El Jardín de las Flores Tristes

Capítulo 15.- El sol abandona el verano.

Jacinto se dio la vuelta. Vio de nuevo a aquella flor seductora postrada en el suelo mientras lloraba y decía estupideces. Los profesores salieron de sus cubículos, se acercándose a ella. Jacinto tenía más miedo que nunca en su vida. Debía correr, debía desaparecer. La rabia se asomaba por los ojos casi como la sangre de Orchid. Sus compañeros lo rodearon y lo llevaron de inmediato hasta la directora. Las flores no tienen idea de lo que es la justicia.

Estaba congelado, la directora hablaba sobre ética y normatividad. Hablaba sobre pederastia, hablaba sobre cárcel e incluso la muerte. Orchid mascaba un chicle con desdén. Sus brazos cruzados sobre su pecho resultaban atroces, ella misma resultaba tan aterradora. Jacinto tuvo mucho miedo ya que su palabra no valía contra la de aquella insignificante flor loca que buscaba una venganza. Las flores no tienen idea de lo que es la justicia.

Jacinto habló, Jacinto relató aquella historia extraña que sucedió aquella tarde de primavera. Nadie le creyó una palabra y mandaron hablar a las demás florecillas, las secuaces de Orchid. Una a una las florecillas negaron su participación en tal atroz acto y por el contrario dictaminaron que el profesor había abusado de su hermosa compañera. Jacinto se sintió morir cuando escuchó el relato de las florecillas cómplices y tanto la directora como sus compañeros lo acusaban como a un infame pederasta. Comprendió entonces que las flores no tienen idea de lo que es la justicia.

El turno fue de Orchid, quien defendió su postura, habló de toques, habló de roces, habló de besos y palabras obscenas. Jacinto estaba frío, sentía que se marchitaba con cada palabra arrancaba uno por uno sus pétalos hasta dejarlo totalmente desnudo, indefenso. La luz de Jacinto se volvía cada vez más parda, asimilaba la idea de que las flores no tienen una idea de lo que es la justicia.

Una de las florecitas, la linda Petunia de pronto rompió en llanto y confesó que ella había participado en tan horrendos actos en contra del profesor, impulsadas por la lujuria de Orchid. Orchid pasó del pálido al rojo y al morado al escuchar a su compañera relatar la historia. Sus demás secuaces, al escuchar toda la historia se unieron a la pequeña Petunia y confesaron que era la historia correcta. Orchid, furiosa, lo negó todo y les recalcó que las flores no tienen una idea de lo que es la justicia.




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