PROLOGO:
Hace 6 años, en Viena; Un grupo de exploradores fueron de expedición a Tenebrae , la isla marginada de las tierras de Veras. Las expediciones eran normales, de vez en cuando se organizaban algunos valientes con el fin de investigar y conocer más sobre aquella misteriosa isla; Aunque estas expediciones, eran algo comunes también eran muy temidas, pues los exploradores nunca volvían. Se contaban ya 16 barcos en total que se fueron pero nunca regresaron.
Para evitar esto, esta vez los exploradores no fueron solos, los 5 protectores de Viena fueron como garantía de que regresarían sanos y salvos, entre ellos se encontraba Maris, su líder y el portador de la espada blanca. Con el como acompañante no había nada que temer.
O eso se suponía pues, había un miedo muy creciente en los ciudadanos de Viena ¿Qué tal si en esta ocasión ocurre como siempre y no regresan? Si eso fuera a pasar, esta vez no solo perderían a los exploradores sino también a los protectores y a su salvador Maris: El bendito de Arios.
Ese temor no hizo más que crecer, pues ya habían pasado 6 años y no había regresado ni siquiera una carta, todos temían lo peor, la esperanza de muchos había caído. La historia de siempre volvía a repetirse y ahora no contaban con los protectores del reino. Todos mandaron el grito al cielo. A la gran mayoría no les importaban los exploradores, solo sus familiares lloraban su perdida, los demás sufrían por la falta de los protectores, pues sin ellos estaban indefensos ante los sombraestra.
Pero los santos lograron calmar la desesperación en cadena que se estaba formando durante esos 6 años, pues si la espada aún seguía con Maris, significaba que aún seguían con vida.
Lo cual no era del todo cierto, pues aunque al momento en el que lo dijeron este si era el caso, en la actualidad hace 2 meses la espada había vuelto a su lugar, al santo templo del cielo, esto solo ocurría si el portador perdía la vida, como en este caso. Y ellos para no alarmar a nadie decidieron guardar el secreto, hasta encontrar otro que sea digno de portar la espada y ser el nuevo protector bendito de Arios. Se pusieron de acuerdo para que no salga a la luz ese secreto.
Uno que no pudieron guardar por mucho tiempo, pues el mismo barco de la expedición había vuelto, todos estaban esperando emocionados ¿Cómo no? Era la primera vez que ocurría, habían vuelto los exploradores, con investigaciones e información quizás de los otros barcos, pero mejor aún sus salvadores habían vuelto.
Los santos se encargaron de recibir el barco; Eran ellos quienes se encargaban de todos los asuntos importantes en Viena. Y lo que vieron, hubieran preferido no haberlo visto nunca.
No estaban allí los exploradores, pero tampoco ningún protector, No, ni mucho menos Maris el cual ellos ya sabían había perecido.
Sin embargo a pesar de la ausencia de los que esperaban encontrar; El barco no estaba vacío.
En el suelo en una canasta, arropado en una manta blanca, pero algo sucia, se encontraba allí, aun descansando.
Uno de los santos lo tomo entre sus brazos, lo que lo despertó al instante y lo hizo empezar a llorar.
Era un bebe.
—Es un niño —Dijo el santo Calxius.
Luego mientras lo miraba no podía creer lo que veía, el terror inundo su cara y su mirada se volvió horrorizada.
—No — Se corrigió a sí mismo— Es un demonio.
Su voz se escuchaba petrificada, horrorizada pero no más que su mirada.
Y aunque no era un demonio como tal, ese bebe les representaba un mal augurio, un mal mayor que atormentaría a Viena por siempre.
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Editado: 16.06.2025