Sarah se recostó de la puerta que acababa de cerrarse, se sentó en el suelo al igual que Anthony lo hiciera en el pasillo, y abrazó sus piernas con sus brazos. Se quedó así varios minutos, pensaba en las cosas que recientemente ocurrieron en su vida. Sabía que debía alejarse de Anthony, aunque a ambos les doliera, era la decisión correcta. Fue una hermosa amistad mientras duró, pero a pesar de eso, sentía que había quedado algo inconcluso, la manera en la que él había llegado a su vida nunca la comprendió. «Tuve suerte de conocerlo, es todo», se dijo.
Decidió irse a la cama, se dejaría caer sobre el colchón, y se permitiría continuar pensando un rato más antes de preparar la cena.
No había dado más de cinco pasos cuando escuchó que llamaban a la puerta, se extrañó y se miró en el espejo que tenía cerca para tratar de limpiar sus lágrimas, respiró profundo con rapidez, y soltó el aire por la boca con la misma velocidad, volvió a frotar con suavidad sus ojos con las mangas de su suéter y aplastó repetidas veces su cabello con las manos, hasta recogérselo detrás de las orejas. Enderezó su postura y abrió la puerta. No pudo sorprenderse más, había jurado que Anthony se había marchado.
Sarah estaba pasmada, se preguntaba si algo malo había ocurrido en tan poco tiempo. Anthony estaba cabizbajo, parecía aturdido por alguna razón, no obstante, antes de que ella se atreviera a preguntarle qué ocurría, él habló.
—Olvidé darte las gracias —dijo él en voz alta.
—¿Por qué? —preguntó ella con curiosidad y emoción, se inclinó un poco para tratar de mirarlo.
—Por salvar mi vida —respondió.
—¿Qué acabas de decir? —murmuró casi con un tono de burla—. ¿A qué te refieres con salvar tu vida?
—Hubiera saltado —murmuró Anthony todavía sin mirarla—. De no haber sido por ti —agregó justo antes de fijar sus ojos vidriosos en los de ella.
Sarah sintió un escalofrío recorrerle por el cuerpo, su respiración se detuvo y fue como si, de pronto, el tiempo se hubiera detenido también. Sus ojos no tardaron mucho en llenarse de lágrimas y se llevó ambas manos a la boca mientras que movía la cabeza de lado a lado con lentitud, en un claro signo de negación, no podía ser él. Trató de ordenar las ideas en su cabeza, bajó una mano hasta su pecho, donde su corazón había comenzado a latir con fuerza, quiso decir algo, sus labios titubearon, pero no salió nada de ellos.
»Lo siento mucho —insistió Anthony sin apartar la mirada de ella.
Sarah lo observó, y pudo ver que sus ojos azules profesaban un verdadero arrepentimiento.
—Eras tú —afirmó con dificultad.
Sarah observó cómo lo afirmaba con la mirada. Entonces una inmensa emoción se apoderó de ella, se acercó a él con rapidez y lo abrazó con mucha fuerza.
—¡Estoy... muy feliz de... que estés vivo! —musitó entre un gran gemido ahogado que apenas se entendió.
—Lo siento —repitió Anthony—. De verdad, lamento lo que te ocurrió —imploró conteniendo las lágrimas, parecía muy impactado por la reacción de ella, pues no le devolvió el abrazo.
—Deja de decir eso..., estás vivo —argumentó ella con su voz firme.
Sarah se negaba a soltarlo, derramaba lágrimas de felicidad, de alivio. Durante mucho tiempo se sintió culpable por lo que había hecho, tener a ese hombre entre sus brazos, y con vida, era algo que no podía explicar.
—Durante mucho tiempo pensé... que tú... ¡Oh!, qué alegría saber que estás bien.
—¿Cómo puedes estar alegre? —preguntó Anthony entre confundido y lloroso—. Te detuviste para salvarme, y saliste lastimada. De no haber estado yo en ese preciso momento allí, tú no...
Anthony no pudo seguir hablando, y Sarah lo soltó.
—Por eso te conocí en el hospital. ¿Fue por eso que dijiste que eras mi pareja?, para poder verme.
—Debía asegurarme de que estarías bien, porque todo fue mi culpa...
Sarah sonrió y negó con la cabeza.
—¿Por qué sonríes? —pidió saber Anthony, visiblemente confundido.
—Anthony —comenzó a decir Sarah con una sonrisa mayor—. Yo..., yo no te vi hasta que bajé del auto.
—¿Qué?, ¿cómo que no me viste?
—No te vi, no es tu culpa —aclaró, ensanchando su sonrisa entre lágrimas.
—¿Por qué te paraste entonces?
—Yo no detuve el auto —aclaró Sarah enseguida.
—¿Qué quieres decir con que tu no detuviste el auto? —preguntó incrédulo—. Tú conducías, ¿no?
—Sí... pero yo no me detuve —repitió—. Fue algo mecánico supongo, no lo sé, iba conduciendo y de pronto el auto se frenó en seco.
—¿Eso es posible?
—No lo sé.
Ambos se quedaron en silencio, era difícil saber cuál de los dos estaba más sorprendido que el otro.
—Anthony, ¿por qué estabas allí esa noche? —preguntó con toda la amabilidad que pudo y sin intenciones de juzgarlo en absoluto.
—En aquel entonces, mi vida no tenía sentido alguno —respondió moviendo la cabeza de lado a lado.
—Me dijiste que no tenías familia ni amigos. ¿Era eso verdad? —preguntó con el intenso deseo de que aquello no fuera cierto.
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Editado: 22.03.2025