El invierno del ángel (disponible en físico)

⭐ Capítulo 36: la segunda despedida.

Anthony se encontraba sentado al lado de la puerta del apartamento de Sarah, apoyaba ambos codos sobre las rodillas, y a cada instante se llevaba una mano a la frente cubierta, casi por completo, por su gorro, llevaba puesta la bufanda roja que ella le obsequió. Había tocado el timbre, pero nadie abrió. Sabía que Sarah estaba confundida, hizo un gran esfuerzo en darle un tiempo para que se comunicara, pero transcurridos dos días consideró que al menos podría llamarla a ver lo que ocurría, sin embargo, tampoco obtuvo respuesta. En la tarde al salir de su trabajo, sintió que Sarah estaba cerca, miró a todos lados buscándola, pero no la encontró. Preocupado, se encaminó hasta su apartamento, tenía que verla. Llegó a pensar, con temor, que tal vez le había ocurrido algo, desechó casi de inmediato ese pensamiento, de ser así, Olivia de seguro le habría informado. Quiso llamarla a ella también, mas no sabía si estaba al tanto de la situación y, de todos modos, en el caso de estarlo, estaba seguro de que no estaría feliz de recibir una llamada de su parte.

Escuchó unos pasos, le dio miedo voltear la mirada y descubrir de quién se trataba. Ya había visualizado aquel encuentro varias veces durante los últimos días, y creía que sabía lo que ocurriría.

—Hola. —Escuchó una voz femenina e inconfundible para él.

—Hola —respondió él, todavía sin mirarla.

—¿Llevas mucho rato aquí?

—Más o menos —admitió él, y al observarla supuso que, detrás de esas gafas oscuras, su mirada no expresaba inmensa alegría por verlo.

—¿Por qué no me llamaste? —preguntó Sarah.

—Lo hice.

Ella pareció avergonzada.

—Claro que lo hiciste. Lo siento, se descargó la batería.

—No he sabido nada de ti en...

—Lo sé, lo siento —lo interrumpió.

—Está bien —aseguró en voz baja—. Es solo que pensé que después de besarnos, tú...

Anthony se interrumpió él mismo, un hombre salió de la puerta continua, acompañado de un niño de unos diez años, quien se les quedó mirando de una manera muy extraña. Sarah pareció intimidarse un poco y sacó las llaves de su bolso para abrir la puerta.

—Ven. Hablemos adentro —pidió.

Sarah colocó la bolsa que cargaba sobre la mesa de la cocina, se quitó el abrigo y lo puso en el sofá junto a su bolso y las gafas oscuras. Anthony cerró la puerta tras él, pero se quedó muy cerca de ella, algo le decía que la conversación sería breve.

—Te escuché llorar esa noche —dijo antes de que ella volviera a disculparse.

—¡Oh, no! —se lamentó Sarah.

Anthony suspiró, era casi como si pudiera ver el futuro.

»Sé que esto no va a funcionar —se atrevió a decir antes de que ella lo hiciera.

—Soy una persona terrible —se lamentó Sarah, desviando la mirada y llevándose una mano a la frente.

—Solo dilo, y me iré de aquí —pidió él—, yo… yo lo sé muy bien, pude sentirlo, pero aun así necesito que lo digas, eso, aunque me duela, me ayudará a seguir adelante.

Sarah se veía muy afectada, él trataba de mantenerse lo más sereno posible.

—Anthony, no estoy enamorada de ti —dijo Sarah luego de varios segundos de silencio total.

Anthony creyó que se había preparado para la ocasión, pero la teoría no era igual a la práctica y no pudo evitar cerrar los ojos como si aquellas palabras fueran las más dolorosas que había escuchado en su vida como humano, estaba siendo rechazado por segunda vez desde que habitaba en la tierra.

»Hablé con Tom, le conté todo, incluso le hablé de ti.

Sintió que no quería escuchar esas palabras, quería salir de allí, en cambio, decidió quedarse para que ella pudiera poner un punto final a su corta amistad.

»Cuando te besé aquella noche, no comprendía muy bien lo que quise hacer, pero ahora lo sé. No estoy enamorada de ti —repitió ella como si fuera necesario—. Solo estoy muy agradecida —añadió, dijo aquellas palabras con un intenso sentimiento, tan potente, que sus ojos se pusieron brillantes—. Cuando te vi la primera vez, yo..., bueno, tú sabes, eres hermoso —confesó, tratando de que sonara divertido—. Además, me has ayudado tanto, te preocupas por mí, eres tan amable y considerado. Cuando me besaste, pensé por un momento que podría ser genial, quise intentar sentir algo más, me confundí. Yo... no sé cómo decirte esto sin que suene que me doy mucha importancia, pero de verdad lamento haberte ilusionado, y perdón por tardar tanto en decírtelo. Hubo un silencio y Sarah se desesperó—. Por favor, di algo —murmuró, conteniendo el llanto.

—No tienes por qué preocuparte —respondió Anthony, al tiempo que negaba con la cabeza y se metía ambas manos en los bolsillos de su chaqueta.

Sarah se llevó una mano al rostro para limpiarse una lágrima que estaba a punto de caer.

—Yo lo lamento —expresó Anthony y continuó antes de que ella tuviera tiempo de decir algo—. La primera noche en el hospital revisé tu teléfono, sé que parezco de nuevo un acosador, lo siento, no pude evitarlo, quería saber un poco más de ti.

Sarah sonrió.

»No puedo competir con Tom —continuó—. En las fotos, se ve que ambos se aman mucho. Entiendo que no hay manera de sacar ese sentimiento de ti, créeme que sé de lo que hablo.




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