El Jardín de la Inocencia

Capítulo 36

Al día siguiente, Roberto y su padre le cuenta a la familia de Verónica lo que les dijo el conejo del Jardín. Los padres de Verónica no podían contener su emoción y decidieron viajar a las proximidades del Jardín para comunicarse con el Guardián, esperando que este responda.

El padre de Roberto estaba cabalgando junto a varios hombres y a su hijo a un costado, pero existía una interrogante que le inquietaba

— Roberto, ¿le has mencionado algo a Amalia sobre Verónica?

— No padre— responde Roberto sin dar mucha importancia — no sabe tampoco que hemos venido aquí

— Ella es una buena mujer, con paciencia a esperando por ti, sabes que está enamorada y se prepara para que le pidas matrimonio

— Padre, si Verónica regresa, voy a romper el compromiso con Amalia

Amalia era una joven que pertenecía a una familia aristócrata de buena posición económica. Después del funeral simbólico de Verónica, varias mujeres se presentaron ante Roberto, puesto que era un soltero codiciado y de buena apariencia y el Padre de este, insistía en que conociera nuevas damas para rehacer su vida. Para Amalia, Roberto era la esperanza de tener un príncipe azul en su vida, y aunque sabía sobre la muerte de su antigua prometida, ella quería cuidar y sanar su corazón, para que pacientemente él se enamore de ella.

En el hermoso Jardín de la Inocencia se encontraba el Matrimonio que estaba esperando a su primer hijo.

— Estaba pensando en que nombre le pondremos a nuestro hijo – decía pensativa Clara

— Creo que el nombre llegará a nosotros con el tiempo

— Es que si es varón me gustaría que lo llamáramos Dan… así volverá a ti.

— Mi dulce Clara —  Aeolus le mira con ojos de amor — eres tan hermosa y cada día estoy más enamorado de ti.

  Aeolus besa a su esposa, pero debe detenerse, ya que siente que invasores se aproximan. Toma su espada y sale rápidamente. A Clara esto ya no la perturba que su esposo tenga que salir a cumplir su deber, y sabía que podía tomarle un tiempo, así que comienza a ser sus tareas cotidianas.

Aeolus al llegar al lugar ve varios hombres y una mujer que lanzaban piedras y ramas, las cuales las eliminaba rápidamente antes de caer al Jardín. Todos dejan de lanzar cosas al Jardín al ver que el Guardián los repelía, así que sabían que estaba ahí.

— Guardián, sabemos que en tus terrenos tienes a nuestra hija, queremos verla y humildemente pedimos que nos las entregues – grita el Padre de Verónica

Aeolus se le detiene el corazón por un momento y el miedo lo invade al escuchar al hombre decir eso, se mantiene en el lugar escondido por los arbustos.

Roberto arroja una nueva roca, lo que el Guardián lo elimina fuera del Jardín.

— Guardián, sabemos que tienes a Verónica, el conejo Rigi dijo que tú la tienes como tu prisionera – grita Roberto

Mientras escuchaba a aquellos humanos, Aeolus pensaba y meditaba; Ellos tienen al nieto de Jadurus, pero algo le hicieron para que les mencionara sobre Clara... Ellos la llaman Verónica, ¿Acaso ese era el nombre que tenía Clara en el mundo humano?

 — Por favor señor Guardián se lo pido, solo queremos saber si nuestra pequeña Verónica se encuentra bien— dice la madre de Verónica, acercándose al borde del Jardín — yo pienso que usted no es malvado y solo cumple su labor, pero por favor, apiádese de nuestro dolor, por años pensamos que estaba muerta... solo quisiera verla una vez más

Aeolus decidió aguardar hasta que esta gente se fuera... los reconocía, eran los mismos que estaban en la búsqueda de Clara hace 3 años. No les respondería, esperaban que perdiera la paciencia y se fueran tranquilamente.

Ya estaba siendo tarde y la familia de Clara no se iban, sino que seguían arrojando cosas, Aeolus no había comido y la paciencia se le estaba colmando, en especial con aquel que llamaban Roberto, era el más insistente y algo en él le producía rechazo e incluso odio, esperaba que quisiera entrar, puesto que quería lastimarlo. Pronto se dio cuenta que estaba celoso ya que, a pesar de su insistencia, decía ser el antiguo prometido de Clara, nunca se la dejaría a ese hombre.

Aeolus ve a un ciervo mirando la escena de los intrusos y lo llama, este se le acerca.

— Ve y corre la voz para que llegue a oídos de Clara que estoy bien y demoraré con estos intrusos, para que no esté preocupada – Aeolus ve al ciervo marcharse con el mensaje. Esperaba que ya se fueran estas incómodas visitas.

Para desgracia de Aeolus los hombres estaba haciendo un campamento y seguían arrojando rocas. Una de las cosas que perdió el Guardián al dejar de ser inmortal era la paciencia, y por primera vez decide comunicarse con invasores, pero deseaba regresar ya con su esposa y el ocaso comenzaba.

— Humanos— bloquea otra roca y da una amenaza el Guardián — no arrojen más objetos al Jardín, ya ha pasado tiempo para que recapaciten en sus acciones y comenzaré a atacar.

— No puede atacarnos si no entramos en tus dominios –responde Roberto desafiante — solo devuelve a mi Verónica, sabemos que la tienes ahí Guardián

— Aquí no tengo ninguna mujer con ese nombre, apártate humano – Aeolus como odiaba a ese hombre, ella nunca podría ser de él.

— El conejo dijo que le llamaste Clara, libera a mi mujer, ella quiere regresar con los suyos, no puede estar con un demonio como tú

Siguen arrojando cosas al bosque, pero el Guardián ya no recepsionaba las rocas, solo caían en el Jardín. Después de un momento de arrojar palos y rocas todos se detienen y ven que una columna de aire se estaba formando, y de un momento a otro las piedras que arrojaron en el Jardín se elevan y comienza a regresarse con brutal fuerza hacia los invasores como si fuera una ametralladora, golpeando a los padres de Verónica y al de Roberto, a los hombres, caballos que salen corriendo, destruyendo el campamento y sobre todo atacando ferozmente al Roberto.




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