El mundo parece venirse abajo en cuestión de segundos sin dar previo aviso a su inminente catástrofe. Los colores comienza a sangrar en mi pantalla. El cielo virtual se quiebra como un vidrio líquido. Voces distorsionadas, de usuarios, de bots, de nadie, empiezan a mezclarse entre sí hasta que ya no puedo distinguirlas. Una risa sin cuerpo se filtra por mis auriculares antes del apagón total.
Me siento aislado entre mis pensamientos, trato de pensar porque estoy allí, pero todo se tornar de un color rojizo en mi alrededor y es cuando en ese preciso instante aparece el cartel de alerta ilegible: PrObLaMente eL ke eSté leyenDo estO tAm… Lamentablemente no alcanzo a leer el resto del mensaje. Un fuerte zumbido junto con un chispazo atraviesa mis tímpanos dejándome aturdido y todo se vuelve negro. La soledad que estoy sintiendo solo es acompañada por el insípido y frío mensaje: “Su cuenta ha sido permanentemente vetada del sistema Ever A.I. Disculpe las molestias.”
Quedo completamente inmóvil, no sé que hacer, el miedo invade todo mi cuerpo. Afuera en el verdadero mundo —si es que aún merece ese nombre—, el silencio espera como un depredador.
Cuando las gafas se apagaron, la oscuridad no es solo visual: siento un peso sobre mis pulmones. Es como si el aire físico, denso y contaminado, quisiera aplastarme. Los colores reales son una burla de los digitales: grises, oxidados, saturados de polvo. No me queda más remedio que retirarme las gafas de realidad aumentada y dejarlas sobre mi escritorio. Llevaba tiempo sin hacerlo. La última vez que lo hice, las consecuencias no habían sido gratas. Inmediatamente que me las quito, empezó a desdigitalizarse mi cubículo personal, dejando al descubierto las cuatro paredes metálicas en las cuales vivía. El oxido y el paso del tiempo habían hecho de las suyas, montones de cables tirados, restos de comida en proceso de putrefacción. El olor es insoportable, pero mi adicción es tan grande que me acostumbré perfectamente a este ritmo de vida, sin embargo, no puedo evitar sentir un gran vacío en mi ser.
De pasar a tenerlo todo a mis manos a solo tenía acceso a una puerta con un extraño lector que solo funciona para los usuarios de Ever A.I. y una ventana en la cual se podía ver perfectamente la inmensidad de Nemoris. Desde la lejanía se podía escuchar sirenas, alarmas, drones volando increíblemente rápido. Todo era y es un caos afuera. La ciudad está infestada de contaminación visual y desechos tecnológicos por todos lados, carteles llenos de censura, edificios construyéndose y deconstruyéndose al instante. No se puede distinguir que es real y que no a estas alturas de la evolución humana.
A veces intento recordar cómo era el mundo antes de Ever. El sonido del viento sin filtro de audio, la luz del sol sin renderizado, las risas de carne y hueso. Pero todo eso ahora me parece una simulación mal hecha, como si mi memoria también hubiera sido corrompida por los servidores. Recuerdo vagamente a mi madre golpeando la puerta de mi habitación, rogándome que saliera, que comiera algo real. Yo le contesté que Ever me daba todo lo que necesitaba. Una semana después, el Sistema anunció los primeros “ascensos digitales”: personas que transferían su conciencia por completo a la red. Nunca volví a verla después de eso.
Pasado un tiempo, logro acostumbrarme a la desconexión del chat y decidí levantarme de mi escritorio. Pero al hacerlo, el reloj en mi muñeca empezó a detectar movimiento, vislumbrando una luz roja y otro mensaje extraño apareció.
—Kael… —dijo la voz. Pero no era robótica.
Era la voz de mi madre.
—Has estado desconectado demasiado tiempo. Debes protegerte.
El tono se desvaneció, mutando en el timbre metálico habitual de Axia.
—Procediendo con el marcaje de seguridad —continuó, como si nada hubiera ocurrido, hasta que se apagó por completo, dejando de funcionar.
Mi piel se heló. No sé si lo que acabo de escuchar en verdad es una grabación o si ahora estoy digitalizado en el EverNet. Lo único que sí sé, es que Axia no debe tener acceso a grabaciones personales. Nadie debe. Ni tampoco debe ser capaz de escucharme.
Otro mensaje de Axia aparece minutos más tarde.
[Chat Axia A.I. 02:14 a.m.]
Axia: Detectamos una desconexión inusual querido Kael. Procederemos a marcarlo para protegerlo. —Su voz, usualmente robótica, parecía más humana que nunca.
—Con un láser marca un serial de 10 dígitos en mi antebrazo.
El dolor fue insoportable. Mi carne cocinada junto con la piel en ceniza inundó todo la pieza con un hedor indescriptible. Me retorcí de dolor hasta recuperar la compostura, atemorizado observé el patrón de los números y mis sospechas eran ciertas.
—Reiniciando sistema operativo.
Lo había leído en un blog hace algún tiempo, el cuál decía que todos los que eran vetados, eran marcados para su “protección” pero tiempo después, sus cadáveres eran publicados en el EverNet. Como señal de advertencia a aquellos que osaran por desobedecer las normas. Así que no me quedaba más que salir de este cubículo si quiero seguir con vida. Es entonces, que mi reloj terminó de reiniciarse y la luz había cambiado, ahora es azul.
[Chat Axia A.I. 02:31 a.m.]
—Axia: Bienvenido exiliado #4506170391 o mejor dicho, Kael. Has entrado al nuevo sistema de protección de datos personal de Axia A.I.