El invierno del ángel (disponible en físico)

⭐ Capítulo 16: de vuelta a casa.

Para Sarah, los eternos días en el hospital parecían ser parte de un muy lejano pasado, se encontraba en su apartamento, y aunque trataba de ser optimista, de vez en cuando, le daba la impresión de que no iba a poder con tanto. Desde comer hasta tomar un baño, todo lo encontraba a lo sumo dificultoso.

«Es cuestión de tiempo, te acostumbrarás. Recuerda, es temporal», se decía, tratando de darse ánimo.

El doctor le había dado un excelente pronóstico, aun así, nada era seguro, si no, no tendría que volver para saber si necesitaría ser operada de nuevo. Esto la aterraba, la primera vez que la operaron había estado inconsciente y no tenía idea de nada, sin embargo, preparase mentalmente para una intervención quirúrgica, le parecía aterrador. Aunque lo mejor era que hubiera salido ilesa del accidente, en ocasiones deseaba haberse fracturado un brazo o una pierna, eso tenía arreglo, en cambio sus ojos, le aterraba no recuperar su visión. Los moretones se habían ido desapareciendo poco a poco, tomaba sus medicamentos con religiosidad, era una pequeña pesadilla, pero Olivia le daba ánimo las pocas veces que se atrevía a quejarse en voz alta, sobre todo, cuando le colocaba las gotas en los ojos. Sarah iba progresando con velocidad, no obstante, necesitaría ayuda y compañía durante el tiempo que durara su recuperación.

Había recibido numerosas visitas de compañeros de trabajo, incluso de su jefe, todos le habían llevado flores o bocadillos, pero con sus padres viviendo tan lejos, y separada de Tom, su única compañía de verdadera confianza, en esa difícil situación, era Olivia. Sarah estaba muy agradecida de tenerla en su vida, era una excelente amiga, estaba tranquila de que podría contar con su ayuda en las próximas semanas, aunque había momentos en que esa tranquilidad se transformaba en inquietud. Olivia era estilista, mas no enfermera, y a pesar de que se acomodó sin problemas en la habitación de al lado, la cual tenía un muy grande y cómodo sofá cama, temía que, aun cuando se había comportado de una forma increíble, no pudiera resistirlo mucho tiempo. Por los momentos, Olivia parecía estar dispuesta a todo, solo salía por corto tiempo para comprar comida o hacer pequeñas diligencias, siempre lo hacía dejando a Sarah con la televisión encendida, la mayoría de las veces en el canal de noticias.

En cuanto a sus sentimientos por Tom, a pesar de que lo extrañaba con locura, hacía lo posible para bloquearlo de su mente, era bastante difícil, aunque por breves momentos lo lograba. Cuando lo recordaba se lamentaba, lloriqueaba y se quejaba, luego pensaba en lo que había ocurrido, y de nuevo sentía que lo detestaba. Se convencía de que no le haría bien llamarlo, el tan solo escuchar su voz sería demasiado doloroso, y Sarah ya se hallaba bastante delicada de salud. Estaba segura de que no podía tomar decisiones en esas condiciones, y si aceptaba que Tom fuera y se explicara, ella no podría ver su reacción y eso no lo iba a poder tolerar, necesitaba hablar con él mirándolo a los ojos.

—Por favor, no dejes que Tom venga —le había dicho a Olivia el mismo día que llegaron al apartamento—. Creo que este tiempo, separados, nos hará bien a los dos, así ambos podremos pensar con claridad.

—¿De verdad no vas a verlo? Es decir..., no vas a dejar que se entere de lo que te ocurrió, necesita saberlo —dijo su amiga mientras acomodaba la pequeña maleta junto a la puerta antes de cerrarla.

—No, no debe saberlo —respondió con firmeza.

—¿Qué piensas hacer? ¿Te vas a encerrar aquí durante meses? —preguntó Olivia en un tono que parecía ser un reclamo temeroso, como si estuviera molesta por la decisión de Sarah, pero a la vez no se atrevía a decirle que estaba equivocada—. ¿Qué le vas a decir?

—No tengo que decirle nada, no hablaré con él.

Sarah cruzaba los dedos con la esperanza de que su novio, quien tenía llave del lugar, no abriera la puerta un día de estos en los que Olivia no estuviera y la encontrara en esas condiciones. Confiaba en que él respetaría su decisión, y se mantendría alejado, al menos físicamente; Tom llamaba todos los días, mínimo dos veces. Cumplidas las dos semanas después del accidente dejó de llamar y Sarah se asustó.

—¿No ha llamado? —preguntó un par de días después mientras que comenzaba a dar unos minúsculos bocados a su cena.

—¿Tom?

—Sí.

—No. Y me parece curioso que preguntes, ya que todos estos días lo has estado ignorando.

—Me avisas si llama —pidió sin responder el comentario.

—¿Vas a hablarle? —preguntó Olivia al instante, su voz parecía emocionada y confundida a la vez.

—No —respondió ella con seriedad.

—¿Sarah? Posiblemente no sea asunto mío, pero ¿qué esperas de él? —cuestionó Olivia, y Sarah escuchó cómo había dejado los cubiertos sobre el plato para, al parecer, dejar de comer y hablar—. ¿Por qué no dejas que hable contigo?, ¿qué sabes tú qué tiene que decirte?

—Yo sé con exactitud qué quiere decirme, que no quiere casarse conmigo —reveló Sarah y su voz se cortó—, no necesito escucharlo de nuevo —agregó como pudo.

Olivia no respondió, pero sus ojos se llenaron de lágrimas contenidas, sabía muy bien que a su mejor amiga le hacía muchísima ilusión la idea de contraer matrimonio.

—¿Sarah? —preguntó luego de casi un minuto.

—De pronto se me quitó el hambre —dijo—. Gracias por cocinar, comeré después.




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