Anthony esperó dos días más para ir a visitar a Sarah, creyó que, si las cosas marchaban bien, visitarla luego del trabajo sería muy poco tiempo, y no quería incomodar en horas de la noche, así que cuando llegó el día despertó bien entusiasta, incluso antes de que sonara la alarma que había colocado, aunque con tanta ansiedad por verla era casi imposible que se hubiera quedado dormido.
Se quedó un largo rato acostado en la cama, no temía volver a dormirse, ni siquiera tenía idea de cómo había logrado conciliar el sueño, en primer lugar, pero faltaban varias horas para el encuentro, y la emoción no lo dejaba tranquilo.
Después de casi treinta minutos, se puso de pie, entró al minúsculo baño a asearse y se quitó el suéter que cargaba puesto. Debajo de este llevaba uno de tela más delgada, ahora vivía en la ciudad de los vientos, además estaba experimentando por primera vez lo que era el invierno, Anthony siempre estaba bien abrigado, y cuando dormía solía cobijarse más por precaución le daba la impresión de que el clima enloquecía por momentos, eso sin contar con que la calefacción no funcionaba del todo bien. Comenzó de nuevo a pensar en Sarah y se dijo a sí mismo que no podía llegar con las manos vacías. Miró a su alrededor, como buscando algo que pudiera servir para darle, pero el pequeño apartamento estaba tan vacío como su estómago. De improvisto se le vino una idea a la mente.
—Helado —murmuró.
Arregló todo para salir, ya tenía un plan en mente.
Anthony fue a desayunar primero, y después pasó por el trabajo. Le pidió a Carmen, una agradable compañera, que le llenara un cubo mediano de helado y que anotara para que se lo descontaran del salario. Carmen, como era habitual, obedeció con una gran sonrisa que dejaba ver casi todos sus dientes, era una mujer que siempre estaba de buen humor; en más de una ocasión, Anthony pensó en preguntarle qué la hacía tan feliz.
Se quedó un rato en el local, aunque era su día libre le gustaba estar allí, charló un par de minutos con Isaac, quien le dio consejos de conquista que no entendió por completo, pero que de igual manera agradeció.
El señor Basil salió un momento de su oficina y enseguida notó la presencia de Anthony.
—¿Qué haces aquí? —preguntó con su característica voz ronca.
—Vine a comprar helado —respondió enseguida y levantó su mano para dejar ver la bolsa que contenía el apetitoso producto.
Su jefe no contestó, aunque sí se le quedó viendo un instante antes de tomar algo de la barra y volver a su oficina. Después de pasar la impresión, Anthony reanudó una pequeña conversación que había apenas empezado con otra de sus compañeras, se trataba de Elena, una joven morena de veinte años que le estaba contando cómo la noche anterior había rescatado a un perrito después de ser atropellado por un irresponsable hombre en una bicicleta.
Anthony observó la hora en su teléfono, ya no faltaba mucho. Se despidió de todos, e Isaac le deseó, por tercera vez, buena suerte y le explicó con rapidez qué hacer en caso de que Tom estuviera en el apartamento, lo que lo hizo poner más nervioso de lo que ya se sentía.
Cuando estaba cerca de la puerta del local, volvió a sacar su teléfono, esta vez para asegurarse de la dirección que Olivia le había enviado. Por suerte, Sarah vivía en el mismo centro de la ciudad, así que no le quedaba muy lejos, aunque debía caminar un poco para llegar, pero estaba más que acostumbrado a hacerlo.
Mientras que recorría las calles, Anthony sentía que su corazón se aceleraba, no iba dando pasos muy rápido, su emoción se debía a que dentro de poco se encontraría con Sarah por primera vez después de unas semanas, y se preguntaba cómo se vería.
«¿Se molestará? Debí de haberle pedido a Olivia que me dejara hablar con ella primero, es un abuso aparecerme en su casa así de pronto. Creo que debo llamar de nuevo. No, no, mejor voy, ¿qué es lo peor que puede pasar? —se decía a medida que caminaba—. Lo peor que puede pasar es que ella haya regresado con Tom, estén juntos y yo me vea como un idiota». Por un momento, sintió que no podía calmar sus emociones y se puso a zapatear la densa nieve a medida que avanzaba.
Entonces, recordó las palabras de Isaac en caso de que Tom resultara ser uno de esos novios sobreprotectores y celosos: «Sí él está allí, actúa casual hombre, tu relajado. Relajado que no ha pasado nada, solo eres un hombre visitando a una conocida que tuvo un accidente, no hay nada de malo en eso».
En menos tiempo de lo que esperaba, Anthony ya estaba frente al edificio donde vivía Sarah. Metió la mano en su bolsillo, sacó su teléfono e hizo una llamada. En pocos segundos, la puerta de la entrada se abrió y no tardó en encontrar el ascensor.
Tan nervioso estaba que no era muy consciente de lo que hacía; sus nervios sí que parecían ser incontrolables, le sudaban las manos bajo los guantes nuevos que llevaba, estaba ansioso por reencontrarse con ella y a la vez preocupado.
Pronto, vio a Olivia que ya tenía la puerta abierta y lo esperaba.
—¿Antonio? —murmuró ella al verlo.
—Hola, Olivia.
—Te ves... diferente —señaló sorprendida e incluso no pudo evitar sonrojarse un poco mientras lo observaba de arriba abajo.
—Ha pasado un tiempo —susurró.
—Ya veo, me alegra que estés mejor —expresó con una sonrisa confusa—. ¿Conseguiste empleo?
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Editado: 22.03.2025