El invierno del ángel (disponible en físico)

⭐ Capítulo 5: un poderoso y extraño sentimiento.

Un hombre con ropa de invierno muy desgastada y oscura se acercó tambaleándose hacia Anthony, sostenía uno de sus brazos con la mano opuesta, su ropa tenía sangre en varios lugares, se detuvo un instante como haciendo un esfuerzo para mantenerse de pie y continuó.

—¡Mi compañero… está herido!, ¡¿tienes un… teléfono?!

—¡Ya llamé a emergencias! —le contestó Anthony—, ya vienen en camino.

—¡Dios mío! ¿Está muerta? —preguntó acercándose a mirarla con cuidado, entre todo el malestar que cargaba, por la reciente colisión, se le notaba muy asustado.

—Todavía respira —respondió Anthony esperanzado mientras se arrodillaba para observarla de nuevo.

—¡Maldición!, ¿qué demonios… hacía ese… auto allí detenido? —cuestionó el hombre, era muy joven, fácilmente podría pasar por menor de edad, se dejó caer sobre la nieve sin mucho cuidado.

—No..., no lo sé —respondió Anthony intranquilo.

«Se detuvo por mí», dijo para sus adentros, y cerró sus ojos con fuerza como si estuviera concentrándose lo suficiente como para retroceder el tiempo y cambiar la realidad de lo que acababa de ocurrir.

—¡Maldita sea!, ¡maldita sea!, ¡maldición! —repetía una y otra vez la persona y se llevó ambas manos a su cabeza.

—¿Tú estás bien? —se atrevió a preguntar Anthony observando con detenimiento la sangre que impregnaba una de las mangas de su chaqueta.

—Un poco aturdido, y con un brazo roto, pero bien —aseguró.

—¿Qué le ha ocurrido a tu amigo?

—Está inconsciente y tiene un golpe en la cabeza —respondió girando su rostro para mirar hacia el camión.

—¿Tenía puesto el cinturón de seguridad? —preguntó Anthony.

El joven respondió avergonzado con una negativa.

Anthony dirigió su mirada hacía el camión y luego volvió a ver a la mujer que permanecía inmóvil. Al pensar en el compañero del muchacho a su lado, miró rápidamente hacia el auto rojo y se le ocurrió que tal vez podría haber alguien más adentro, quizás algún niño en el asiento trasero. De inmediato fue a investigar.

Aliviado de no encontrar a nadie más, tomó una cartera que estaba sobre el asiento del copiloto y regresó a vigilar el cuerpo indefenso.

Todo parecía suceder de una manera anormal, como si alguien acelerara el tiempo a la vez que las escenas ocurrían en cámara lenta, era muy extraño, y consideraba que la ayuda tardaba en llegar.

Al fin se escucharon las sirenas. Con velocidad, una de las ambulancias se estacionó al lado del vehículo rojo y dos paramédicos bajaron con prisa, llevaban con ellos una camilla y otros equipos.

—¡Aquí! —gritó Anthony al tiempo que hacía señas con los brazos para llamar su atención.

—¡¿Hay alguien más en el auto?!

—¡No! —respondió de inmediato—, pero hay un muchacho…

— ¡Mi compañero está herido!, ¡por favor, allá…, en el camión! —suplicó el joven que había logrado, a pesar del brazo lastimado y la contusión, ponerse de pie movido por la adrenalina del momento.

—¡La otra ambulancia venía detrás de nosotros!, ¡no debe tardar en llegar, junto con el camión de bomberos!

Anthony tomó su abrigo para ponérselo, no sabía cómo había podido soportar tanto rato sin él. Se hizo a un lado cuando escuchó que una voz le preguntaba.

—¿Qué ocurrió?

—Ella iba a subirse a su auto y aquel camión la embistió por detrás.

—¿Qué hacía ella fuera del auto? —cuestionó el paramédico, observando ambos lados de la calle—. Estamos en medio de la vía.

Anthony no supo qué responder, no podía decir la verdad.

—¿Ustedes pueden ayudarla? —preguntó Anthony señalando a la mujer.

—¡Hola!, ¡¿puedes oírme?! —preguntó el otro paramédico a la mujer inconsciente—. ¡¿Me puedes decir tu nombre?! ¡¿Tienes dolor en algún lugar?!

—No responde —agregó su compañero mientras que la revisaba con mucha rapidez—. Debemos movernos rápido, debido a la nieve nos retrasamos, ha pasado mucho rato, ¡a la camilla!

—De acuerdo.

Los hombres prepararon el cuerpo, y Anthony no hizo otra cosa que darles espacio para que pudieran proceder lo más rápido posible.

—¡Te vamos a levantar!, ¿está bien? ¡Uno, dos, tres!

Al instante la subieron a la camilla y después de asegurarla bien la llevaron a la ambulancia. Anthony agarró sus pertenencias junto con la cartera de ella también.

Los hechos ocurrían demasiado rápido, y él no parecía retener la información. Abrumado por todo lo ocurrido, observó a su alrededor, las luces de las sirenas en la oscuridad de la noche eran cegadoras, la nieve había empezado a caer con rapidez, el camión de bomberos ya había llegado y estaba estacionado al lado de la otra ambulancia, mientras los demás paramédicos subían en ella al otro conductor cuyo compañero lloraba al tiempo que maldecía su mala suerte.

—¡¿Puedo ir con ella?! —preguntó Anthony con cierto temor.

El paramédico lo observó de arriba abajo, prestó extrema atención a la almohada.




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.