Hacia un par de semanas que habían comenzado las remodelaciones de la casa y pronto finalizaría el invierno. Las flores se reproducirían mucho más hermosas en primavera, así que debía ver el trabajo terminado. La guie por el sendero con una venda en los ojos, reía divertida y expectante. Abrí la puerta y exclamo que sentía la luz, que había mucha luz allí adentro, sonreí. El sol había descendido sobre en lago y el reflejo era lo que sentía, al quitarse las vendas se quedó paralizada frente a mí, parecía que ni respiraba. Había una caminaría de piedra hasta el lago que podía verse con claridad, las flores de colores adornaban los pequeños arbustos y helechos como si lo adoraran. La grama reverdecida invitaba descalzarse para sentirla y recostarse sobre ella, había también palmeras medianas que le darían sombra en los días de verano. Podía pintar algo pequeño debajo de ellas. A un lado estaba un precioso árbol del que colgaba un columpio y del otro dos bancos de madera reclinables para apreciar la paz de aquella visión. Sobre la cruz celta había un arco de flores y rosas. Su atril estaba justo en un punto en donde podía ver todo aquello.
Por supuesto que acepte y pasamos juntos un día maravilloso en el jardín, solo los dos, en una paz que parecía infinita y pensé de pronto que quería quedarme para siempre allí también con ella. Había tomado demasiado vino y las risas no terminaban, entre el cansancio de los días largos de trabajo y el día de picnic lo único que necesitaba era dormir. Los últimos días solo me sentía agotado, como si lo único que quisiera fuese sumirme en la tranquilidad del sueño. Ella se ofreció conducir hasta la ciudad y la deje porque no estaba en condiciones. Caí en la cama con los ojos cerrados, la escuche reírse mientras me quitaba los zapatos y se recostaba en mi pecho, deje de pensar.
Soñé que corría detrás de ella en el jardín, sobre el lago. Reía, la iluminaba el sol con un resplandor que la hacía parecer de tonos dorados. Me llamaba. Repetía mi nombre y de pronto se detuvo con su cegadora luz apenas podía verla, me repitió en susurros "no me dejes ir" y yo le conteste.. "Jamás".
La insistente alarma sonó taladrándome la cabeza, hice un pequeño gruñido y la apague de un golpe. Restregué mi rostro para obligarme a levantarme, abrí los ojos y me quede viendo un punto fijo evocando aquel extraño sueño tan vivido. Ella se había ido luego de dejarme con un beso, me dijo que lo haría a pesar de mi repetida insistencia por que se quedara. Era tan libre como lo que tanto le gustaba hacer y ya no tenía miedo de que desapareciera porque tenía la certeza de sus sentimientos.
Me di una larga ducha y desayune silbando una canción, tenía que ir a trabajar era lo único que me repetía. Parecía un día normal, salude a todos y me instalé en mi oficina. Hacia un poco de frío como si entráramos en invierno y no lo hubiésemos dejado atrás. Los papeles estaban ordenados y el trabajo estaba al día, fruncí el ceño parpadeando. Estaba seguro de haber dejado un pequeño proyecto pendiente. Olvide aquello cuando sonó un conocido toc toc peculiar en mi puerta, al girar sonreí al ver de quien se trataba. Me levante para darle un fuerte abrazo a mi mejor amigo, nos encontrábamos de vez en cuando para ponernos al día sobre todo cuando estaba en la ciudad, por su trabajo Steve viajaba demasiado, más bien era como un hermano para mí.