El Jardín de las Flores Tristes

Capítulo 12.- Las florecitas no pueden guardar secretos.

Lalea se había vuelto muy buena en matemáticas. Ross siempre le explicaba y ayudaba cuando tenía problemas. El asunto tenía muy contento al profesor Jacinto quien ya tenía una buena estrategia para llevar a los padres de Ross a la corte. Jacinto se sentía obsesionado con la idea de quitar la patria potestad de la niña a sus padres, poder adoptarla, tal como era el sueño de la tan inocente florecita. Ella lo merecía, él hacía lo correcto.

Jacinto llevó ante la directora la evidencia. La mujer frunció el ceño al ver los dibujos. Abrió grandes los ojos ante la carta que había escrito la pequeña rosa negra con todo su corazón. La directora mandaría hablar a sus padres para una plática sobre su vida y el cuidado de la florecita. Jacinto salió de la oficina, henchido de orgullo, feliz porque ella lo merecía. Él hacía lo correcto.

Orchid fue la que se cruzó en su camino, dominante, estremecedora. Jacinto la miró sosegado y le preguntó cuál era el motivo de su irrupción tan repentina. La flor, cuya lengua era afilada como una cuchilla, le pidió que se agachara un poco para hablarle al oído, tenía un secreto que contarle. Jacinto, extrañado, se agachó y la florecita habló. Los ojos de Jacinto se abrieron grandes como dos soles azules. Los labios de Orchid rosaron suavemente su oreja en un gesto obsceno. Ella lo merecía, él haría lo correcto.

 Jacinto se estremeció y se apartó de ella, diciéndole que se trataba de un asunto muy delicado y que debía guardar silencio al respecto. Orchid sólo quería una cosa, una sola cosa. El profesor se estremeció y pensó en abandonar su cometido, todo estaba en juego y esa malévola flor venenosa era capaz de arruinarlo todo. Ross debía estar a salvo, ella lo merecía, él haría lo correcto.

Sin mostrar el encuentro de sentimientos y el miedo que embargaba sus adentros, le dijo molesto, que sus triquiñuelas no se volverían reales, no tenía manera de sacar ventaja de aquella situación tan delicada. Orchid se puso furiosa y se marchó al instante, dejándole solo en aquel pasillo cubierto ya por las sombras de la noche. Ella lo merecía, él hacía lo correcto.




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.