El Jardín de la Inocencia

Capítulo 53

 

Ya era de tarde y despiertan a Clara para almorzar, se había quedado dormida en el regazo de Roberto y este le acariciaba el cabello mientras la veía dormir.

Roberto se alimentaba con una papilla muy líquida que era lo único que podía tragar, ella comía una sopa de arroz con verduras. El decir que se quedaría con Roberto trajo gran satisfacción a los hombres que se encontraban en el cuarto esa mañana, sobre todo la de su padre que la miraba con orgullo, como si hiciera lo correcto. Cuando estaba terminando de almorzar, Clara ve que de una esquina una sirvienta le daba comida a un conejo y le queda observando sorprendida.

— ¿Rigi?

El conejo la mira y comienza a saltar dentro de lo que podía en su pequeña jaula.

— ¿Clara? CLARA... estas aquí...

Ella sonríe y su preocupación por un minuto desapareció, al acercarse al al nieto de Jadurus.

— Rigi... ¿desde hace cuánto que estás aquí?

— Este sucio humano me tiene encerrado aquí, no he visto el sol desde hace 2 meses o más, solo me alimentan y me quedo aquí día y noche.

— ¿Cómo lo conseguiste? – pregunta Clara a Roberto, acercándose nuevamente a la cama de él.

Roberto escribe en su cuaderno

— LO COMPRÉ A UN ESPECTÁCULO AMBULANTE, PARA PODER ENCONTRARTE

— ¿Encontrarme?

Roberto vuelve a escribir

— ERA DEL JARDÍN, PODÍA DARME INFORMACIÓN SOBRE Tl, POR ESO SABIA QUE ESTABAS VIVA

— Pero lo tienes enjaulado, él necesita de la naturaleza...

— PUEDES LLEVÁRTELO, TE DOY TODO LO QUE QUIERAS – escribe Roberto en el cuaderno

Clara se acerca a Rigi y lo saca de la jaula, inmediatamente el conejo salta a sus brazos y se aproxima a Roberto, mirándolo con recelo.

— Siempre que veo a este patético humano está más magullado que antes... tan débil

La expresión de Roberto cambia a enfado.

— Roberto tengo que regresar a mi casa, ya es tarde – interviene Clara

Roberto la toma de la muñeca y su expresión cambia ahora a preocupación, pero ella le sonríe.

— Tranquilo, vendré a verte mañana, lo prometo.

Roberto la suelta y le sonríe. Escribiendo.

— ES UNA PROMESA

Cuando van de regreso a su casa, Rigi le cuenta su corta y poco emocionante vida de encierro. En cambio, Clara le cuenta todo lo que ocurrió en el Jardín luego de su secuestro. Ambos llegaron a la habitación de Clara, sintiéndose Rigi que, estaba cada vez más cerca de casa.

— Quiere decir que tienes una cría del Guardián. Todos deben estar muy contentos — Saltaba alegremente en conejo —Y dime, ¿Cuándo viene el Guardián por nosotros?

— Mañana te irás con él... pero yo no puedo regresar – dice Clara con mirada triste

— Que dices Clara, ¿Por qué no irás con nosotros? – pregunta asustado Rigi

Clara le cuenta lo ocurrido y su motivo para quedarse.

— Ese patético humano quiere hacerte lo mismo que a mí – concluye Rigi

— ¿De qué hablas?

— Te está encarcelando, quizás no con barrotes como a mí, pero existen muchas jaulas que no son solo de metal... no seas su prisionera

— Rigi, es más difícil que eso – ella da un suspiro — Además que no soy una prisionera

— ¿Y qué pasará con el Guardián?

— Él es mucho más fuerte, podrá superarlo

— Eso no es verdad, quebraras su sentimiento, él confía en ti, no lo entenderá cuando se lo digas, porque yo no lo entiendo.

Por un minuto Clara quedo pensando en lo que le decía Rigi.

— Tienes razón, si le explico cuál es la verdad no lo entenderá, él aún no logra comprender todos los sentimientos humanos, creo que deberé decirle una mentira...

— Me decepcionas Clara, creía que eras distinta a todos los humanos, pero ahora que recupérate tus recuerdos, eres igual de patética que el resto

— Pero no puedo hacer nada, me siento atrapada...

— Creí que dijiste que no eras una prisionera – responde Rigi mirándola de reojo

— Rigi... yo... no...

— Tranquila, me quedaré contigo hasta que recapacites, los dos regresaremos juntos – responde Rigi acomodándose para dormir en la cama de Clara

Clara esa noche no podía dormir, planificaba lo que le diría a Aeolus. La mentira tenía que ser convincente, pero no sabía ninguna que no fuera rompiéndole el corazón, quizás lo mejor sería una mentira muy triste, así podría odiarla en vez de mantener esperanzas, las esperanzas fueron las que por poco matan a Roberto.

Ya amaneció y Clara no sabía cómo ver a Aeolus, no sabía cómo no llorar y mostrarse firme, pensó por un momento abandonar todo y huir con su amor. Rigi tenía razón, era una prisionera.

— Señorita, el Guardián llegó, lo hice pasar a la sala – anuncia Felicia al tocar a la puerta de su habitación y entrar.

— Gracias Felicia – Clara se levanta y se dirige a la puerta

— Clara, no hagas algo de lo que te arrepentirás toda tu vida, no te arruines, no arruines la vida del Guardián y la de tu cría. Nunca nada será lo mismo si lo haces – le advierte Rigi antes de que salga de la habitación

Clara ira al Rigi que le devolvía una mirada suplicante. Pero salió de su habitación y se dirigía a ponerle fin a todas las ilusiones que tenía su existencia. Sentía que caminaba a su propia ejecución, no quería llegar, no quería verlo. Abrió la puerta y ve a Aeolus de pie mirando por la ventana, quien se gira y le regala una dulce sonrisa al mirarla.




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