Anthony se encontraba en el trabajo en compañía de Isaac y sus otros compañeros, hacía sugerencias a los clientes, servía helados y, de vez en cuando, limpiaba mesas.
De un momento a otro se quedó casi paralizado al agregar chispas de colores a un helado de gran tamaño, miró al frente y comenzó a escrudiñar a los clientes; primero, con sorpresa y luego con desesperación. Entregó el helado con tal descuido que por poco se cae al suelo.
—Vanessa, ayúdame aquí, por favor —pidió a una de sus compañeras, una joven rubia como él.
—¿Qué ocurre? —preguntó ella un poco desconcertada.
—Doble de fresa con chispas de chocolates —explicó a la vez que señalaba al cliente, un hombre de mediana edad, sostenía en sus brazos a un niño de unos tres años que tenía en su mano un superhéroe de plástico—. Tengo que ir a ver algo —agregó.
Anthony caminó entre los clientes moviendo la cabeza de un lado a otro, pero no estaba, Sarah no estaba, hubiera podido jurar que ella se encontraba allí.
Volvió a trabajar sintiéndose conmocionado, pero aquello lo encontraba muy extraño. Luego de servir unas ocho órdenes se dirigió hasta la salida del local, y no tardó en volver a entrar, temblando del frío y frotándose las manos.
Buscó de nuevo entre los clientes, pero no veía a ninguna persona que le resultara familiar.
Casi una hora más tarde continuaba distraído y volvió a salir a la calle, miró a ambos lados de la acera y volvió a entrar al negocio igual que la vez anterior, temblando de frío y frotándose las manos.
—¿Esperas a alguien? —le preguntó Isaac, quien desde hace rato había notado su inquietud.
—No estoy seguro, creí sentir algo.
—¿Sentir? ¿Así como indigestión? —curioseó arrugando el rostro.
—Sí…, digo, no, indigestión no. Otro sentimiento.
—¿Estás bien?
—Sí. Sí, estoy bien, olvídalo —dijo fingiendo despreocupación.
Anthony volvió a su lugar de trabajo sin dejar de vigilar su entorno.
Unos minutos más tarde ocurrió lo que esperaba, aunque de una manera muy diferente, le costó ocultar una sonrisa de asombro, aquello era tan fantástico que no podía creerlo. Una mujer de largo cabello negro y que usaba una chaqueta azul se encontraba justo en frente de él.
—Buenos días, bienvenida a «Tu sabor» —interrumpió Vanessa, al ver que Anthony se había quedado sin palabras—. ¿Qué puedo servirle? Hoy tenemos la promoción de ...
—Deja, Vanessa, yo me encargo —dijo Anthony apartándola con suavidad y sin despegar los ojos de la mujer que tenía enfrente, y sin siquiera pestañear.
—¿Seguro? —cuestionó mirándolo de arriba abajo con cara de extrañeza.
—Sí —repuso en voz baja—. ¿Puedo ayudarla en algo? —preguntó aún sin parpadear.
—Sé quién eres —respondió la mujer en un tono de voz tan inusual, que Anthony dudó de que fuera ella.
Anthony sonrió, parpadeó varias veces y suspiró.
—¿Cómo supiste que era yo?
—La manera en que me mirabas —aclaró en el mismo tono—. Pero creo que fue tu apariencia lo que más te delató, mi doctor me dijo que eras rubio.
—¿Cu-cuándo te dijo esto? —preguntó Anthony, la voz se le quebró.
—Hace poco, hoy era mi consulta en el hospital.
—Sí, lo recuerdo. —Asintió nervioso.
—Te manda saludos, por cierto.
—Ah, ¿sí?
—Sí. Oye, Anthony, yo no sabía que tú y yo fuéramos pareja —soltó Sarah con una voz que hizo que sintiera una puntada en su pecho, ya no había duda de que estaba enfadada.
La expresión de confusión de Anthony quedó congelada por completo, en ese momento, quiso que algo ocurriera, cualquier cosa que pudiera restarle importancia a aquella revelación.
—¿Todo bien por acá? —Escuchó Anthony a sus espaldas, era Isaac que hablaba en un susurro.
—Sí, lo siento, ella es Sarah —respondió Anthony en un murmullo.
—¡¿Sarah?! ¿La auténtica Sarah? A ver… —dijo Isaac impactado y mirando con detenimiento a la clienta, a juzgar por su conducta, no había comprendido la discreción de su amigo—. ¿La chica ciega?, ¿ya estás toda curada? ¿O todavía no y por eso cargas anteojos oscuros? Vaya, Anthony no deja de hablar de ti.
Anthony le dio un fuerte puñetazo a Isaac en brazo, fue casi involuntario, no pudo evitarlo, estuvo a punto de disculparse, pero su amigo no se quejó, ya fuera porque creyó merecérselo o era en realidad muy fuerte y no le había dolido.
—Ah, ¿sí?, ¿y qué te ha dicho? Tengo mucha curiosidad —respondió ella sobresaltada por el golpe.
—Bueno, me contó de tu accidente, lo siento mucho, por cierto.
Sarah hizo una inclinación de cabeza con cortesía.
»También ha dicho que eres muy inteligente —continuó Isaac en voz más alta de la necesaria—, interesante, y que eres preciosa, ahora veo que no se equivocaba —agregó en un tono pícaro y, esta vez, Anthony lo golpeó con tanta fuerza que sí reaccionó.
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Editado: 22.03.2025