Esa mañana al amanecer, el médico y la partera estaban visitando a Clara para su control de rutina, la gran pregunta era, si podía retomar al Jardín, ya que ese día vendría Aeolus a buscarla, algo que Clara, su madre y Felicia mantenían en secreto para que nadie la pudiera retener.
El médico indica que aún sigue convaleciente y si bien está fuera de peligros, sería mejor mantenerse en observación, ya que la pérdida en la continuidad del tratamiento o el cambio de este, podrían afectar de manera negativa al niño.
— Estoy tan decepcionada madre, no sé cómo decirle a Aeolus que aún no puedo regresar – decía de manera pesimista Clara a su madre.
— Él lo va a entender, tu accidente fue bastante grave y además en tu condición. Fue una bendición que no hallas perdido a tu hijo
— Estoy emocionada, nunca he pasado tanto tiempo alejada de Aeolus, me hace ilusión verlo.
Felicia se acerca para informarle a las damas que estaban en la habitación.
— Señora, ya acomodé el salón de biblioteca para que podamos trasladar a la señorita ahí
Las mujeres planearon recibir al Guardián en una sala poco concurrida, para evitar que el Señor Delinne lo afronte o que llegue Roberto de sorpresa.
El fuego en la sala estaba encendido, y Clara se recuesta en el sofá. Cierran la habitación y Felicia se dirige a la entrada principal para esperar al Guardián.
— Antes te gustaba leer muchas novelas, ahora que estás aquí podrías comenzar nuevamente, y puedes llevarte los libros que quieras cuando regreses al Jardín – comenta Ana mirando las estanterías de aquella biblioteca.
— Madre, eres la única que nos ha apoyado. Quiero que me sigas visitando en Zartia, para que conozcas a tu nieto. Le diré a Aeolus, él también te debe mucho
— Gracias mi niña, así lo haré...
Tocan la puerta y Ana se levanta para abrir. Estaba Felicia afuera con el encapuchado. Al entrar, cierra inmediatamente con llave.
El encapuchado se retira la capa que le cubría el rostro, dejando ver a Aeolus, quien se dirige rápidamente a Clara y la besa dulcemente. El beso parecía eterno y estaba lleno de sentimientos. Sólo se alejó para decir:
— Clara, mi Clara, mi amor.
La pareja se miraba dulcemente y se mantenían abrazados, tenían tanto que decirse, he incluso se olvidaron que otras dos mujeres estaban ahí mirando la tierna escena.
— Oh, se me olvidaba. Aeolus, quiero presentarte a mi Madre, ya la has visto, pero ella nos ha ayudado mucho.
— Si ya nos hemos visto – responde Ana — pero nunca nos hemos presentado. Guardián soy Ana Delinne
— Soy Aeolus, guardián del Jardín – responde sonriente
— Y ahora eres mi yerno, quiero que sepas que, esta también es tu casa, puedes venir cuando quieras. Verónica me ha contado que al envejecer deberán volver a la tierra de los humanos... así que pueden regresar aquí.
— Gracias, pero ya tenemos una casa en Zartia.
— ¿Ya tienes la casa? – pregunta emocionada Clara
— Si, prepare todo, tengo también damas de compañía que te ayudarán, así que ya podemos marcharnos.
— Espera un momento Aeolus, Verónica aún no se puede ir – interrumpe Ana — el médico dijo que aún no era prudente trasladarla o cambiar el tratamiento de otro médico.
— Dije que en 15 días retornaría y ya se cumplió el plazo. Podrá atenderse en Zartia – responde Aeolus con sospecha, a lo que Clara lo toma por el brazo
— No te está engañando, es verdad, el médico tuvo que operarme, la infección era bastante grande y está usando medicamentos para recuperarme, si el tratamiento cambia o las dosis son distintas pueden afectar nuestro hijo.
— Esperaba que puedas regresar a casa. Estoy desilusionado
— Yo lo sé, pero créeme que mi madre y yo tratamos de convencer al médico, pero fue inútil.
— Solo me importa que estés bien, esperaré a que puedas regresar ¿Cuándo será eso?
— El médico dijo que en 15 días más puede cortar el tratamiento
Aeolus mira a Clara y la vuelve a abrazar, tocando el vientre de su esposa.
— Es tanto... es tanto tiempo, no te imaginas lo angustiado que he estado ahora que no estas, los he extrañado tanto.
— También te hemos extrañado y les he contado a todos mucho sobre ti – Clara comienza a reír — nadie me cree que, no eres un perro gigante con garras afiladas.
El guardián sonríe, pero sus ojos estaban tristes.
— Mi amor, por favor, no quiero verte triste, o me pondrás triste a mí también — se nubla la visión de Clara por las lágrimas.
— Lo sé mi amada Clara, pero te he extrañado tanto, me he acostumbrado a que estés siempre a mi lado, no dormir contigo me ha traído noches de amarguras. Oh Clara, no logras dimensionar lo mucho que te amo y necesito de ti.
— Pero, eso también pasaría cuando nazca nuestro hijo.
— Lo sé, y también me siento mortificado al dejarte sola, o que en el parto no me enteré y no logré estar.
Ana se apresura para hablar
— Para ese momento Felicia y yo viajaremos a Zartia, así que ella no estará sola, y cuando sea el momento del parto, te avisaremos, ya sabes que se cómo comunicarme contigo.
— Ana, se lo agradezco, eso es muy importante para mí – Aeolus le habla con un tono dulce.
— Bueno, nosotras saldremos, pude quedarse cuanto deseé. Si quieres algo Verónica, llama a Felicia con la campanilla, estaremos en el salón de costura de al lado.
— Si madre, gracias.
El matrimonio ve marchar a las mujeres y cerrar la puerta nuevamente con llave.
— ¿Por qué cierran la puerta? – pregunta Aeolus
— Porque ellas son las únicas que apoyan nuestra relación y no quieren que te encuentres con mi padre o Roberto.
Como un baño de agua helada es para Aeolus escuchar ese nombre y su expresión cambia.
— ¿Por qué ese hombre te visita? no quiero que lo veas
— Aeolus, él fue mi prometido, pero no tienes que temer, ahora es solo un amigo que está preocupado por mí y yo no tengo otros sentimientos especiales hacía él.
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Editado: 13.12.2021