Anthony entró a la habitación y el escenario no podía ser más triste, no entendía el motivo, pero sintió que no iba a poder controlar sus lágrimas, apenas conocía a esta mujer, pero su alma se desgarraba al verla en ese estado. El ensordecedor silencio del cuarto y la poca luz adornaban el ambiente con sumo desánimo. Anthony no pudo resistirlo, sus ojos se llenaron de lágrimas al tiempo que se acercaba a ella dando pasos tan lentos, que tardó casi dos minutos en detenerse a su lado. Colocó todas las cosas en un pequeño sofá que había junto a la cama, se dio la vuelta de nuevo para observar a Sarah y con extremo cuidado, tomó su mano.
—Lo siento…, esto ha sido mi culpa —dijo con voz considerablemente baja, no temía despertarla, era solo que no le salían las palabras con mayor fuerza.
La mujer frente a él se veía débil, era uno de esos momentos en donde se puede apreciar lo frágil que es el ser humano. Anthony se secó las lágrimas con la manga de su viejo abrigo y comenzó a observarla con detalle, en su frente se podía ver un gran moretón y suturas que terminaban casi en donde comenzaba a nacer su cabello, en sus ojos habían unas grandes gasas que los cubrían en su totalidad, y llevaba puesto un collarín. Sobre su mano izquierda tenía una sonda por donde le administraban el suero y de seguro una gran cantidad de medicamentos para el dolor.
Anthony se preguntó cuánto tiempo faltaba para que despertara, se preocupaba al tratar de adivinar cómo sería su reacción al darse cuenta de que no podía ver. Por otro lado, estaba impaciente por hablar con ella, y al mismo tiempo temía decirle la verdad.
«Al menos ahora parece tranquila», decía él para sus adentros mientras observaba que la respiración de Sarah era normal.
Decidió esperar, hizo un espacio en el sofá y se acomodó. Sacó de nuevo el teléfono y trató de pensar en lo que debía de hacer.
—Desearía que despertaras, tus padres están preocupados por ti —dijo en voz alta, como si ella pudiera escucharlo, al ver de nuevo la cantidad de llamadas perdidas.
El tiempo transcurría y Sarah no despertaba. Anthony se dedicó a ver las fotos que había en el teléfono de ella para conocerla un poco. Al principio, se encontró con numerosas fotografías de lo que había sido la fiesta de fin de año en la que claramente se encontraba antes del accidente, así pudo darse cuenta con facilidad de que Tom debía ser un hombre alto y de cabello negro, su pareja, ya que salía siempre a su lado, y sintió unos irracionales celos. Continuó inspeccionando y pudo deducir que Sarah trabajaba en un museo de arte, y que de entre todas sus amigas había una de cabello castaño y alborotado que seguro era la más cercana, ya que aparecía con ella en casi todas. No podían faltar numerosas fotos de Tom, que Anthony deslizaba como si fuera lo más insignificante del mundo. Había fotografías de árboles, nubes, cualquier tipo de flor y animal que Sarah encontrara en la calle, desde un perro hasta una araña, incluso tenía fotografías que Anthony no entendía como, por ejemplo; un vaso de té, una mesa en un restaurante o una llanta con poco aire. Al parecer, Sarah disfrutaba guardar recuerdos de todo, lo cual le pareció un poco doloroso, durante algunas semanas ella no podría tomar fotografías.
En algún momento, Anthony se quedó dormido de nuevo, su mente estaba de cierta forma agotada.
Al despertar y ver que los rayos del sol entraban radiantes por la ventana, se quedó pensativo, hace unas horas juraba que no volvería a ver aquella luz.
—¡¿Qué ocurre?! —murmuró una voz intranquila—. ¡¿Qué está… pasando!?
Sobresaltado, Anthony se puso de pie y se dirigió hasta la cama.
—Tranquila —le dijo en voz suave.
—¿Quién… eres? ¿Qué… ocurre? —preguntó, hablaba con mucha dificultad—. ¡¿Qué tengo en mí… cuello?!
—Espera…
—¿Por qué… no puedo ver nada?
—Solo espera un momento, iré…
—¡Quítame… esto de los ojos ahora mismo! —exigió con voz débil.
—No puedo, por favor no te muevas —pidió Anthony. Al parecer, ella tenía dificultades para moverse, pero de igual manera se lo pidió para que no hiciera fuerzas innecesarias.
—¿Quién eres tú?, ¿qué ha ocurrido? —cuestionó mientras que intentaba llevarse las manos a los ojos.
—No hables, llamaré al doctor —pidió Anthony e intentó bajar sus manos con delicadeza.
—¡¿Doctor?! —exclamó incómoda y rechazando el contacto de un extraño—. ¿Por qué me duele todo el cuerpo? —se quejó.
Anthony salió precipitado de la habitación, no sin antes pedirle de nuevo que no se moviera.
Corrió unos pocos pasos hasta que se encontró con una enfermera.
—¡Disculpe!, ¡¿puede llamar al doctor Mario?! La paciente del B-38 ha despertado, está muy asustada.
—Enseguida, señor —respondió la mujer y apuró el paso.
Anthony volvió a entrar a la habitación, Sarah tenía las manos sobre los parches en sus ojos, pero no intentaba quitarlos
—Ya el doctor viene para acá.
—¿Quién eres? —repitió Sarah mientras subía sus manos hasta su frente.
—Nadie importante, ahora, no hagas fuerza, solo espera un poco, no tarda en venir.
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Editado: 22.03.2025