Anthony, quien se había puesto la bufanda roja luego de guardar la negra dentro de la caja, recibió por parte de Sarah una invitación para subir hasta su apartamento y charlar un rato más.
—¿Seguro que no tienes planes? —preguntó Sarah al abrir la puerta.
—Seguro, de aquí iba directo a mi apartamento a dormir, porque ya cené —respondió con voz divertida.
—Me he divertido mucho esta noche —aseguró mientras acomodaba unos cojines en el sofá, y le indicaba a Anthony que tomara asiento.
—No hicimos nada que...
—Lo sé, lo sé, es solo el hecho de poder volver a ver… —suspiró—, por ratos se siente como si fuera la primera vez, incluso mirar la nieve se siente extraño, puedo ver todo, incluso puedo verte a ti —dijo ella al sentarse a su lado.
Anthony miró a Sarah con detenimiento, ella sonrió.
—Voy a..., voy a quitarte esto un momento, quiero verte —explicó, y justo después le quitó las gafas y las colocó sobre la mesa que estaba enfrente—. Hola —mencionó en voz baja.
—Hola —respondió ella.
—Estoy muy feliz por ti, estaba ansioso, durante mucho tiempo temí que no pudieras volver a ver.
—Gracias por preocuparte tanto por mí, eres una persona extraordinaria, Anthony, ¿te lo han dicho? Te quedaste a mi lado cuando no tenía a nadie, no sé cómo habrían sido las primeras horas del accidente, si no hubieras estado a mi lado. Me ayudaste a calmarme. Espero que no te incomode que sea tan repetitiva, pero pienso agradecerte muchísimo estos días.
—Te veías tan indefensa aquella noche, tenías un golpe aquí —dijo tocando su frente con suavidad—. Y esta mano lastimada también —explicó tomándola con ternura—. Ahora estás aquí, y tus ojos son más hermosos de lo que hubiera podido imaginar.
Sarah pareció intimidarse un poco, sonrió con nerviosismo y se puso de pie con rapidez.
—Bueno, quisiera seguir celebrando, pero creo que no tengo nada para ofrecerte.
—Está bien, creo que comimos suficiente —opinó él.
—Lo sé, aun así, déjame ver qué encuentro, creo que sobraron unas galletas que compré —señaló y comenzó a revisar la cocina—. ¡No las veo en ninguna parte! —añadió en voz alta, su voz sonaba frustrada—. Tengo que ir a hacer unas compras. Olivia y yo compramos unas cuantas cosas, pero veo que falta mucho.
—Sí, hemos pedido mucha comida a domicilio —aclaró Anthony en un tono divertido—. No sé cocinar muy bien.
—Puedo enseñarte a preparar unos platillos si quieres, pero tendrá que ser otro día —sugirió—. ¿Qué quieres hacer? —preguntó dirigiéndole la mirada.
—Lo que tú quieras.
—Oh, vamos. No quiero aburrirte con mi comida simple —mencionó Sarah.
—Es imposible aburrirse contigo —aseguró Anthony, y comenzó a ponerse nervioso.
Sarah sonrió complacida, aunque no duró mucho, desvió la mirada y continuó revisando la cocina.
—Vaya, esto servirá —soltó con alegría—. Mira lo que encontré. Olvidé que lo había comprado, no lo he abierto todavía.
Anthony se paralizó al ver que era una botella de vino, y Sarah no tardó en notar su expresión.
—¿Qué ocurre? ¿No te gusta? —preguntó ella.
—No, no es eso. Te vas a reír.
—¿Qué?
—Nunca he probado vino.
—Está bien —dijo ella con un gesto de extrañeza y alargando las palabras—. Te creeré, tomaremos solo un poco, no queremos que se nos suba a la cabeza.
Sarah no tardó en servir dos copas, le llevó una a Anthony, y él la aceptó lleno de dudas, sabía a la perfección la reacción que causaba el alcohol en los humanos. Iba a llevarse la copa a los labios cuando Sarah se puso de pie de un salto y fue hasta la ventana.
—¡Está nevando! —exclamó con alegría—. ¿No te encanta cuando nieva? —Suspiró emocionada mientras observaba absorta.
Anthony dio un sorbo de su bebida e hizo un gesto de desagrado, prefería el chocolate caliente, a pesar de eso dio un par de sorbos más antes de responder la pregunta, como para tomar un poco de valor.
—No —respondió en voz alta. Se puso de pie con la copa en la mano y se acercó hasta Sarah—. La nieve es muy fría —agregó.
—¿Muy fría? —Rio ella—. Trabajas en una heladería.
—Lo sé —admitió con fingida seriedad.
—Yo la adoro —mencionó Sarah, desviando su mirada de nuevo hacia afuera—. Todo se ve tan hermoso cubierto de nieve —dijo con nostalgia.
Anthony tomó dos sorbos más de su copa y pestañeó varias veces al tragar, respiró profundo y habló:
—¿Sabes, Sarah? Cuando estoy contigo me gusta el invierno.
—¿Cómo dices? —preguntó ella, que se notaba distraída mientras bebía y observaba el tiempo.
—Cuando estoy contigo, no me molesta el frío —insistió Anthony.
Sarah lo miró, él notó el cambio que produjo en ella aquella frase.
»De hecho... —continuó, le quitó la copa de vino y se devolvió hasta la mesa para colocarlas allí. Miró a Sarah que no apartaba la mirada de sus ojos y avanzó hacia ella mientras que continuaba hablando— No me molesta nada cuando estoy contigo, no me importa si tengo hambre o si tengo sueño… —explicó mientras se aproximaba cada vez más—, cuando estás a mi lado no necesito nada más.
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Editado: 22.03.2025