Olivia estaba lista para salir, muy elegante y perfumada, acompañaba su atuendo con un bolso de marca y zapatos de tacón.
—¿Seguro de que estará bien? —preguntó Olivia cuando estaba ya en la puerta con sus llaves y teléfono en mano.
—Más que seguro, anda, diviértete, tienes otras amigas —insistió Anthony—. Sarah estará bien, mereces un descanso.
—Otras amigas, de acuerdo —repitió mientras asentía con la cabeza y apretaba los objetos en su mano.
—Vete —le dijo Anthony con suavidad mientras casi que la empujaba para que saliera del apartamento.
—De acuerdo, de acuerdo, lo haré. —Suspiró y caminó hacia el ascensor—. Gracias, otra vez, no sé qué haría sin ti —añadió en un tono dramático.
—Pasarías la noche aquí, igual que todos estos días —respondió Anthony sin pensarlo.
—Exacto —respondió Olivia con un gesto de desesperación.
Cuando se cerró la puerta, hubo un corto silencio, Anthony suspiró y sonrió complacido.
—Se ha ido —él dijo en voz alta para que Sarah, que se encontraba detrás sentada en uno de los sofás de la sala, pudiera oírlo.
—¡Al fin! —musitó ella con alivio—. No me malinterpretes, me encanta estar con mi mejor amiga —explicó con rapidez, antes de que Anthony pudiera decir algo—. Pero de verdad necesita un descanso. Gracias por ofrecerte a hacer esto por ella y por mí, ya siento que soy como una carga.
—Al menos eres una carga hermosa —respondió enseguida, y se preguntó si lo había dicho en voz alta o lo había pensado. Miró a Sarah para ver si podía notar en ella alguna reacción, pero sin poder observar la expresión en sus ojos era casi imposible. Decidió entonces hablar de otra cosa antes de que ella hablara—: ¿Qué quieres cenar? —curioseó, haciéndose el que no había dicho nada y sentándose en el sofá de tres puestos que se encontraba cerca de la ventana—. No tengo mucha experiencia cocinando, así que me parece que es mejor ordenar comida, yo invito, ¿qué te apetece cenar? —preguntó con toda la naturalidad posible.
Sarah tardó unos segundos en responder, los cuales pusieron a Anthony más nervioso.
—La verdad es que tengo un gran antojo de comida china —respondió al fin en medio de un suspiro.
—¡De acuerdo, comida china será! —coincidió muy contento.
Sacó enseguida su viejo teléfono del bolsillo y se dispuso a llamar, pero en lugar de eso se quedó mirando el teléfono sin tener idea de qué hacer. Nunca había probado la comida china; sin embargo, había estado en restaurantes de ese tipo numerosas veces cuando era un «ángel» y conocía los platillos, el problema no era hacer la orden, sino que no sabía qué número marcar.
—¿Tienes algún número de un lugar donde vendan esa comida? —inquirió casi un minuto después.
—Sí, pegado en el refrigerador hay una lista de restaurantes.
Sarah estaba señalando con su brazo la dirección, pero en lugar de la cocina, apuntaba hacia su habitación, al parecer había olvidado dónde estaba sentada. Anthony sintió pena y no quiso corregirla, agradeció y se puso de pie con velocidad para dirigirse en silencio hasta la cocina y que ella no se diera cuenta de que había señalado el lugar equivocado.
Pronto se encontraban comiendo, estuvieron hablando de cosas al azar mientras esperaban. Anthony descubrió, con agrado, que la comida china le encantaba, existían tantas cosas que no había probado que, de pronto, quiso descubrir una gran cantidad de sabores. Mientras degustaba los platillos, charlaba de forma animada con Sarah y cuando terminaron de comer se puso a recoger todo.
—¿Anthony? —preguntó Sarah después de media hora. Estaban sentados junto a la ventana; él observaba el paisaje y le contaba lo que veía.
—Sí.
—Quiero hacer algo.
—Seguro, lo que desees.
—Puede que sea una locura, pero... confiaré en ti.
Anthony tragó saliva y abrió los ojos en su máxima expresión.
—¿A qué te refieres?
—Quiero... quiero salir de aquí.
—Bien —dijo aliviado, después de soltar un suave suspiro—. ¿Cuándo?
—Ya mismo.
Hubo un silencio, Anthony lo estaba pensando, no tenían que ir muy lejos, solo caminar un poco, durante un par de cuadras, tal vez.
—Pero Olivia…
—No tenemos que decirle —interrumpió Sarah al instante.
—¿Segura?
—No suelo guardarle secretos a mi mejor amiga, pero estoy desesperada, por favor —suplicó.
—De acuerdo, vamos —respondió Anthony colocándose de pie enseguida.
—¿Estoy vestida correctamente? —preguntó Sarah con un tono demasiado preocupado.
—¿La verdad?
—Por supuesto que quiero la verdad —exigió sin sonar muy demandante.
—No sería mala idea que te cambiaras los pantalones, pero la verdad es que no tiene importancia, yo creo que solo debes cambiarte el calzado —aclaró, refiriéndose a las pantuflas de perrito que llevaba en los pies—, y abrigarte, afuera hace mucho frío.
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Editado: 22.03.2025