El jardín espinado

Séptimo Relato: Unión

La noche fue algo larga para Mat, sobre todo cuando se le acabó la batería y se dio cuenta que dejó la mochila en la farmacia, en donde sólo tenía unas libretas y su cargador. No suficiente para que fuera en ese momento al lugar por ésta.

Pensó en encender la computadora de Nolan y perder tiempo ahí, mas intuyó que debía tener contraseña y no era bueno despertar al pobre hombre que acababa de conseguir dormirse.

Al estudiante no le quedó de otras más que tener paciencia y esperar a que amaneciera para retirarse primero a su trabajo y luego a casa, en favor de descansar al menos unas seis horas en lo que debía regresar a laborar. No obstante, al ver dormido a Nolan, Mat no resistió y terminó retirándose los tenis para quedar de brazos cruzados y dormido en la silla, cuando sólo deseaba ponerse un poco más cómodo al esperar.

Amaneció, la luz ya entraba por la orilla de la ventana de la habitación de Nolan y fue entonces que el anfitrión del hogar consiguió despertar con un terrible dolor de cabeza, visto de inmediato al joven Mat dormido frente a él, sin darse éste cuenta que el mayor ya había recobrado el conocimiento.

La escena enterneció al adulto, recordado al instante todo lo que había pasado la noche anterior y notado que ya eran las diez de la mañana, por lo que se apresuró a levantarse, tomar agua y comer para tomar una pastilla que le ayudaría con el dolor de cabeza que le estaba volviendo loco, preparado un desayuno que le ofrecería a su visita y salvador.

Pronto, el olor de la comida llegó hasta Mat, levantado por éste y encontrado que Nolan ya no estaba enfrente de él, dormido, por lo que pasó a estirarse y levantarse de la silla, justo cuando el anfitrión entró a la habitación, alegre y repuesto.

—¡Buenos días, grandote! —saludó Nolan a su invitado, con una inmensa alegría dibujada en su rostro.

—¡Ey! Buenos días. ¿Cómo te sientes?

—Mucho mejor. Gracias a ti. No tienes idea de lo tanto que aprecio todo lo que hiciste por mí en la madrugada.

—¡Ni lo menciones! No pasa nada, lo hubiera hecho por cualquier amigo —explicó Mat, sonriente y apenado.

—Bueno, tener un corazón tan grande como el tuyo, fortachón, tiene su recompensa. Te hice de desayunar hot cakes y un par de huevos estrellados. Come lo que más te guste, te acompañaré tan pronto arregle la cama.

—Mejor te ayudo. No me gustaría empezar solo.

—Perfecto. —La declaración puso todavía más alegre a Nolan, instruido el estudiante por él para arreglar la habitación entre ambos y bajar a comer, ahora vista la casa del mayor por Mat a más detalle, maravillado de lo bella que es.

Los dos desayunaron gustosos, encantado el moreno de la buena sazón que tenía Nolan, además de verlo comer con mucha delicadeza y cuidado. Parecía que media cada corte de lo que iba a consumir, pero no de forma obsesiva, sino por inercia.

—Todo estuvo delicioso. ¡Muchas gracias! No tenías porque cocinarme, de verdad.

—Claro que sí. Bueno, no era obligatorio. Entiendo eso. Pero es mi manera de agradecerte la ayuda de anoche. Abandonaste tu trabajo por echarme la mano y te quedaste cuidándome. Fue bastante amable, no podía dejarlo así.

—Lamento que te haya pasado algo tan terrible como lo de anoche. Era obvio que esos sujetos tenían malas intenciones. Quien sabe qué te hubiera pasado si no te hubieras dado cuenta que te drogaron. ¿Por qué no ibas con amigos además de la cumpleañera? —preguntó más serio Mat, preocupado.

—Bueno, ya no suelo procurar bares y antros. Por ende, no tuve a nadie en mente para invitar a que me acompañaran. La mayoría de los amigos de la cumpleañera era de tu edad y me sentí un poco fuera del círculo, por lo que no hablé mucho con ellos y ese era mi plan real. No quería quedarme, era llegar, saludar, felicitar, pasarla un par de horas e irme. —Dicho eso, Nolan suspiró y bajó la mirada, cuya expresión cambió a una triste. —De repente me sentí solo, por eso cuando me invitaron un trago esos tipos, decidí aventurarme un poco. Fui un estúpido.

—¡No digas eso! —exclamó un poco molesto Mat—. Es claro que no debemos aceptar bebidas de extraños, ni confiar en ellos, pero tampoco es tan fácil como lo pintan. Te agarraron sensible y desprevenido, es todo. Cometiste un error y los que deberían sentirse una mierda son ellos, no tú. —Todo eso dejó sin palabras a Nolan durante unos momentos, generada una frágil sonrisa en su rostro que demostraba la calidez que le causaba lo dicho por Mat.

—Gracias. Tienes razón. De igual manera, ya no saldré a los antros. No me gustan, me aburren. Fue una ocasión especial. Si vuelvo a pisar uno, procuraré no despegarme de quien me invitó o ir con alguien que conozca. ¡Lo prometo! —aseguró Nolan a su amigo, contento Mat de escuchar eso.

—Me parece bien. Esperemos esto sea una experiencia de una vez.

—Sí, y yo espero que no te despidan de tu trabajo por abandonarlo así.

—¡Oh! No te preocupes por eso. Estaba doblando turno porque hubo inventario en la tarde y terminé a la una de la mañana.

—¡Chale! ¿Cuánto te pagan por horas extra?

—Nada. —La respuesta hizo que Nolan se detuviera en comer y mirara impresionado al moreno.

—¿Qué?

—No me dan más dinero por doblar turno así. En realidad, puedo irme desde que acabo, pero como vivo en Marenitas, la única forma de regresar es en taxi y cobran caro por la zona.

—¡Marenitas! Eres de barrio pesado, niño.

¡Tss! Para que veas, carnal —alardeó altanero el joven, causada una pequeña risa en Nolan.

—Oye, pero no te pases. ¡No deberías quedarte si no te pagan!

—Igual no hago nada. Ayer te atendí porque se pasan de idiotas los del turno nocturno. Son bien huevones.

—Eso lo sé de antemano. Mira, de ahora en adelante, si te toca un inventario y no puedes regresarte, mándame mensaje y te quedas en el cuarto de huéspedes. Tiene cama y todo, aunque no tengo cobijas, pero voy a comprar unas en estos días. Ya hace falta.




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