A medida que Anthony se alejaba del edificio donde vivía Sarah, sentía que su corazón era golpeado con cada paso que daba, no se había sentido tan solo desde hace mucho tiempo, no comprendía el vacío tan grande que existía en su pecho.
A pesar de eso, su mente se iba aclarando, comenzó a hacer un esfuerzo en buscar la manera de superar lo que acababa de vivir, Sarah le había roto el corazón; sin embargo, por algún motivo no se sentía igual a lo que experimentó cuando se dio cuenta de que había perdido a Anna. Por primera vez, se le ocurrió pensar en que lo que sentía por Sarah se debía a la culpa por el accidente; esa culpa le hacía querer protegerla, pero ahora que ya ella se encontraba recuperada, podría ser solo un tipo de atracción, como la que cualquier otro hombre hubiera sentido por una mujer, no podía negar que Sarah era muy hermosa. Además, le gustaba ir a su apartamento, estar con ella, compartir también con Olivia y tomar chocolate caliente, cuando conoció a Sarah, se encontraba en el peor momento de su vida como humano, tal vez solo había confundido los sentimientos.
Anthony caminaba por el centro de la ciudad, era mediados de febrero, y la ciudad continuaba cubierta de nieve. Andaba sin prisa, sin ganas de seguir adelante. Miraba a las personas a su alrededor y le parecía que todos estaban felices, a pesar de la baja temperatura. A lo lejos, visualizó una larga cabellera roja que se aproximaba hasta él, su corazón no dio un vuelco, aquella mujer era como cualquier otro de los peatones, a pesar de eso, se quedó observándola, sabía que no era Anna, esta mujer era de menor estatura y caminaba diferente, no obstante, quiso mirarla y comprobar que pensar en Anna ya no causaba en él la misma agonía de antes. En algún momento, durante su estadía en Chicago, el dolor se había perdido en el invierno. Ella no había hecho nada malo en lo absoluto, no podía odiarla, nunca lo había hecho, era un amor que no sería correspondido; él lo sabía, él fue quien hizo las cosas mal, sintió un verdadero y profundo arrepentimiento por el daño que le causó, lamentó haber intentado separarla de Alexander, no debió haberse involucrado con ella, debió continuar con su búsqueda, de haberlo hecho, tal vez...
En ese momento, la mujer pelirroja pasó a su lado, usaba un sombrero de invierno de color amarillo, lo miró, le sonrió y siguió su camino. Anthony apenas le devolvió la sonrisa.
—Está hecho, no puedo cambiarlo —se lamentó, ahora que Anna ya no parecía ser tan importante.
Anthony todavía tenía una decisión que tomar: vivir o morir. Podría ir de nuevo al puente y saltar, o continuar su vida, hacer lo mismo que Basil, aunque al contrario de su jefe, él no había sido movido por la curiosidad de la vida humana.
Comenzó a pensar en Isaac, Elena, Vanessa, sus demás compañeros de trabajo, pero sobre todo en Basil, debía de haber por allí otros «Rebeldes» convertidos en humanos, a lo mejor pudiera encontrar algunos, ayudarlos como hizo Basil con él, continuar con la heladería, tal vez aprender de negocios y encargarse de la tienda, era una buena oferta, quien sabe qué le depararía el futuro si decidía continuar. Se sorprendió a sí mismo al darse cuenta de que tenía curiosidad por vivir, pensó que continuar sería emocionante, estar con Sarah le había permitido sentir el lado bueno de la vida, haber pasado tanta hambre y frío lo enseñó a apreciar algo tan sencillo como un vaso de agua. Anthony se detuvo en medio de la acera, respiró profundo y se dio cuenta de que disfrutaba estar vivo, quería estar vivo. Con una sonrisa, buscó con la mirada un lugar para comer. Entró a un café. Pidió un sándwich y un latte para llevar.
Al llegar al edificio donde vivía, se detuvo a sacar la llave y miró hacia atrás, no podía ver a Sarah desde allí, pero sonrió con nostalgia como símbolo de despedida, no sabía qué fue aquello que sintió con ella, aun así, no podía hacer nada al respecto, estaba agradecido por todo lo que había ocurrido, y lo hacía feliz el que ella estuviera feliz. Se sentía destruido, pero con optimismo. Con el tiempo, las cosas serían mejor, a partir de entonces haría un esfuerzo en dejar de mirar hacia atrás, formaría una nueva vida con nuevos recuerdos y amigos.
Entró a su apartamento, cerró la puerta y puso la comida sobre la mesa de la cocina, dejó las llaves junto a la bolsa de papel. Dio dos pasos, iba a quitarse la bufanda cuando la expresión de su rostro cambió con la velocidad de un parpadeo.
El cuerpo de una mujer yacía en el suelo, se encontraba desnuda y boca abajo, tenía el cabello de un amarillo hermoso igual al suyo, y eran tan largo, que bien podría llegar más abajo de su cintura. Su rostro estaba cubierto por su cabello, y su brazo derecho se extendía como tratando de alcanzar algo y temblaba con dolor. Anthony no tuvo que pensarlo, corrió a buscar una sábana y se devolvió con la misma velocidad, la cubrió para protegerla del frío, y la levantó para acostarla sobre su cama, asegurándose de abrigarla bien. Para Anthony no cabía duda de que esa mujer era un ángel, pero ¿por qué allí en su apartamento?
—Supongo que los Rebeldes Alados iban por ti y no tuviste más opción. Tienes mucha suerte, soy como tú —murmuró Anthony.
De pronto, sintió una alegría inmensa, Basil y, ahora esta mujer, dos ángeles en dos meses, ¿podría encontrar más?
Se sentó en la cama al lado de la nueva humana. Buscó el collar que ella llevaba en el cuello, escondido entre su cabello y lo miró con detalle, era igual, de alas negras.
»Estarás bien, no tienes que preocuparte por nada —decía en voz baja mientras que con cuidado comenzaba a quitarle el cabello del rostro—. Estás a salvo conmigo —aseguró conmovido.
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Editado: 22.03.2025