La mañana siguiente, bien temprano, Olivia entró a la habitación de Sarah, llevaba consigo un bolso de gran tamaño.
Después de saludar a su amiga y preguntar si algo había cambiado desde la tarde anterior, procedió a sacar una gran cantidad de objetos, incluyendo un cargador para el teléfono de Sarah.
—¿Qué es eso? —preguntó Sarah arrugando el rostro, escuchaba un ligero alboroto de cosas.
—A ver…, ¿cómo funciona esto? —preguntó Olivia, hablando para sí misma e ignorando por completo la pregunta de su amiga.
—¿Cómo funciona qué? —preguntó Sarah con curiosidad.
—La cama, a ver..., creo que es aquí.
Olivia intentó, sin mucho éxito al principio, acomodar la cama para que Sarah estuviera lo más recta posible, a punto estuvo de rendirse y llamar a la enfermera después de modificarla repetidas veces sin éxito, pero después de pensar que no podría ser tan difícil, encontró la manera de acomodarla como necesitaba, por suerte, Sarah era lo bastante paciente.
—Listo, ya está —dijo satisfecha—. ¿Estás cómoda así?
—Lo estoy —respondió Sarah con cierto tono burlón en su voz, después de haber sido movida repetidas veces.
—Muy bien, ahora, déjame, voy a... ¿Puedes separar tu espalda un poco de la cama?, ¿o tienes mucho dolor? —preguntó en voz baja.
—Estoy bien —respondió Sarah—. ¿Qué vas a hacer?
—Voy a peinarte, tu cabello es hermoso, pero está hecho un desastre, estas personas cuidan tu salud, y yo cuidaré de tu apariencia. No quería decirte, pero no te ves nada bien.
Sarah se quedó en silencio.
»Lo siento —se disculpó Olivia.
—Está bien, no pasa nada, gracias.
—Pronto, podrás verte en el espejo —añadió en el tono de voz más optimista que pudo.
—Lo sé —dijo con firmeza obligada—. Mejoraré —agregó y soltó un suspiro.
Olivia peinó a Sarah con cuidado de no lastimarla, el gran collarín daba un aspecto muy dramático, y tenía sumo cuidado, sobre todo con la cicatriz que, aunque pequeña se notaba horrible de observar.
Cuando terminó de peinarla, sacó una coleta para el cabello y comenzó a hacer una clineja que salió por el lado derecho del cuello de Sarah, para que pudiera recostar la cabeza sin sentir molestia. Luego sacó unas toallitas húmedas y limpió con mucho cuidado el rostro de su amiga, al pasarlo por alrededor de las grandes gasas sintió un escalofrío en la piel.
—No te estoy lastimando, ¿o sí?
—Tranquila.
—¿Segura? —preguntó con temor—. Es que siento que te duele.
—En serio, estoy bien —aseguró Sarah lo mejor que pudo, era cierto, no sentía molestia alguna.
Olivia preguntó lo mismo al limpiar la frente, el moretón se veía doloroso y de varios colores. Sacó un protector para los labios, de un suave tono rosa, y se lo aplicó, después sacó un frasquito de perfume y se quedó mirando de nuevo al collarín. «No pensé esto bien», dijo para sí misma. Observó a su alrededor y buscó algo que no encontró. Revisó su bolso de nuevo y sacó una libreta, arrancó una hoja, la dobló por la mitad y después de guardar la libreta, colocó el perfume frente al rostro de su amiga a una distancia prudente y roció para luego mover con fuerza el papel, y así tratar de que algo se impregnara en su rostro y cabello ya que el cuello no era accesible, roció las muñecas de su amiga y luego de tapar el frasco suspiró.
—Bueno, algo es algo —murmuró.
—Ese perfume siempre me ha encantado —dijo Sarah mientras tosía con un poco de dolor.
—Lo sé, por eso lo traje. A ver...
Olivia limpió las manos de su amiga con otras toallitas y volvió a sentir escalofríos al limpiar alrededor de la gasa que tapaba la sonda para el suero.
—No es mucho, pero has quedado mejor —acotó mientras guardaba las cosas y tiraba las toallitas en la papelera.
Sarah sonreía y agradecía las atenciones de su amiga, cuando Olivia habló en un tono preocupado.
—Quiero preguntarte tantas cosas…
—Lo de Tom es complicado —interrumpió—, o bueno…, no lo sé, he pensado que tal vez yo lo estoy complicando, no tengo idea de qué hacer.
—¿No le vas a decir que estás aquí?
—¿Crees que debería hacerlo?
—No lo sé, no me has contado que fue lo que ocurrió.
—Tienes razón, pero no quiero hablar de él todavía, me voy a poner a llorar y no quiero.
—Está bien, ya me contarás, tranquila, ten —dijo mientras sacaba un paquete de chocolate de su bolso, le quitó el empaque y lo partió por la mitad, puso una sobre la mano de Sarah y la otra se la llevó a la boca.
Sarah dio un pequeño mordisco y Olivia caminó hasta la ventana masticando el chocolate, se detuvo unos minutos a observar el paisaje mientras que se preguntaba qué había ocurrido entre su amiga y Tom, no podía imaginar qué podría ser, sobre todo, cuando ambos siempre parecían estar muy felices.
—¿Olivia? —preguntó Sarah.
—Lo siento, me distraje —respondió ella y volvió a situarse al lado de la cama.
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Editado: 22.03.2025