El Jardín de las Flores Tristes

Capítulo 13.- El sol tiene miedo de volver a salir.

Más tarde, Jacinto terminó de hacer la planeación de la siguiente semana. Era un fresco viernes ya acercándose el verano. Estaba exhausto. Emprendió un fatigado recorrido hacia los jardines. Un poco de lluvia le haría recuperar la frescura que le había robado aquel edificio tan frío y triste. Ya en los jardines notó la presencia de una de las flores más bellas se acercó a él con fiereza y atrevimiento. Sus pétalos parecían recién bañados en rocío y sus ojos brillaban, violetas, lujuriosos. La florecita lo empujaba con su sola presencia al interior de la fortaleza natural formada por cascadas de húmedas enredaderas.  Era tan fuerte pero a la vez tan pequeña, tan hermosa, tan… incorrecto.

Jacinto perdió la cabeza. Todo era un torbellino de hojas, lluvia, humedad. Había varias de ellas. Una le cubrió la cabeza con una bolsa de tela negra mientras las otras lo sujetaban con fuerza. Parecían un ejército de hormigas contra el despreciable cadáver de un ratón. Poco a poco, la mayor de ellas, la de los ojos violetas se cernió sobre él en un torbellino de pasión. No era una florecita como las otras, era una enorme tigresa dispuesta a tragarlo por completo. Un golpe en la nuca y la batalla terminó. Todo aquello se volvió tan… incorrecto.

El profesor despertó, empapado, entre las plantas. Escondido bajo las espesas enredaderas. Su ropa se encontraba regada por todos lados, mojada y sucia. Se sentía estúpmojo, débil. Ultrajado. Tomó sus prendas y desapareció del lugar lo más pronto que pudo. Su carrera, sus esperanzas de poder hacer lo correcto se habían vuelto una maraña de miedos en su mente. Odió el momento en que fue atracado, insultado y abandonado con tan pocas esperanzas de seguir en aquél lugar, quería marcharse cuanto antes. De pronto todo era tan... incorrecto.

Sin embargo no podía irse así sin más. El recuerdo de Ross en su mente lo volvía loco. Si no abandonaba aquella misma noche la escuela, la ciudad sería acusado de un delito que no había cometido, sería llevado a la cárcel porque la palabra de un atajo de florecitas era más valiosa que la de un simple profesor. Su situación era tan increíble pero debía hacer algo. Ross, Orchid, las demás florecitas… todo era tan… incorrecto.




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