El invierno del ángel (disponible en físico)

⭐ Capítulo 29: los temores de Sarah.

LOS TEMORES DE SARAH

Sarah y Olivia salieron de la heladería y fueron a almorzar en un restaurante cercano. Una hora más tarde, por idea de Olivia, se dirigieron al supermercado con intenciones de comprar ingredientes para preparar una comida especial de bienvenida, ambas acordaron que, a pesar de que Sarah ya podía ver, pasarían esa noche juntas para celebrar y despedir la larga estadía.

Durante casi toda la estancia en el supermercado, Sarah se mantuvo en silencio y se sorprendió de que su amiga no le hubiera preguntado a qué se debía su actitud, a pesar de que notaba que constantemente la miraba con el rabillo del ojo.

Apenas entró a su apartamento, sintió que su cabeza quedó vacía de pensamientos y fue invadida por una paz que no supo describir ni para sí misma. Colocó sobre la mesa de la cocina la bolsa con las compras, y comenzó a detallar cada rincón, estuvo tentada a quitarse las gafas oscuras; sin embargo, se contuvo con el pensamiento de que solo debía usarla por un tiempo más más. Era increíble que su hogar se hubiera mantenido igual todo ese tiempo, a excepción de la decoración de navidad, que Olivia había removido, lo cual ella ya sabía. Todo estaba impecable de limpio, y los responsables de aquello eran su mejor amiga y Anthony.

Con una punzada en el pecho, por haber pensado en él, Sarah se dirigió a su habitación y pasó las siguientes horas revisando su apariencia personal. Olivia había hecho un buen trabajo al mantener sus cejas en perfecto estado, al igual que las uñas de sus manos y pies, no por nada era la mejor estilista que conocía. Se dio un extenso baño y se quedó largo rato, observando su cuerpo desnudo frente al espejo, su rostro y cabello, era una sensación muy rara.

Por la noche, Olivia anunció con triunfo que la cena, una lasaña de berenjena, estaba servida.

—Siento que tengo tanto por hacer —dijo Sarah cuando ya estaban por terminar de cenar.

—Tómate las cosas con calma —le aconsejó Olivia—. Se supone que continúas de reposo, no debes ir a trabajar todavía.

—Bueno, no puedo negar que tienes razón —recapacitó—. Me quedan varios días todavía, solo debo organizarme, es todo.

—¿Cómo te sientes? —preguntó Olivia, justo antes de llevarse un gran bocado a la boca—. Me refiero a cómo se siente ver de nuevo —añadió luego de tragar por completo.

—No lo sé con certeza, es como una enorme mezcla de emociones —respondió con voz muy pausada. Apenas había tocado su cena.

—¿No estás solo feliz? —Se extrañó su amiga.

—No, siento que todo ha cambiado y que nada volverá a ser lo mismo. Creo que tengo miedo —confesó.

—¿De qué hablas? Tienes semanas esperando este momento.

—Lo sé, pero, de cierto modo, poder ver..., me hace darme cuenta de que no puedo huir de nada ni de nadie.

—¿Te refieres a Tom? Debes hablar con él, ya estás bien, no puedes hacerlo esperar más. Te extraña con locura.

—¿Qué? —cuestionó Sarah con mucho sobresalto.

—Vamos, sé que sabes que hablo con él. Tom me ha pedido que te diga lo mucho que te extraña, pero no había querido hacerlo porque pensé que te afectaría, aun así, si te afecta o no es irrelevante ahora, debes ir a verlo.

—No estoy lista para eso —respondió Sarah enseguida, al mismo tiempo que negaba con su cabeza repetidas veces.

—Sarah, ¿qué ocurre? Es Tom de quien estamos hablando, tu novio desde hace años, hablas como si fueras a enfrentarte a un enemigo —decía Olivia, quien no comprendía nada de la actitud de su amiga—. Es mi amigo también, no ha estado nada bien, no tienes idea de lo arrepentido que está.

—No quiero escuchar esto ahora —dijo con firmeza y volvió a negar con la cabeza.

—¿Cuándo lo harás?, ¿mañana?

—Debo resolver algo primero.

—¡¿Qué puede ser más importante que reconciliarte con el hombre con quien quieres pasar el resto de tu vida?! —preguntó con sobresalto—. Estás bien de salud, nada te impide..., espera —se interrumpió ella misma para pensar un poco—. ¿Esto tiene algo que ver con Anthony?

Sarah no respondió, desvió la mirada y fingió distraerse con algún objeto de la cocina.

—Dios mío, sí tiene que ver con él. ¿Por eso estabas tan extraña? Apenas saliste del consultorio del médico, dijiste que necesitabas verlo, ¿te enamoraste de él?

—¡¿Estás loca?! ¡No estoy enamorada de él! —exclamó con tal enojo, que Olivia se sorprendió.

—De acuerdo, solo lo pensé, lo siento. Es solo que estoy consciente de que su apariencia es..., bueno, tú lo viste —argumentó con un poco de vergüenza—. Y es una buena persona también, aunque mi primera impresión de él no fue la mejor, incluso he pensado... —Olivia suspiró y dejó de hablar. Sarah la observó.

—¿Has pensado qué? —preguntó.

—Nada. Olvídalo.

—¿Qué ibas a decir? —insistió Sarah.

—La verdad es que no he pensado nada, no puedo permitirme sentir algo por un hombre, no puedo correr el riesgo de que se transforme en algo más.

Sarah suspiró y le dedicó a su amiga una mirada de compasión a través de las gafas.




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