Para cuando el sol llegó a lo alto del cielo, las voces de los muertos no eran más que un murmullo. Fue algo peculiar, pues parecía como si los podridos se hubieran olvidado de nosotros. A pesar de ello no nos detuvimos, mantuvimos el trote hasta que llegamos a la parte trasera del parque de Santa Loara. Salté la reja y caí de espaldas contra el paso. Apreté los dientes para aguantar un grito cuando mi hombro herido chocó con el piso. Fenrir cruzó entre los barrotes y segundos después Ermi me cayó encima. Ahogué un grito que las punzadas en mi hombro empujaron con fuerza.
Nos apresuramos a escondernos entre los árboles sanos y tomamos un momento para recuperar el aliento. No quería pensar en ella. Saqué su rostro de mi mente y me enfoqué en sobrevivir. El dolor en mi hombro conquistó mis pensamientos y busqué en la mochila algo que me ayudará a curar la herida. Encontré unos cuantos cubrebocas quirúrgicos, así que le pasé uno a Ermi y me puse otro. Fuera de eso, no encontré más que su cuaderno de dibujo, una cinta adhesiva y algunos clavos afilados que ella solía usar para hacer la punta de sus flechas. Abrí la bolsa de enfrente y mis ojos se iluminaron al ver la pomada de la abuela, el aerosol antiséptico y un venda. La recordé curándome la mano en las coladeras y se me hizo un hoy en el estómago. Guardé la venda y dejé a un lado el aerosol y la pomada.
El dolor en mi hombro aumentó. Un vez que revisé que no hubiera ningún monstruo alrededor y que el árbol no tuviera insectos peligrosos, me quité la venda de la mano, la cual ya no era necesaria, pues mi piel había mejorado notablemente. Me saqué la playera y le pedí a Ermenegildo que limpiara la zona donde el monstruo me había mordido.
Por lo que dijo, mi espalda tenía dos cortadas bastante profundas. Ermi procedió a bañarlas en aerosol y limpiarme con la parte interna de la playera. Me tomó el resto de mi energía, aguantar las ganas de gritar. Para cuando Ermenegildo terminó de limpiarme me dolían los dientes de tanto apretarlos.
La venda era demasiadopequeña para cubrirme la herida y ninguno de los dos sabía cómo vendar esa zona, así que Ermenegildo dobló la venda como si fuera una gasa y me la pegó con cinta de aislar. No era perfecto, pero era lo que podíamos hacer con lo poco que teníamos a la mano. Después de ponerme la playera, le agradecí y me senté a descansar bajo un árbol. Necesitaba descansar, necesitaba darle sentido a todo lo que había pasado. Recargué la cabeza en el tronco y controlé mi respiración. Me quedé mirando a Fenrir cazar palomillas sobre una rama y me perdí en el silencio del parque.
‒Aquí venía luego a jugar fucho con mis papás ‒dijo Ermi en un tono casual, a penas audible debido al cubrebocas.
Yo no contesté. Mantuve la mirada al frente y la oreja alzada en caso de escuchar algún ruido extraño que nos alertara de algún monstruo escondido entre los árboles. Si mis recuerdos no me mentían, la casa de Jacky debería estar a media hora caminando. Sólo media hora y al fin la encontraría.
‒¿Cómo vamos a encontrar a Sandi? ‒cuestionó Ermenegildo.
Lo miré perplejo y nuevamente me negué a contestarle. Me levanté y salí de entre los árboles hacia un camino de piedra que ya tenía musgo en los recovecos de entre las rocas. El dolor en mi hombro había disminuido, pero no podía mover el brazo sin sentir un tirón en los músculos. Ermenegildo se apresuró a mi lado. Sus pisadas movieron las hojas muertas como una ventisca de otoño.
‒Deberíamos regresar por ella, Jiro ‒insistió Ermi.
Me detuve en seco. Ermi miró a su lado y darse cuenta de que me había quedado atrás, regresó sobre sus pasos algo preocupado.
‒¿Viste algo? ‒cuestionó Ermi girando la cabeza.
‒No ‒contesté en un tono seco ‒. No voy a regresar por ella, Ermi.
‒Yo creo que dijo lo de que imaginaste lo de amiga porque estaba enojada ‒replicó él ‒. No es razón para pelearse.
‒Yo sé lo que dijo y por qué lo dijo ‒respondí en voz calmada ‒. Sé lo que vi, no estoy loco. De todas formas, el problema no es ese... es Sandi. Es demasiado impredecible para el nuevo mundo, Ermi. Creo siempre lo supe, pero me negaba a aceptarlo porque la quiero. La necesito, Ermi, pero ir al centro es una locura. Mira, no tienes que venir conmigo a buscar a Jacky. Si quieres ir detrás de ella eres libre. Ella quiere recuperar un juego y yo quiero encontrar a Jacky. Sandi tomó su decisión y yo tomé la mía. Ahora tú tienes que tomar la tuya. Tal vez aquí también nos deberíamos de separar tú y yo. Ve a buscar a tus papás o a vengarte de los piratas, yo qué sé. Vive por amor o por venganza, tu elige. Yo voy a ir a buscar a Jacky.
Seguí caminando sin mirar a atrás. Pasé junto a una fuente cubierta de hiedra y cuando llegué a la puerta destrozada del parque escuché el murmullo de las hojas moverse. Miré sobre mi hombro y encontré a Ermenegildo siguiéndome.
‒¿Estás seguro? ‒cuestioné levantando la ceja.
‒Sí ‒murmuró ‒. Te voy a acompañar a buscar a tu amiga, pero después me voy a ir a buscar a Sandi.
‒Es un buen plan ‒musité ‒. ¿Listo para el siguiente nivel?
Ermi torció los labios y asintió. Cruzamos la calle y nos metimos a una avenida que en el viejo mundo nos llevaría al fraccionamiento de Jacky. Sólo media hora de caminata y al fin la encontraré, pensé. Nos escondimos detrás de un carro y en cuclillas fuimos al siguiente auto destartalado y lo usamos para cubrirnos.
‒De todas formas, creo que estás siendo un poco duro con Sandi ‒comentó Ermi ‒. Digo te mintió pa' encontrar un juego. Yo también lo hubiera hecho. Bueno, depende del juego. Un cazador de dragones tal vez sí. El punto es que lo hizo porque extraña a su hermano.
‒No la culpo por extrañar a su hermano ‒contesté espiando al frente por podridos‒. No es confiable, Ermi. Nos arriesgó para encontrar un juego y ni siquiera nos preguntó. Eso es lo que me duele, si me hubiera dicho la verdad la hubiera acompañado, le habría dicho que estaba loca y que probablemente moriríamos en el intento, pero hubiera ido con ella. En vez de eso prefirió mentirnos y luego decidió abandonarnos.
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Editado: 07.03.2024