La mañana siguiente, Olivia llegó y, en voz alta e interrumpida, narró todo lo que había vivido hacía unas horas. Contó que los bomberos pudieron apagar el incendio antes de que el fuego consumiera todo, pero que los daños eran irreparables.
—Al menos no hubo heridos, se supone que debo estar agradecida por eso, ¿no? —preguntó Olivia con los ojos hinchados de tanto llorar—. ¡Qué horrible manera de recibir el segundo mes del año! —exclamó dejándose caer sobre el sofá.
Luego de desahogar todas sus penas con sus amigos, explicó que debía hacer una gran cantidad de cosas los días siguientes, comenzando por el seguro del negocio. Confesó que planeaba suspenderlo todo para quedarse con Sarah y buscar la manera de que alguien pudiera sustituirla de vez en cuando. Anthony se ofreció para ayudar en todo, y Olivia se mostró muy apenada al principio, sobre todo, porque no quería perjudicar tampoco a Anthony con su empleo. No obstante, él aseguró que su jefe era un hombre excesivamente comprensivo y que le daría todos los días que necesitara. Ambas amigas se sentían tranquilas a pesar de todo lo malo, tener a una persona que las apoyara, les ayudaba a no sentirse tan solas. Además, el hombre rubio no pedía nada a cambio, no era fácil encontrar a alguien así de bondadoso.
Anthony fue a su apartamento a buscar una pequeña maleta de ropa, y habló con Basil para ausentarse de la heladería unos pocos días, era una verdadera suerte que toda la verdad de su jefe hubiera salido a la luz, ya que con la actitud que él mostraba tener ante Anthony no se hubiera atrevido a pedir permiso. Entonces sería renunciar a su empleo o cuidar a Sarah, no hubiera existido otra posibilidad.
Tres días sin ir al trabajo, Anthony vigilaba y acompañaba a Sarah. Durante esos días, ella no había tenido necesidad de nada, parecía ser tan eficaz como Olivia, él solo y sin ayuda se había encargado de recoger el apartamento, de ayudarla con las medicinas y hasta de limpiar los dos baños. Era una suerte que tenía bastante ropa, Olivia había dejado su mayoría limpia, porque haberle pedido que lavara algunas de sus prendas habría sido muy vergonzoso. En cuanto a la comida, Anthony no pudo hacer mucho, él admitió, con vergüenza, que no sabía cocinar, pero se había encargado de llamar y ordenar los alimentos, recibirlos, pagarlos y sacar la basura.
Sarah estaba muy agradecida, en ocasiones seguía siendo un poco preocupante para ella tener a un completo extraño a su lado, y no poder juzgar a Anthony por su apariencia, pero trataba de serle fiel a su experimento, confiar en el sonido de su voz y en sus acciones. Cuando pasaron juntos la noche del incendio, no se había sentido incómoda con él en su cama, al contrario, le dio una especie de seguridad, sin embargo, las dos noches siguientes, Anthony sí durmió en la habitación donde estaba el sofá cama que ocupaba Olivia; él había insistido en dormir en el sofá, pero ambas mujeres se negaron en rotundo. No había ninguna manera en la que Sarah pudiera quejarse de él y, aunque en su momento tuvo sus dudas, terminó por convencerse de que encontrarlo era una enorme suerte, por lo que se entusiasmaba en ocasiones con la idea de que si recuperaba su visión podría al fin ver el rostro de quien tanto la auxilió.
Sarah, quien consideraba que ya se había acostumbrado a la oscuridad total, tenía tanto miedo de no recobrarse por completo, que nunca se quitaba el antifaz, de hecho, Olivia se había encargado de comprarle varios para que cambiara de vez en cuando, al principio había sugerido una variedad de colores, pero Sarah dijo que sería inútil, ya que para ella sería igual, así que todos eran de color negro. Solo se los quitaba para aplicarse las gotas y ducharse, aun así, cuando hacía esto último, lo realizaba con los ojos bien cerrados, tenía terror de que le cayera jabón o champú y causarle un daño irreversible, así que no los abría. Olivia, al principio, le decía que exageraba, ya que Sarah solo abría los ojos cuando ella le aseguraba que tenía el gotero a pocos centímetros de sus parpados; no obstante, al ver el miedo de su amiga decidió dejarla tranquila.
A veces, en momentos como esos, le parecía distinguir algunos colores, pero como le había dicho a Anthony, cerraba los ojos con miedo antes de que pudiera enfocar algo, no quería ilusionarse al pensar que se estaba recuperando, para luego recibir una mala noticia en el hospital, no podía entusiasmarse de ninguna manera. Cada vez que pensaba en su condición, trataba de imaginar lo peor, como un mecanismo de defensa. A pesar de eso, algunas veces no podía controlar el impulso de suponer cómo sería poder ver todo de nuevo, y sonreía de felicidad cuando nadie la miraba, aunque esos momentos no duraban casi nada.
A veces, Sarah sostenía que se exigía demasiado, se presionaba mucho para estar tranquila y no pensar en las cosas que pudieran alterarla, como en Tom. Tan solo pensar en él hacía que su corazón se acelerara, pero no podía distinguir si era de enojo o de amor. Lo extrañaba, lo extrañaba a rabiar y no podía negarlo, estar sin él durante un mes, sin mirarlo y sin sentirlo a su lado le daban una extraña sensación, como si él nunca hubiera existido y solo viviera en su imaginación. Más de una vez conversó con Olivia sobre su situación, sabía que ella y Tom se mantenían en contacto, aun así, confiaba en que ella no le revelaría lo que estaba ocurriendo y eso la tranquilizaba.
La tarde en que Olivia llegó fue inesperada, aun cuando había llamado un par de veces, ni Sarah ni Anthony, quien se encontraba desayunando a su lado, esperaban que regresara aún. Apenas se abrió la puerta, Sarah escuchó cómo se cerró con brusquedad, precedido de un sonido extraño cómo si hubieran rodado el sofá con un golpe, y se sobresaltó de inmediato.
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Editado: 22.03.2025