Anthony se quedó con Sarah hasta que terminó la hora de visita, estuvieron parte de la tarde charlando. El doctor fue un par de veces a la habitación y algunas enfermeras pasaron a administrarle medicamentos, momentos que Anthony aprovechó para comer, tomar agua e ir al baño. Por la noche, se dirigió a la sala de espera, estaba agradecido de haber decidido llevar la almohada con él.
Había sido la primera vez en la que habló tanto con un humano, ni siquiera con Anna, a quien de pronto estando con Sarah parecía haber olvidado, era como si no la necesitara, como si Sarah se hubiera encargado de llenar ese enorme vacío.
«El amor cura todas las heridas —se dijo y casi enseguida se interrumpió—. Un momento, ¿qué estoy diciendo? Yo no estoy enamorado de Sarah, no puedo estarlo». Anthony se iba involucrando con rapidez, pensó que debía marcharse de allí y no volver, sabía que Tom era la pareja de Sarah, aunque no estaba al tanto de lo que había ocurrido entre ambos.
Sarah era tan agradable, que Anthony pensó que ella sentía algo también. No podía razonar bien, no comprendía el hecho de que ella charlara con él porque se sentía sola y estaba asustada por todo lo que ocurría, que necesitaba distraerse de una manera u otra. Anthony estaba tan dolido y con el corazón tan destrozado, que era muy posible que cualquier gesto de amabilidad que proviniese de una mujer le pareciera amor. No la conocía del todo, era probable que ella fuera simpática con todo el mundo, todo el tiempo.
Anthony no pudo dormir bien esa noche tratando de ordenar sus pensamientos, además, los asientos no eran cómodos, una noche era aceptable, pero ya dos noches corridas resultaba un poco molesto para el cuerpo humano que ahora tenía. Suspiró, no paraba de pensar, por un momento quiso ir de nuevo al puente y acabar con todo; sin embargo, algo le decía que debía esperar.
«¿Esperar que?», se preguntaba.
Amaneció y Anthony decidió no ir a visitar a Sarah, de todos modos, no era que ella lo estuviera esperando.
Durante la mañana, estuvo caminando por la ciudad, se sentía solo y perdido, y eso que conocía muy bien el lugar a pesar de tener años sin visitar la capital. De nuevo todo le irritaba, todo le molestaba, comenzó a pensar en Anna y a recordar muchas cosas, caminaba cabizbajo, casi no prestaba atención al camino. A cada instante tomaba con su mano el collar con sus alas que pendía de su cuello y lo apretaba con fuerza, de nuevo sentía ganas de morir.
—Necesito verla —murmuró y se encaminó de nuevo hasta el hospital.
Con una alegría desbordante entró a la habitación; una enfermera estaba cambiando el suero. Anthony se disculpó con una inclinación de cabeza y una nerviosa sonrisa por haber entrado tan deprisa. Decidió esperar afuera mientras pensaba en qué le diría a Sarah.
Una vez que la enfermera salió, entró. Esta vez con moderación.
—Hola, soy yo, Anthony —dijo mientras se acercaba a la cama.
—¡Hey! Pensé que no volvería a verte, es decir… —Sonrió—. Hablar contigo.
—Lo siento, pensé en venir esta mañana, pero...
—Tranquilo, no tienes que darme explicaciones, yo estoy muy agradecida de que te hayas quedado conmigo ayer, has sido de mucha ayuda, como me dijiste que no tenías nada que hacer, yo...
Un estruendoso golpe en la puerta interrumpió la conversación, Anthony se dio la vuelta y vio con asombro a una ajetreada mujer que cargaba con dos maletas, al parecer, de peso elevado.
—¡No vuelvo a viajar con maletas sin ruedas! —exclamó sofocada.
Anthony se acercó para ayudarla, y ella, al mirar hacia el frente, soltó el equipaje para correr desesperada hasta la cama. Anthony la reconoció al instante, era Olivia.
—¿Qué te pasó? Me dijiste que estabas bien, ¡Dios mío!, Sarah, ¿qué tienes en los ojos? ¡Tú cuello!
—Hola, Olivia —respondió con una sonrisa—, tranquila, es solo que tuve desprendimiento de retina.
—¿Y eso qué significa? —preguntó observando con detalle a su amiga.
—No te alarmes, significa que no puedo ver nada, pero es una ceguera temporal.
—No juegues con esas cosas —pidió con seriedad—, ¿qué te pasó?
—No bromeo, Olivia —respondió Sarah con gravedad.
—No puede ser —murmuró.
La mujer de abundante cabellera rizada y castaña se llevó ambas manos a la boca para tapársela, y se quedó en silencio mientras que sus ojos se llenaban de lágrimas.
—Es temporal —repitió Sarah al escuchar a su amiga dejar escapar un sollozo.
—¿Qué tan temporal? —preguntó entre lamentos.
—Solo unas semanas, tranquila, estaré bien.
—Aun así, no puedo creer esto, ¿y tu cuello? —Examinó acercando sus manos a su rostro.
—Estoy bien —aseguró.
—Pero ¿puedes mover la cabeza?
—Todavía no lo sé, pero no debe ser grave.
—Sarah, lo lamento mucho —dijo secándose las lágrimas—. ¿Qué ha dicho Tom? —agregó después de unos segundos.
—No he hablado con él.
—Con razón me ha llamado tantas veces, yo no dije nada como me lo pediste, me preguntó si había hablado contigo, y le tuve que decir que sí, estaba muy alterado. ¿Qué ocurrió entre ustedes dos?
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Editado: 22.03.2025