Todo parecía perfecto afuera.
Mi madre estaba ocupada con los preparativos de mi quinceañera: vestidos, flores, la lista de invitados.
Todo un mundo que parecía celebrar mi existencia, pero que yo no podía disfrutar del todo.
Porque dentro de mí, algo estaba fuera de control.
Él… él estaba lejos, foráneo, pero nos habíamos acercado más que nunca.
Y cometimos un error que no debía pasar.
Un error que ahora me pesaba como una roca en el pecho.
El miedo comenzó a crecer dentro de mí: ¿y si estaba embarazada? ¿y si no podía decir nada?
Él no entendía la magnitud de lo que podía significar, y aunque parecía preocupado, también me presionaba para que lo siguiera, para que me escapara con él.
Yo tenía casi quince años, y sentía que el mundo entero se me caía encima.
Mi corazón quería seguirlo, pero mi cabeza gritaba peligro.
Mi madre estaba distraída con los preparativos de la fiesta, sin sospechar nada de lo que me estaba consumiendo por dentro.
El vestido que ella compraba, los zapatos que elegía, las flores que seleccionaba… todo eso parecía un espejo de la vida que se me escapaba de las manos.
No podía quedarme.
Tomé decisiones rápidas, desesperadas.
Saqué mi dinero de escondites que ni yo recordaba, recogí mi ropa, mis pocas pertenencias, y lo empaqué todo en una mochila.
El corazón me latía con fuerza; cada paso era un recordatorio de que estaba rompiendo con todo lo que conocía, pero no podía esperar más.
Llegué a la estación de autobuses.
El sudor me resbalaba por la espalda mientras buscaba el número de la ruta que me llevaría a la ciudad donde él estaba.
Cada segundo que pasaba sentía que me estaba alejando de mi infancia, de mi madre, de la seguridad que aún quedaba en casa.
Pero la necesidad de encontrarlo, de arreglar lo que sentía que habíamos roto, era más fuerte que cualquier miedo.
Subí al autobús con la mochila en los hombros, tratando de no mirar atrás.
Miré por la ventana y vi la casa encogiéndose, la calle vacía, y sentí un nudo tan grande que casi me hace llorar.
Era la primera vez que tomaba una decisión tan arriesgada por mi propia cuenta.
No sabía lo que me esperaba, no sabía si lo encontraría, ni cómo cambiaría mi vida.
Solo sabía que debía intentarlo, aunque el precio fuera perderlo todo.
Mientras el autobús arrancaba, sentí un vértigo extraño: miedo, excitación, desesperación y esperanza, todo mezclado.
El mundo conocido quedaba atrás, y el futuro era un territorio desconocido.
Yo, Luz, estaba sola frente a mis decisiones, y no había vuelta atrás.
#1811 en Otros
#349 en Relatos cortos
#322 en Novela histórica
sufrimento, valor dolor y sacrificio, autoayuda y superación personal
Editado: 26.11.2025