La luz siempre era gris, gris como el humo de una chimenea. Aunque parecía ser suficiente para aquella pequeña flor que crecía rodeada de abrojos. No era una flor cualquiera. La llamaban Ross y era básicamente la más odiada de su salón. Era delgada, delicada como una pajilla. Su rostro blanco como la nieve y un cabello casi tan negro como el azabache. Sus ojos profundos miraban por la ventana, volando en alas de cuervo lejos de aquella ciudad pequeña y oscura. Soñaba despierta pero nadie sabía qué. Las rosas tienen espinas y Ross las tenía en el cuello, un collar de púas negro que hacía juego con sus enormes ojos azules. Todos la llamaban “la vampira”, todos la odiaban y ella los odiaba a todos, pero no les daba el papel importante. Lo importante era salir de ahí.
Ross estaba en 2ndo año de secundaria y su futuro era incierto. Su mente siempre volaba, pasaba entre los árboles, bailaba con las hojas del otoño y regresaba a ella con un golpe que la hacía temblar. Siempre pensaba, escribía, dibujaba y trataba de que las bolitas de papel que lanzaban sus compañeros, llenas de baba, no le dieran en la cara. El bulling parecía no herirla, estaba acostumbrada a la basura, incluso ella pensaba que su familia era una basura. Lo importante era salir de allí.
Ross parecía enojada aquel día donde el sol salió por primera vez. Las demás flores asomaron sus cabecitas tontas por la ventana para saborear aquella deliciosa estela brillante que se coló por entre los nubarrones grises y taciturnos que formaban ya su techo. Ross comenzó a rallar un cuaderno con tanta fuerza que la hoja se desgarró. Uno más, uno más que llegaba a su vida y pronto se desvanecería. Era el profesor más guapo que el sol había traído a la escuela y se trataba de un bonito rayo de sol rubio y de buen cuerpo, rodeado de esa aura de maravilloso misterio que encerraban todos los profesores nuevos. Las florecillas encantadas miraron, miraron siempre al profesor rayo de sol cuyo nombre no era más que una falacia: Jacinto. Ross recordó nuevamente que el sol no le venía bien a sus hojas negras, recordó nuevamente que lo importante era salir de allí.
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Editado: 15.07.2020