El Jardín de la Inocencia

Capítulo 58

El día comenzaba, y Clara como de costumbre, se asea en un lavatorio con agua caliente y se prepara para su acostumbrada visita a casa de Roberto.

Su madre toca a la puerta e ingresa a su habitación, puesto que le estaba esperando.

— Querida, ¿estás lista?

— Si

Ana al ver la mirada sin emoción de su hija, se acerca a ella y la toma por la barbilla para que le vea a los ojos.

— Ya no te comunicas, nunca quieres hablar, pero sería bueno que me digas que sientes.

— No tengo nada — responde Clara sin expresión.

— Me preocupas, no veo emoción en tu rostro y pienso que ya no estás aquí ¿Quieres regresar con Aeolus?

— No

— ¿Esa es la verdad? o ¿la verdad que te impusiste?

— Es solo la verdad

Ana trataba de comprender que estaba pasando por la mente de su hija, pero ella seguía con la mirada perdida, como si estuviera en un trance.

— Bien mi querida, vamos a ir las dos a casa de Roberto, yo te llevaré.

Ambas salen de la mansión y suben a un caballo que comienzan a andar. Pronto Clara se da cuenta que se alejan del camino que va a casa de Roberto.

— Madre, el camino es hacia la derecha

— Vamos a ir a otro lugar primero, ¿Te parece bien?

— Como desees madre

Ya la cabalgata se estaba extendiendo, llegando a casi una hora de recorrer caminos. Clara comienza a darse cuenta de donde se dirigen y como si le quitaran una venda de los ojos, reacciona.

— No madre... no puedo regresar...

Ana la abraza con firmeza para evitar que se baje del caballo.

— Tranquila, solo iremos y ya veremos que ocurre

Las lágrimas inundaron los ojos de Clara y la desesperación se apodera de ella.

— No madre, él no querrá verme, yo lo dañe... además que mi padre y Roberto...

Ana la interrumpe sin dejar de abrazarla, para evitar que su agitación la haga caer del caballo.

— Te aseguro que ellos estarán bien, ahora vas a ser tu una buena madre y vas a darle lo que quiere tu hijo... una madre feliz que le alimente de buenos sentimientos.

— Madre, yo ya debo tener el aura del pecado, no podré ingresar nunca más al Jardín de la Inocencia. Aeolus me rechazará, eso no podría soportarlo.

— Que el guardián decida, tú le diste tu elección en su momento, pero es justo que ahora él elija y respetes su decisión

Llegan a uno de los límites de Jardín, y la madre de Clara la ayuda a bajar del caballo.

— Madre, vámonos — insistía Clara, asustada a lo que podía ocurrir.

Su madre no la escucha y se dirige a la proximidad de los límites, se agacha para tomar tres piedras y las arroja al interior del Jardín. Inmediatamente son repelidas por una ráfaga de viento, pero en vez de desaparecer, el Guardián se mantiene ahí, con expresión de asombro al ver a Clara.

Para ella, el tenerlo tan cerca, le eriza la piel, ya que estaba tan apuesto como siempre y eso la hacía sentir miserable, solo quería regresar, pero no sabía que hacer o que decir.

— Aeolus... yo... es que... — comienza a balbucear Clara

Aeolus le hace un gesto con la mano para que guarde silencio, su rostro no expresaba emoción y se aproxima al límite del jardín. Clara tenía miedo, él no quería hablarle y estaba segura que la rechazaría, hasta que finalmente responde.

— Si has venido porque querías disculparte y ver si estoy bien... lo estoy... y puedes marcharte...

Clara quería llorar, le dolía el pecho, como si un gran peso le impidiera respirar, puesto que nunca Aeolus había sido tan frío con ella y sus mayores miedos se hacían realidad. No pasa mucho, cuando el Guardián vuelve a hablar.

— Pero, si has venido porque quieres regresar... solo ven... y no digas nada.

Como si toda la escena ocurriera muy lenta, Clara al escuchar que Aeolus le permitía regresar, olvida todos sus miedos y comienza a correr en su dirección, sin cuestionar nada. Aeolus al ver que Clara se dirigía hacia él, rápidamente arroja su espada entre los árboles para recibirla con los brazos abiertos, rodeándolo con ellos cuando ella cruza los límites y elevándola para besarla.

Al ver la escena, Ana respira aliviada, regresa a su caballo y se marcha sin despedirse, para no interrumpir el momento de los enamorados. Los ojos de Aeolus se nublaron por las lágrimas y su corazón latía muy fuerte, pero logra ver a la mujer que se marchaba y piensa que, por la eternidad, siempre estaría agradecido con aquella mujer que trajo de regreso a su esposa.

Cuando Clara logra respirar por aquel llanto ahogado, intenta explicarle a Aeolus lo que ocurrió.

— Era mentira que no te quería, te amo demasiado que me llega a doler... Solo quería acompañar a Roberto porque trató de hacerse daño... pero me equivoqué, te lastimé y me lastimé a mí misma...

— No digas nada ahora... después hablaremos de eso mi amor... lo importante es que recordaste cuál es tu hogar y tu familia...

Ambos se besaban de manera desesperada, como si esos dos meses separados desde el accidente, les obligara a recuperar el tiempo perdido.

— Perdóname... pero no puedo dejar de llorar — seguía suplicando Clara — perdóname, elegí a otros por encima de ti, porque pensé que tú lo soportaría mejor que ellos.

— Eso es mentira Clara, es mentira... yo no soy fuerte... soy fuerte porque tu estabas conmigo

Aeolus la levanta del suelo y la lleva en sus brazos a gran velocidad hasta la cabaña. Al ingresar al lugar, Clara sentía que podía respirar aliviada, debido a que nada cambio en el lugar desde que ella se fue. Inmediatamente Aeolus la abraza por la espalda, luego de cerrar la puerta y comienza a quitarle su vestido para descubrir su desnudez, dejando ver la cicatriz que tenía en su hombro izquierdo, a lo que comienza a besar sobre él, esa marca siempre sería el recuerdo de lo que vivieron en ese tiempo. Luego la voltea para que lo mire de frente, dándole un delicado beso en los labios y baja hasta su vientre, para abrazar y besar a su hijo.




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.