Anthony esperó varias horas en angustia, hasta que sin darse cuenta se durmió, acostado, ocupando tres asientos soñaba con el accidente. Sarah iba a subirse al auto y él trataba de advertirle, pero a pesar de que gritaba con la mayor fuerza, no le salía la voz y sus piernas no se movían, sobresaltado, veía ante sus ojos cómo la inevitable colisión de autos ocurría. Fue entonces cuando sus piernas le permitieron correr hacia ella y justo en ese momento sintió que algo le quemó la cabeza.
—Lo siento muchísimo señor, ¿lo desperté? —Escuchó.
Por poco Anthony cayó al suelo, una señora de la tercera edad había derramado, al parecer, un poco de su bebida caliente sobre el cabello de Anthony.
—Estoy bien —se limitó a decir y tomó sus cosas junto con la cartera de Sarah para levantarse.
—De verdad lo siento muchísimo señor.
Anthony hizo un gesto con la mano y se acercó con prisa hasta la recepción, trataba de no caerse debido al sueño.
—¿Qué hora es? —preguntó mientras se frotaba los ojos con una mano—. ¿Dónde está ella?
—Son las cinco de la madrugada —respondió la mujer encargada, una señora regordeta, con abundante colorete y que saboreaba unos caramelos que sacaba de un bowl de cristal frente a ella—. ¿A quién busca usted?
—A Sarah Anderson, llegamos hace unas horas.
—¡La chica del accidente!, ¡claro, claro! —respondió con una alegría que no correspondía a esa respuesta, sacó otro caramelo y comenzó a quitarle el envoltorio—. Me parece que ella está en la sala de operaciones.
—¿Cómo que está en la sala de operaciones?, ¿qué tiene? —preguntó Anthony angustiado, tratando de que los caramelos no lo distrajeran.
—¿Es usted... familiar? —preguntó observándolo, esta vez con desconfianza, primero lo miró a él y después a la almohada.
—No —respondió con apatía, necesitaba saber qué le había ocurrido.
—No puedo darle la información que me pide, señor —aseguró y sacó otro caramelo.
—Es que verá... —intentó explicar, de pronto no lograba articular nada, su respiración comenzó a agitarse, parecía ser de nuevo una pesadilla, además, el sonido de los papelitos de caramelo lo encontraba ensordecedor.
Anthony retrocedió unos pasos y vio a una pareja joven que estaban abrazados. Entonces se le iluminó el rostro y volvió enseguida con la secretaria.
—La verdad es que soy su amigo, somos muy cercanos —mintió con la mirada fija y sin pestañear—. ¿Entiende lo que quiero decirle? Amigos especiales —añadió—, más que amigos, es solo que... lo tenemos en secreto, ¡nos casaremos! —exclamó en un intento desesperado—. ¡Pero nadie de su familia puede saberlo! —advirtió, por si acaso.
—¿Es en serio? —preguntó la mujer mientras que sostenía inmóvil un nuevo caramelo en su mano derecha.
—Muy en serio —dijo Anthony con toda la formalidad posible.
—Vaya, pues, eso puedo creerlo, eres muy guapo. Déjame adivinar... —agregó la mujer pensativa, se puso de pie y lo miró de arriba abajo, el caramelo se perdió en su boca y añadió—. Sus padres son ricos y tú no tienes dinero.
—No se meta en mi vida privada, señora —intentó defenderse—. Ahora, por favor, dígame qué es lo que le ocurrió a mi prometida —exigió.
—Bueno, tal vez sus familiares no deban saber que eres su pareja, pero el doctor necesita enterarse de esto para que pueda hablar contigo. Le avisaré cuando salga de cirugía, es todo lo que puedo hacer.
—Gracias —respondió tratando de sentir alivio.
Anthony no tuvo más opción por el momento, se dirigió de nuevo a los asientos antes de que la mujer tomara otro paquetico colorido, y buscó un lugar diferente para estar lejos de la abuelita con la bebida caliente. Después de colocar el equipaje en las sillas vacías a su lado, recostó su espalda mientras continuaba esperando.
—Es joven, sea lo que sea, resistirá —susurró para él mismo con optimismo.
Después de una mediana espera, Anthony comenzó de nuevo a hurgar la cartera de Sarah, esta vez tomó su teléfono y se dio cuenta de que había un gran número de llamadas perdidas de un tal Tom. Movido por la curiosidad, abrió los mensajes y, entre tantos que parecían ser buenos deseos de año nuevo, había una gran cantidad de mensajes de él.
TOM: 00:15 «¿Dónde estás?».
TOM: 00:29 «Vamos a hablar».
TOM: 00:35 «Sarah, no podemos arreglar esto si no hablamos».
TOM: 00:51 «Ahora estoy empezando a preocuparme. Tus padres han llamado, tuve que mentirles, sé que debes estar muy mal, pero finge por un momento y llámalos, hazlo por ellos».
TOM: 01:47 «Estoy en tu apartamento, ¿dónde estás?».
TOM: 02:59 «Por favor, contéstame. Es año nuevo y son las tres de la madrugada. Dime al menos que estás bien. Dime solo que estás bien y te dejaré tranquila».
Anthony no sabía qué hacer, se quedó observando el teléfono y pensando en cuál sería la mejor opción. Si llamaba a Tom y a sus padres y les explicaba lo ocurrido, lo más seguro era que aparecerían allí en cuestión de minutos, preguntarían quién era él y no podía decirles la verdad, que iba a suicidarse y que ella intentó detenerlo, correría el riesgo de ser demandado, ir a la cárcel, no se libraría con facilidad. Comenzó entonces a sentir miedo, la lógica le decía que tenía que salir de allí, mas su corazón le suplicaba quedarse.
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Editado: 22.03.2025