El Jardín De Las Estrellas

IV

La luz del sol penetró por las cortinas, filtrando sus rayos dorados en la habitación. Con un bostezo, Ainé abrió los ojos y se encontró en su cama, todavía tratando de asimilar lo que había sucedido la noche anterior. Recordó claramente las palabras del aquel mago apuesto y misterioso que se le reveló su verdadera y escencia.

La joven se levantó de la cama y caminó hacia el espejo, mirando su reflejo mientras se preguntaba si todo había sido un sueño elaborado. Quiso pensar que su abuela le había leído otra historia fantasiosa mientras dormía, y eso le pudo haber ocasionado ese sueño.

Sin duda era un sueño ya que no recordó siquiera como llegó a su cama, solo podía recordar estar en ese jardín mágico, a Ilán, y su larga historia sobre su historia. La única manera de comprobar que era un sueño, era intentar lo que en ese sueño había hecho. Levantó su mano derecha, y la miró levemente, y empezó a moverla mientras algunas cosas de su habitación simplemente se movían de acuerdo a los movimientos de su mano.

El corazón de Aine comenzó a latir más rápido. La aparente normalidad de su vida se había desvanecido, dejando espacio para un sendero incierto pero emocionante. Con una mezcla de emoción y miedo, tomó una decisión: quería explorar el reino mágico que se le había revelado.

Aún lo pensaba bastante, era un ser mágico, sin embargo, había un mundo en peligro y todo dependia de ella, y a pesar de todo, aún podía rechazar su magia, y seguir con su vida como humana. Por supuesto que le gustaba la magia, estaba jugando con ella y disfrutandola. Lentamente, comenzó a aceptar la idea de vivir como una heredera de un reino mágico. Imaginó las posibilidades ilimitadas que le esperaban: aprender hechizos, conocer seres mágicos y descubrir los secretos de su linaje.

Tomando aire profundamente, se dirigió al escritorio y sacó un viejo cuaderno lleno de notas y dibujos. Durante años había querido dibujar tan preciosamente como lo hacían sus amigas. Miró el lápiz de carboncillo y este se puso a danzar elegantemente sobre la hoja, los trazos eran precisos. El jardín mágico de la noche anterior estaba siendo replicado como si de una fotografía se tratasé.

Con determinación, se levantó y se vistió con un vestido con estampads de flores, como si estuviera preparada para encontrarse con lo desconocido. Tomó sus pertenencias más valiosas y observó el dibujo, le encantó de tal manera que con un ademán ordenó al lápiz firmarlo en una elegante caligrafía.

<<Ainé, reina de la magia>>

Con paso firme, Ainé salió de su habitación, un nuevo universo la esperaba, y la consideraba su única esperanza. Su abuela, aún dormia, y Ainé la sintió ajena al destino mágico que estaba aceptando. Mientras cerraba la puerta tras de sí, se prometió a sí misma que haría lo posible por mantener un equilibrio entre su vida normal y su nuevo legado. Le dió un beso en la frente y dejó el dibujo en la mesa de noche, sabía que con solo verlo su abuela lo entendería todo.

Ainé estaba decidida a abrazar su destino, sin importar los obstáculos que encontrara en el camino. Sabía que la grandeza y la magia la estaban esperando y estaba lista para seguir adelante, dejando atrás su vida como una humana normal. Ahora era una reina y era el momento de asumir su vida y dejar su legado en el mundo de la magia 

Con esa resolución en su corazón, Ainé se dirigió hacia el jardín , lista para emprender un viaje que cambiaría su vida para siempre. Con la emoción e incertidumbre de los nuevos retos y desafíos que debería enfrentar.

Recorrió el camino y llegó al mágico jardín, allí todavía estaba encendido el fuego que ella inició la noche anterior,  soplo levemente y el fuego desapareció, sin rastros ni cenizas, las piedras sobre las que yacía estaban frías, y conservaban el rocio del amanecer.

Las flores parecieron inclinarse, ayudadas por un ligero viento que dejó frías las mejillas de Ainé. La roca brillante ya no lo era, solo era una piedra cálida y suave. Ainé puso sus manos en ella, cerró los ojos por un momento, y al abrirlos Ilán estaba a su lado.

Aún tenía su imponente vestimenta negra, los ojos brillantes ahora solo eran de color marrón, el fuego se había apagado por completo en su mirada. 

—Que gusto verla nuevamente majestad. — hizo una venia.

— Sin venia, ni títulos, ni nada. Ainé es mi nombre. Y también me da gusto verte nuevamente Ilán. 

— Gracias Ainé.

— Es el momento Ilán.

—¿Segura? Aún puedes cambiar tu opinión, y por supuesto que nadie se enojaría contigo.

— La magia depende de mí, así que no hay nada de que arrepentirse.— La firmeza de su voz confirmó la seguridad de asumir las responsabilidades de ser una reina en un mundo de magia y fantasía.

 




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