El Jardín De Las Estrellas

II

—No soy hada, ni maga ni mucho menos reina. La infinidad de historias que a diario relata mi abuela me ha hecho alucinar todo esto, y tú, también eres parte de ese sueño que se acabará al despertar.— se sentó y golpeó su cabeza con sus manos esperando despertar en su cama.

—La magia está dentro de usted, es su esencia.—Ilán puso su mano en el hombro de Ainé.

—No me toques— gritó sacudiendo su mano tan fuerte como pudo. Ilán salió volando, y se suspendió un momento en el aire ante la atónita mirada de Ainé.

— Lo siento majestad.— se disculpó poniendo su rodilla derecha en el suelo.

—¿Por qué has salido volando?— preguntó desconcertada.

—Su repentino golpe me tomo por sorpresa.— su cabeza aún estaba inclinada viendo al piso.

—Levantate y dime, ¿En verdad, puedo hacer eso?

— En este lugar, majestad, usted puede hacer todo lo que quiera, tiene el poder mágico suficiente para todo lo que su mente pueda imaginar. En esta ocasión su concentración estuvo en apartarme, así que con ese movimiento me golpeó con la suficiente energía como para hacerme salir volando y lo logró, de no haber podido suspenderme en el aire hubiese caído a no menos de cien metros.—respondió el joven mago. —Todo el poder está dentro de usted, solo concéntrese en lo que quiere, como lo quiere y donde lo quiere.—

Aunque incrédula decidió intentarlo, así que extendió ligeramente su mano izquierda y se quedó viendola fijamente durante un rato, frunció su ceño sin siquiera parpadear. De repente aparecieron un par de galletas en su palma, maravillada tomó una con la derecha, y la probó. Eran sus galletas de chocolate favoritas.

—¿Lo has hecho tú, Ilán?— preguntó dudando de su capacidad de hacer aparecer cosas solo con el poder de su mente.

—No hay manera de que supiera que estaba usted pensando en galletas, majestad. Eso ha sido únicamente usted y su poder mágico.—

—Se supone que eres mago, ¿por qué no puedes leer la mente?— preguntó mientras veía la otra galleta aún en su mano.

—Algunas acciones mágicas son sencillas de hacer, por ejemplo, aparecer y desaparecer cosas, hacer que se muevan, flotar, por ejemplo. Sin embargo, la lectura de mentes es algo más avanzado dentro de la magia, y solo algunos magos pueden hacerlo porque es característica dentro de su familia. El linaje de magos al que pertenezco se ha destacado por su habilidad dentro de la guerra, dominamos las cosas físicas, más no hay quien haya desarrollado la habilidad de dominar la mente. En pocas palabras, su majestad, soy mago guerrero no mentalista.—

—Creo entender Ilán, y por favor, Mi nombre es Ainé, no quiero que me vuelvas a decir ni reina, ni majestad, ni ninguna de esas cosas. De ahora en adelante nos trataremos de tú a tú, como iguales.— le ofreció la otra galleta.

— Está bien Ainé.— Recibió la galleta y sonrió.

—Hace frío, por favor, pon fuego.— 

— Ya hiciste apareces galletas, ahora haz lo mismo con el fuego, solo concentrate.—indicó el joven mago.

Esta vez Ainé solo extendió su mano derecha y con una mirada su mano se encendió en llamas por completo.

—¡QUITAMELO, ME QUEMO!— gritó muy asustada.

Ilán hizo un movimiento con su mano y el fuego levitó sobre la mano de Ainé.

—Nunca dudes, tú puedes controlarlo, no te hará daño si no se lo permites, Ainé, todo está en tu mente.— sonrió el mago.

Aún asustada miro como el fuego se sostenía flotando sobre su mano, la movió suavemente y la llamarada estaba ahí justo sobre su mano, sin importar cuanto o a donde la moviera.

—¡Wow, es increíble, puedo controlarlo!— exclamó asombrada.

No dejaba de maravillarse cada vez que la llama seguía puntualmente su movimiento, siempre a la misma distancia de su mano. Se quedó viendo fijamente la llama y movió su mano, está vez no fue seguida por el fuego, este se quedó suspendido y después empezó a bajar hasta tocar el piso, luego se movió a donde los negros ojos de Ainé le indicaron.

—¡Es increíble, se puede hacer con los ojos! — saltó de emoción.

—Se hace con la concentración Ainé.—sonrió el mago compartiendo la emoción de la joven aprendiz.

—Por qué nunca pude hacerlo antes? — preguntó observando detenidamente los brillantes ojos de Ilán.

—¿Lo intentaste con la seguridad de poderlo hacer, o simplemente lo hiciste como un juego infantil?—

—Ah.— Se rió pensando en cuántas veces jugó a ser hada en su infancia.

—Ainé, creo que ya eres consciente de la existencia de la magia, y sobretodo de que no eres una humana. Perteneces a la familia de los magos, y aunque tú madre haya sido un hada, el dominio de la sangre de tu padre a opacado de gran manera esos rasgos propios de las hadas, prueba de ello es que ni siquiera tienes alas, como todas las demás hadas.— explicó seriamente el joven mago.

—Explícame todo esto, porque a pesar de lo maravilloso que sea, tengo muchas dudas y sobretodo miedo.— Se sentó cerca del fuego que ardía aún sin siquiera tener algo que lo mantuviese encendido.

— A eso he venido, a contártelo todo.—Movio ligeramente su mano y una roca apareció, al otro lado de la fogata, frente a Ainé, se sentó y empezó su relato.

 




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.