El jardín espinado

Décimo tercer Relato: Felicidad

Dentro de la casa de Nate, todavía siendo una hora un tanto decente, se encontraba Nathan ya más tranquilo en el sillón donde siempre acostumbraba estar cuando iba de visita, con la nariz rojiza y los ojos hincados, denotado esto por su rostro triste y su mirada perdida.

Nate, preocupado, le acercó una taza de té caliente, misma que dejó en la mesilla de centro que tenía el adolescente enfrente, pasado él a sentarse en el sofá, con su propia taza llena del insumo.

—¿De qué es?

—Es té verde. Es el único que bebo. —El adolescente mostró una cara de desagrado al apretar los labios, con la taza ya en manos, cerca de su boca, pasado a beber un poco con cuidado.

—Sabe horrible.

—No sé preparar té. Es instantáneo, de hecho —confesó el mayor, dado un sorbo a su bebida—. ¿Quieres escuchar lo que sigue? Eso puede que te ponga de mejor humor. Tal vez prefieres platicar de porque te sientes mal.

—Sé porque me siento mal —explicó el joven—. Tenía expectativas y valieron verga. Es todo.

—¡Wow! Bien hecho. Has aprendido —destacó el mayor, iniciado el relato donde se quedaron.

La luz del amanecer entró por la ventana de la habitación de Nolan, cuya luz consiguió despertar al mayor, encontrado aquel entre los brazos de Mat, ambos por completo desnudos.

Al principio, Nolan no sabía qué hacer. Una parte de él tenía mucho miedo de la posible reacción que pudiera tener el chico, pues ya había tenido experiencias sexuales con personas que no se identificaban dentro del espectro homosexual, lo que causaba problemas justo luego de acabarse el placer o iniciar el día siguiente.

De todos modos, no podía evitarlo, así que se armó de valor y le dio un beso en la mejilla a Mat, con la esperanza de una respuesta positiva.

El joven, al despertar por dicho afecto, sonrió de inmediato y abrió los ojos. Mat dio un bostezo, se estiró y abrazó al hombre desnudo que tenía enfrente, llenado de besos antes de decir algo.

—Buenos días, bonito.

—Buenos días, Mat —respondió extrañado de cómo lo llamó, sonrojado—. ¿Por qué «bonito»?

—Porque lo estás. —Luego de esa respuesta, Mat se montó sobre Nolan y lo llenó de besos por todos lados, ocasionado que el otro riera un poco, cosquillado y enamorado de lo bueno que era con él.

—¿No tienes hambre?

—Sí, un poco.

—Bueno, quítate para hacer de desayunar —pidió Nolan al tener ya encima a Mat, ambos todavía bajo las cobijas.

—¿Dónde quedó mi ropa? ¿O bajamos así?

—¡No, estás loco! Al menos ponte el boxer. —Ambos rieron ante eso. Mat se colocó sólo la ropa interior. Nolan se puso su playera y el boxer, apresurado por el menor para bajar e iniciar la preparación del desayuno, abrazado desde atrás por él.

El desayuno fue de maravilla, comieron y regresaron a la habitación, saltadas las clases del estudiante para quedarse más tiempo con Nolan, vista una serie abrazados y llenado el anfitrión por muestras de cariño hechas por Mat.

Un par de horas luego de almorzar, antes de ser la hora de irse a trabajar, Mat sedujo al mayor para volver a acostarse, cosa que terminaron haciendo, tranquilos y apasionados, con las luces encendidas, algo que la vez anterior no pasó al ser improvisado.

Sudados y agotados, acostado encima del pecho de Nolan, Mat respiraba agitado, al igual que su amigo, mas recordó que se estaba haciendo tarde, por lo que el menor pidió la regadera para tomarse una ducha e irse al trabajo, aceptado esto por el anfitrión sin problemas.

Mientras Mat se bañaba, Nolan recordó que debía regar sus plantas, así que se colocó prendas y bajó para salir al invernadero, escuchado que el joven terminó su ducha, tal como lo dijo, sólo se fue a quitar el sudor de encima, no planeaba asearse como tal.

Dentro de la estructura de cristal, listo para regar las plantas, Nolan se quedó sin palabras, como si hubiera visto un fantasma. Mat bajó las escaleras buscando al chico, apenas con el pantalón puesto, visto que aquel estaba en el invernadero.

Mientras caminaba para allá, el muchacho se colocó su playera y entró al lugar en cuestión, notado lo mismo que su amigo.

—N-no puede ser. ¿Por qué? —preguntó Nolan, con lágrimas en los ojos.

Todas y cada una de las plantas espinadas tenían flores de variopintos colores y formas. No había una sola que no poseyera aunque sea una pequeña figura de pétalos coloridos, lo cual no tenía mucho sentido, pues había tenido todas esas plantas desde hace tiempo y nunca habían floreado.

—Yo creo saber porque —dijo Mat al acercarse a la primera adquisición del jardín que había hecho Nolan, la cual tenía una bella flor en la cima, de colores anaranjados y con múltiples pétalos—. Es porque tu corazón ya está listo para tener flores. Como el mío. —La respuesta provocó que Nolan riera con el pecho lleno de calidez, acercado a Mat para abrazarlo, recibido por el estudiante con el mismo afecto.

—Gracias por todo, Mat. Me has hecho el hombre más feliz de mundo.

—Tú a mí también, Nolan. Gracias. Siento que he conocido mucho de lo que siempre quise gracias a ti. —Ambos se besaron entre la belleza que tenían alrededor, llenos de felicidad y amor, como nunca esperaron tener luego de tanto dolor.

Nate hizo una pausa y tomó de su té, notado que ya se lo había acabado, visto cómo Nathan le veía impresionado, desconcertado un poco.

—¿Ya?

—¿Ya qué?

—¿Cómo que «ya qué»? ¿Ya terminó?

—No, pero quiero que entiendas lo que pasó.

—¡Claro que entendí! Sucedió lo que llevaba esperando desde un inicio: terminaron enamorándose el uno del otro y acabaron juntos. ¿Qué pasó después? —Nate sonrió ante la pregunta, cuya malévola mirada asustó un poco al estudiante.

—Ocurrió una pesadilla. —La respuesta no dejó nada tranquilo a Nathan, escuchado lo que tenía que decir el viejo.




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