El cielo ardía.
No con fuego… sino con sangre lunar. La luna, teñida de rojo, bañaba el bosque con su resplandor carmesí. El aire olía a hierro, a flores abiertas y a muerte. Ariadna sostenía el cuerpo de Lucien en sus brazos. Su piel estaba pálida, casi traslúcida, y la marca en su pecho brillaba intermitente como un corazón que se niega a dejar de latir. El pulso entre ellos seguía allí, invisible pero vivo.
—No te vayas —susurró, rozando sus labios con los de él—
Aún no.
Lucien no respondió, pero un estremecimiento recorrió su cuerpo.. Su respiración era un hilo frágil entre la vida y el abismo. De pronto, la tierra bajo ellos comenzó a moverse.
Las raíces del jardín emergieron, envolviendo el cuerpo del hombre amado con delicadeza, sosteniéndolo, protegiéndolo como si la propia naturaleza lo reclamara. Ariadna retrocedió, incrédula. El suelo estaba vivo.
—¿Qué estás haciendo…?
Una voz, dulce y profunda, resonó desde todas partes.
Cumpliendo mi promesa.
El jardín hablaba. Pero no con palabras, sino con el alma.
Prometí protegerlo mientras existiera amor en ti.
Ariadna sintió las lágrimas resbalar por su rostro..La naturaleza entera se inclinaba ante el vínculo que ella había creado con Lucien. Raíces, pétalos y espinas lo rodeaban en un círculo perfecto, como un corazón latiendo en la tierra.
Pero esa calma era frágil..A lo lejos, se escuchaban trompetas..Campanas..El eco metálico de la guerra. El Rey marchaba hacia ellos..Lucien soñaba. En su mente, un abismo sin fondo..Un océano de fuego..Y frente a él, la bestia..Era enorme, majestuosa y aterradora..Tenía sus mismos ojos, su misma voz, pero una sonrisa cruel.
—¿Por qué sigues resistiendo? —le preguntó la criatura, acercándose con pasos que hacían temblar el suelo— Ella es la razón de tu perdición. El Rey tiene razón. El amor te está consumiendo.
Lucien alzó la mirada, cansado, sangrando, pero con la misma fiereza de siempre.
—Prefiero arder con ella que vivir sin ella.
La bestia se detuvo. Sus ojos dorados destellaron.
—Eres débil.
—No —respondió Lucien—..Soy humano. Y eso es lo que tú nunca fuiste.
La criatura rugió, extendiendo sus garras. Lucien dio un paso adelante, su cuerpo brillando con la misma marca que Ariadna le había dejado.
—Yo no te temo..Porque ella me ama. Y eso es más fuerte que tu furia.
El rugido de la bestia resonó hasta el mundo exterior. Ariadna alzó la vista.. El cielo se estremeció..Una energía oscura, dorada y negra, descendió sobre ellos..Lucien se arqueó, su cuerpo temblando, las raíces sosteniéndolo firmemente mientras su alma luchaba dentro de sí.
—¡Lucien! —gritó Ariadna, arrodillándose junto a él— Vuelve conmigo, por favor.
El viento se levantó..Las flores se abrieron, una tras otra..El jardín rugía, respondiendo al llamado de su dueña.
Ama con fuerza, Ariadna. El amor es la única magia que el Rey no puede robar.
Ella apoyó su frente contra el pecho de Lucien, justo sobre la marca, y cerró los ojos.
—Escúchame —susurró— No eres solo la bestia..No eres solo el hombre..Eres el todo. Y eres mío.
Su voz vibró, cargada de poder..El jardín reaccionó..Raíces doradas se alzaron al cielo, y el aire se llenó de pétalos negros. El bosque entero despertó. Los árboles comenzaron a moverse, alzándose como gigantes guardianes..El suelo se partió, revelando caminos de fuego y luz. Y, de pronto Lucien abrió los ojos. Eran dorados, sí, pero no del todo inhumanos. Una mezcla perfecta entre lo salvaje y lo divino..Ariadna sonrió, temblando.
—Volviste.
Lucien la miró, la tomó de la nuca y la besó con una intensidad que desbordaba la realidad. Fue un beso que contenía vida, miedo, muerte, redención..La unión de dos condenados que decidían amar igual. Cuando se separaron, la respiración de ambos era un fuego compartido..Lucien habló con voz grave, profunda, poderosa:
—Él viene por ti..Y yo no pienso dejarlo respirar.
Ariadna alzó la cabeza, la luna roja detrás de ella..El viento jugó con su cabello..Lucien se incorporó, más fuerte que antes, con el jardín latiendo a su alrededor como una criatura viva y aliada..Y entonces lo vieron.
El ejército del Rey emergiendo entre los árboles, antorchas y lanzas brillando bajo la luna carmesí..El Rey al frente, su armadura resplandeciente, su sonrisa cruel. Lucien dio un paso adelante, las raíces abriéndose bajo sus pies. Ariadna a su lado, su vestido ondeando como una bandera prohibida.. Él tomó su mano. La besó. Y dijo:
—El jardín nos ha elegido..Y no hay corona que pueda contra el amor que sembramos aquí.
El Rey levantó su espada. El aire se partió en dos. De pronto, la tierra bajo el jardín tembló. Una grieta se abrió en el suelo, y de ella emergió una figura encapuchada, vestida de blanco, con una lámpara dorada en la mano. Su voz sonó suave… pero trajo el silencio absoluto:
—El pecado ha florecido. Ahora vendrá la cosecha.
Lucien sintió un escalofrío recorrerle el cuerpo. Ariadna retrocedió un paso, su corazón acelerado. El Rey bajó la espada, con una sonrisa torcida.
—Por fin —susurró—nEl Guardián del Juicio ha despertado.
La figura levantó el rostro. Y su rostro era el de Lucien. Pero sin humanidad. Sin amor. Solo fuego y condena. Ariadna sintió el alma quebrarse al reconocerlo. Lucien el que estaba junto a ella la sostuvo del brazo, confundido, temblando.
—Ariadna… ¿qué soy yo?
El Guardián sonrió, y su voz fue un eco de la eternidad:
—Tú eres la semilla. Ella el pecado. Y yo, el final.
#1710 en Novela romántica
#145 en Thriller
#69 en Misterio
#darkromance, #romanceoscuro #mafiaromance, #romancepsicologico
Editado: 07.11.2025