ni ningún maestro lo logró.
—Lo haremos, Ira, vamos a destruir a Carina.
—¡Ayyy! ¡qué ternura! —habla la mujer—. ¿De verdad creen que ustedes podrán contra mi? Pero, mis amores, no se crean tan importantes, yo no tengo tiempo para ustedes.
>>Yrupé, Julissa, matenlos, solo quiero su sangre. Ahhh ustedes,—apunta a las manipuladas—. Traiganme a Orkias... a él si lo quiero con vida.
La guerra estalló.
Los lamentos seguian sonando fuertes, como si alguie estuviera poniendo a recordar a esas almas el dolor de sus muertes.
Yrupé y Julissa, no midieron palabras, solo atacaron, mientras de fondo escuchaba a Katú llamando a su madre pidiendo, no, rogando que dejara a Iracema en paz.
Sin embargo los ataques eran agresivos y constantes, Yrupé atacaba a matar, y usaba todas las técnicas que Zunú nos enseñó, pero olvidó que yo también soy su aprendiz.
—Jaguarete —llamo mientras mi espíritu se trasforma en una mujer de cabellos rubios con mechones negros, ella tiene en las manos una especie de dagas hecha de huesos, afilada y brillante—. Libera a todos los que puedas, inicia con Anastasia.
—Como ordene, Cario— me hace el saludo, cuando Julissa le arroja una servatana, sin embargo Jaguareté, solo alza la mano y detiene el dardo en el aire—. Tienes suerte de que tenga órdenes que cumplir.
Jaguareté se aleja, gracias a que Iracema bloquea a Julissa y la arroja al suelo.
Yrupe intenta atacar mis hombros, sabiendo que tengo centrado allí mi debilidad. Sin embargo no se lo dejo tan fácil. Bloqueo sus ataques con mi Takapé, cosa que deja al descubierto mis brazos, por lo que termina realizandome un corte en el brazo. La sangre cae, alcanzó una arteria importante... mierda.
—Sí que aplicas a la perfección las clases de anatomía Yrupé.
—Me dieron ordenes de matarte, y a eso voy, o te desangras o lo hago de forma instantánea, tú decides como quieres morir.
—¿Por qué ayudas a alguien que mató a tus padres?—Pregunto arrojando el Takapé y avalanzando mi cuerpo contra ella, golpeo en el esternón y la dejo sin aliento, inmovilizado de esa manera su cuerpo.
—Merecían su muerte—dice apenas intentando atacarme de nuevo, pero logró atajar sus manos, para evitar que pueda realizar movimientos, me subo ahorcadas sobre ella, y realizo una invocación para mantener su cuerpo inmóvil y pesado—. Eran impuros, como Anastasia y Zunú... ellos también merecen morir.
—Sádica, loca, fuiste tú quién abrió los muros protectores para que las abejas entren a atacar a Jose.
Tomo mi Takapé y apunto a su garganta. Ella ríe cuando escucho el grito de dolor de Iracema, Julissa atravesó su hombro con una flecha. Estas mujeres van en serio, debo ir por Ira.
Me levanto, pero Yrupé aparece delante mío, también con un Takapé, apuntandome en medio del pecho— miro hacia la dirección del cuerpo que deje atado en el suelo y veo a Gustavo inconsciente.
—Te trasmutas...—acuso con miedo.
—Sí... y es así como usé a tus amigos, a tus pretendientes, así, como Aline no fue al cumpleaños de Ira, y fui yo, así como logré entrar en una viuda negra e infectarte, como cada uno de tus pasos los sabia, y como me aseguro de que siga viva, porque si me matas... no me matas a mi...—ella ríe al ver mi expresión de pánico, porque nota que seria incapaz de matar a alguno de La Colmena—. Ayyy Luriel, si fueras poco ético serias más feliz.
>>No te queda mucho tiempo Luri, te vas a desangrar... así que si quieres salvar a Iracema, deberás matarme.
—Siempre hay una alternativa Yrupé.
La chica me golpea el hombro, haciendo que caiga de rodillas en el suelo, toma el Takapé con ambas manos y cuando está por introducirla en mi pecho cuando logró hablar.
—Despliegate...—susurro.
Y en eso Pora se materializa, de sus labios secos sale una risilla de terror que resuena como eco en medio del gran salón.
Esa, no se la esperaban.
Hasta Carina dejó su ritual a medias para mirar al pequeño duende, que no estaba solo, a su lado habían más como él, pero diferentes, unos de barro, otros de hierro, de agua, de plantas y gaseosos.
La risilla estridente volvió a sonar de todos juntos, empujando a Yrupé contra los muros de oro. Inmediatamente, su cuerpo cambió y se convirtió en Josefina. Y los pocas se desplegaron felices en mil almas horribles, juguetonas y sedientas de inundar de pavor a quienes están traicionando a La Colmena.